“El mural de Siqueiros no se vende”, dice Virginia González
Es la nueva directora del Museo de la Casa Rosada, que vuelve a su nombre original. Desmiente rumores sobre la famosa obra “Ejercicio plástico”.
El Museo de la Casa Rosada ya tiene directora. Virginia Fernanda González, ex directora concursada del Museo Nacional Sarmiento, acaba de renunciar a su cargo en esa institución para asumir como directora de Programas Públicos y Museo de la Casa Rosada. Tal es su nuevo y viejo nombre legal. En diálogo con Clarín Cultura, admite que escuchó la versión de una supuesta venta del mural “Ejercicio plástico”, de David Alfaro Siqueiros, única obra del artista mexicano en nuestro país y una de las dos obras suyas fuera de su país natal (la otra está en Chile).
“El mural está en muy buen estado de preservación y es un atractivo del Museo, aunque no es el único”, dice González defendiendo el perfil de una institución que nació para custodiar y preservar objetos, documentos y atributos de ex presidentes argentinos. Por ley, en el Museo de la Casa Rosada solo pueden exhibirse bienes de mandatarios hasta tres décadas atrás. Los más recientes deberían, en teoría, esperar 30 años para que sus objetos puedan exponerse.
Sin embargo, la llegada de Néstor y Cristina Kirchner puso la ley patas para arriba. Y, más allá de que la norma no fue derogada sino que tiene plena vigencia -según explicó la directora Virginia González a Cultura-, hay en la exposición actual un espacio especial para Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
¿Comodato, expropiación o qué?
En 2010, con motivo del bicentenario de la Argentina, durante su primera presidencia la entonces presidente firmó un acuerdo de comodato con Dencanor, la empresa que por entonces era dueña del mural de Siqueiros. A cambio, el Estado se hizo cargo de una restauración que estuvo en manos de cuarenta especialistas argentinos y mexicanos.
Sin embargo, la realidad es que el mural fue a la Casa Rosada en préstamo. Como dijo entonces el abogado de Dencanor, Luis Porcelli, “fue un comodato con promesa de devolución y, luego un permiso de exportación temporaria para que la obra viajara por el mundo. No pasó y se dictó la expropiación”.
El Congreso de la Nación aprobó por ley la expropiación de “Ejercicio plástico”, lo que enturbió al ya cenagoso proceso judicial que envuelve la obra de Siqueiros desde que se extrajo de su locación original, en el sótano de la quinta Los Granados de Natalio Botana.
Ello condujo a Dencanor a pedir la inconstitucionalidad de la expropiación por la existencia del convenio previo. El pleito tuvo dos fallos a favor del Estado y ahora está en la Corte Suprema de Justicia.
Como ha dicho Porcelli, la empresa no quiere la expropiación, sino el mural. Pero si la Justicia decide que hay que expropiar, el Estado tiene que pagar. El monto se define en otro expediente ante un Tribunal de Tasación.
Pero volvamos al origen del entuerto: como contraprestación por la expropiación, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ofreció judicialmente 12 millones de pesos, depositados en un juzgado. A hoy, merced a la licuadora inflacionaria, es una suma irrisoria. Dencanor jamás aceptó la tasación y decidió ir contra la expropiación en una demanda por 200 millones de dólares.
En síntesis: según el abogado de Dencanor, el Estado dispuso de la obra artística sin pagar contraprestación. Lo que no es del todo cierto, pues se hizo cargo de la restauración y el emplazamiento actual, al tiempo que judicializó su oferta de 12 millones de pesos.
La directora González tranquiliza las aguas y nos dice que el Siqueiros se queda donde está: en el Museo de la Casa Rosada. Y agrega que se ha nombrado a un nuevo tasador para que se cotice de nuevo el valor de “Ejercicio plástico”, de Siqueiros, a fin de resolver definitivamente el problema.
La actual exposición del museo, que incluye objetos y documentos de las presidencias de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Mauricio Macri, Néstor y Cristina Kirchner, seguirá hasta noviembre, ocasión en que la directora espera tener definido el “relato curatorial, la visión y misión del Museo para poder generar un programa de actividades y una nueva exhibición”. Los bienes hoy expuestos serán puestos a resguardo hasta que la ley permita su exposición pública o se cambie la ley.
“Recién el año próximo podremos exponer objetos y documentos de Menem, pues su primera presidencia concluyó en 1995. La ley lo determinó así por una cuestión de distancia histórica y política”, dice la directora.
Un dato interesante: Virginia González se verá obligada a realizar un relevamiento de visu –con lo que ello conlleva en términos de responsabilidad penal y civil– pues la anterior directora, Andrea Rabollini (ex cuñada de Daniel Scioli y nombrada en el Museo por el ex secretario general Oscar Parrilli, en la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner), no dejó ni informe de gestión ni inventario histórico, que van por separado al inventario patrimonial que sí está.
Los desafíos que encarará en lo inmediato la flamante directora son: el ordenamiento patrimonial para adecuarlo a las normas internacionales, reactivar el fuerte que está en la parte posterior de la vieja Aduana Taylor (sede del Museo de la Casa Rosada) y trabajar el guion curatorial del Museo, que actualmente no tiene. Por otra parte, la funcionaria elaborará un programa de activación cultural para los próximos tres años, período para el cual fue designada. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, será su bautismo a cargo de la institución, con una muestra sobre primeras damas de presidentes constitucionales hasta la gestión de Raúl Alfonsín.
-¿Cuál es el nombre legal del Museo?
-El Museo del Bicentenario que se crea en 2010, con motivo de los dos siglos de la Independencia, es anexo a este Museo de la Casa Rosada, creado por ley 5579, de 1957. Este es su nombre legal. Por una resolución del secretario general Oscar Parrilli, se lo denominó Museo del Bicentenario. Durante la presidencia de Mauricio Macri recobró el nombre legal y por un decreto de Alberto Fernández volvió a llamarse Museo del Bicentenario. Pero la unidad de pertenencia es la Dirección de Programas Públicos y dependo de la secretaria general Karina Milei y de la subsecretaria María Belén Agudiez, que me convocó para este cargo. Mi superior inmediata es Marité Verdasco.
-¿Qué la decidió a aceptar este desafío teniendo usted un cargo concursado en el Museo Nacional Sarmiento, prorrogado por tres años desde 2023?
-Me reuní con María Belén Agudiez, con Mariano Delorenzi (jefe de gabinete de Karina Milei) y con Marité Verdasco, además de la subsecretaria de administración, y me dieron toda la libertad de acción, mientras no quiera que le vaya mal al gobierno. Eso fue lo que me dijeron y lo que me decidió a venir. No tengo limitaciones en el discurso, mientras sea coherente y no lapidario, y no se contradiga con la gestión. No tengo problemas en las líneas que quiera plantear. Estamos trabajando con todas las áreas. Es gente que ama el Museo y no trabajan ideológicamente. No sé cuál es su línea política y no me parece importante. María Belén le propuso el cargo a Daniel Balmaceda, con quien tengo una amistad que comenzó cuando él investigaba para su libro sobre Sarmiento. Es un investigador muy intenso y vino durante toda la pandemia a consultar el archivo y así fue que trabamos una amistad. Dimos charlas juntos, y cuando Belén le propuso el cargo a Daniel, como él vive en Uruguay le sugirió mi nombre. Estuve cinco años en el Museo Sarmiento, cargo al que llegué por concurso en 2018. ■
* En clarin.com se puede leer la entrevista completa.