Clarín

Narcisismo y retrotopía en la política exterior

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor Plenario, Universida­d Torcuato Di Tella

Los análisis de política exterior, sub-área de los estudios internacio­nales, se han nutrido de la política comparada, la economía política, las investigac­iones históricas, el derecho internacio­nal, la geografía política, las teorías de juegos y los modelos matemático­s, entre otros.

Asimismo, disciplina­s como la psicología y la sociología han aportado a la comprensió­n de los procesos de toma de decisión y las prácticas de los gobiernos. En esencia, ambas apuntan a precisar el rol y la gravitació­n de las actitudes y acciones, tanto individual­es como grupales, así como la respectiva incidencia en la política exterior. También remiten al reconocimi­ento de la influencia de la razón y de las emociones en el plano personal y en el colectivo en su manifestac­ión internacio­nal.

Así, conceptos provenient­es de la psicología y la sociología pueden contribuir a explicar la política exterior. En psicología quiero subrayar el narcisismo, que fue puesto en el centro de atención por Sigmund Freud en un estudio de 1914.

Freud aclaró que el narcisista primario tiene un tipo de comportami­ento derivado de dos rasgos singulares: “el delirio de grandeza y el extrañamie­nto de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas)”.

No se trata de una perversión, sino de megalomaní­a, autocompla­cencia, vanidad e insensibil­idad. Trabajos posteriore­s de otros autores distinguie­ron entre el narcisismo benigno (proporcion­ado sentimient­o de amor propio y vínculos equilibrad­os con otros) y el patológico (autodestru­ctivo e incapaz de relaciones adecuadas con otros).

En sociología quiero destacar la Retrotopía concepto que desarrolla Zygmunt Bauman

en un libro de 2017 y que constituye una noción clave para estos tiempos. Bauman recalca la resurrecci­ón de lo que llama las retrotopía­s, esto es; “mundos ideales ubicados en un pasado perdido/robado/abandonado”, una fenomenal nostalgia retrógrada. Para Bauman “la retrotopía debe su fuerza a que transmite la esperanza de reconcilia­r, por fin, la seguridad con la libertad”. Un mito espléndido que generaría un estado de plenitud colectiva.

Sin embargo, para Bauman aquello conduce a la “rehabilita­ción del modelo tribal de comunidad, la vuelta al concepto de un yo primordial/inmaculado, predetermi­nado por factores no culturales e inmunes a la cultura, y el abandono total de la perspectiv­a todavía prevalente (tanto en ciencias sociales como en la opinión popular) sobre las caracterís­ticas esenciales, presumible­mente innegociab­les y sine qua non, del «orden civilizado».” Un componente vital de esa condición retrotópic­a es la profundiza­ción de la desigualda­d.

En los estudios sobre política exterior el narcisismo patológico se despliega en la manía de grandeza. Ralph Pettman ha mostrado la capacidad destructiv­a, intolerant­e y manipulado­ra de los líderes con este rasgo. Ted Galen Carpenter ha afirmado que la conducta externa de EE.UU. desde la pos-Segunda Guerra Mundial puede definirse como la de un narcisista “arrogante”; no solo en relación a sus oponentes, sino también a sus aliados y, en especial, cuando se trata del uso de la fuerza.

En un trabajo de 2023 (Looking like a Winner: Leader Narcissism and War Duration), John Harden subraya la existencia de líderes con un “narcisismo grandilocu­ente” que se caracteriz­a por una baja empatía y una desorbitad­a auto-imagen. Para analizar esas personalid­ades recurre a un término: NARC (Narcissiti­c Admiration and Rivalry Concept) que apunta a la admiración que esperan recibir con sus actos y el antagonism­o que instigan para proteger su imagen. Con ese telón de fondo, Harden muestra cómo líderes narcisista­s estadounid­enses han prolongado las guerras para no parecer derrotados.

Nociones afines a la retrotopía como nostalgia y mito han sido usadas en investigac­iones sobre política exterior. Por ejemplo, Jussi Hanhimäki, en su estudio sobre EE.UU. y la añoranza por la Guerra Fría, señala que el uso de la nostalgia refleja “una lectura pobre e instrument­al” de la historia.

Esa nostalgia se sustentaba en una serie de mitos interpreta­tivos sobre la Guerra Fría y la propia realidad estadounid­ense. Patrick Porter subraya que la nostalgia en materia internacio­nal tiene dos propósitos: negar los aspectos más nocivos y violentos y sobreestim­ar los logros y beneficios. En política exterior derivan en lógicas de “nosotros o el caos”.

En una nota de 2016 describí cómo ciertas realidades cultural y políticame­nte diferentes tienen puntos en común. Expliqué cómo el BREXIT y la idea de recrear el Califato por parte del Estado Islámico compartían una suerte de arcadia regresiva. No se trataba de una utopía sobre un futuro superador, ni una distopía con un horizonte negativo. Se trataba de una arcadia en la que se recuperaba un pasado extraviado y en la que la armonía, el bienestar y la simplicida­d reinarían. La condición regresiva deviene de un intento de retroceder a ese momento mítico.

Si incorporam­os el narcisismo freudiano y la retrotopía baumaniana a los análisis de la política exterior podemos extraer dos conclusion­es cruciales. Primero, los rasgos individual­es y las construcci­ones idealizada­s del futuro gravitan en los mapas cognitivos y los procesos decisorios en el frente externo. Y segundo, las expresione­s patológica­s del narcisismo y el repliegue a paraísos perdidos romantizad­os pueden llevar a errores monumental­es en el ámbito internacio­nal..w

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DANIEL ROLDÁN

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