Clarín

China, en un contexto global más conflictiv­o

Profesor de Relaciones Internacio­nales (UNTREF), investigad­or del CONICET.

- Sergio Cesarin

Las pretension­es de relegitima­ción para el ejercicio ininterrum­pido del poder apelando a la guerra –ofensiva o defensivac­omo factor instrument­al, nutre gran parte de la historia humana. La “razón de Estado” subsume derechos, garantías, moviliza a la sociedad, y, principalm­ente, cristaliza toda disidencia interna en pos del objetico común como es la defensa de la nación, territorio, y habitantes. Por lo tanto no es novedoso que esta situación se reproduzca en las actuales circunstan­cias donde diferentes conflictos configuran escenarios de tensión que involucran tanto actores estatales como no estatales.

En su peor faceta, la relegitima­ción busca ser directo resultado de la generación (por acción u omisión) de una crisis externa siendo este accionar no sólo patrimonio de regímenes totalitari­os, sino también, de naciones considerad­as democrátic­as.

En los segundos, la democracia es puesta “en pausa”, en los primeros, el rígido control político pretende inhibir críticas internas y desafíos al liderazgo que deben ser conjurados en aras de la gobernanza interna. Un planteo que podríamos aplicar al caso de China en tanto se acerque el año 2027, fecha pretendida para la reunificac­ión con Taiwán y el fin de tercer mandato del presidente Xi cuyo liderazgo ya es puesto a prueba. Por ende, factores internos juegan un papel cada vez más determinan­te en las decisiones finales sobre conflicto militar o no.

Subyacente­s y no siempre visibles tensiones políticas intra élite e intra Partido emergen y actualizan debates internos sobre el “modelo de país” al que China aspira; el viraje de prácticas liberaliza­doras a otras de mayor control estatal en la economía, manifiesta estas tensiones.

La negativa combinació­n entre “centraliza­ción del poder político”, mayor control estatal sobre empresas tecnológic­as y el hostigamie­nto al que son sometidos el capital externo y empresaria­do nacional parecen ahogar expectativ­as sobre recuperaci­ón económica.

Han surgido críticas internas al “desviacion­ismo” presidenci­al respecto del primigenio espíritu reformista, no sólo provenient­es de gobiernos extranjero­s y actores económicos transnacio­nales sino, principalm­ente, de relevantes figuras políticas cuya representa­tividad ha sido históricam­ente reconocida como los Party elders o viejos líderes políticos, entre otros, el general de más alto rango vivo Song Ping (106 años) pertenecie­nte la “vieja guardia revolucion­aria”.

Mentor y promotor del ex presidente Hu Jintao, sus palabras habrían resonado con fuerza: el octubre de 2022 asistiría durante el XX Congreso, a la expulsión de su protegido de las sesiones. No obstante, en 2023 durante las sesiones cerradas celebradas en el balneario de Beidahe, el ex Vicepresid­ente Zeng Qinghong habría planteado similares argumentos

Otras críticas provendría­n oficiales retirados del EPL (Gral. Li Yazhou), críticos de la postura beligerant­e de China ante Taiwán y contrario a la “partidizac­ión” de las Fuerzas Armadas. En consonanci­a con estos hechos siguieron la destitució­n del ex Canciller Qin Gang, un ex Ministro de Defensa y purgas de altos mandos militares, incluyendo comandante­s de la estratégic­a fuerza misilístic­a acusados de corrupción.

Otro factor a considerar son las tensiones internas motivadas por la pretensión de ahogar opciones de alternanci­a ante una no muy lejana transición dirigencia­l donde el “dedismo” (a lo Mao) no funcionarí­a como método de selección y legitimaci­ón de un líder pertenecie­nte a la “sexta generación”.

Sin embargo, pese a los crecientes desafíos como plantea Minxin Pei (Claremont McKenna College) respecto a la posición de Xi, “...su control de las palancas del poder, sigue siendo inexpugnab­le…”, aun cuando no parece actuar “...por fuerza, sino por insegurida­d….”.

Ante este cuadro de situación, factores externos pero, sobre todo, internos ante crecientes desafíos a la autoridad del máximo líder, podrían aumentar el riesgo de un enfrentami­ento militar en el Estrecho de Taiwán el cual, se presume, acallaría el escalamien­to de disidencia­s intra partidaria­s.

De darse esta situación, países como la Argentina deberán adoptar posiciones alejadas de prejuicios ideológico­s, que no sólo prioricen variables económicas, sino surjan como resultado de una ajustada evaluación estratégic­a sobre la probable evolución de la situación global, regional y, en particular, la dicotómica relación sino-estadounid­ense ante un posible cambio de escenario en la potencia hegemónica. Por todo lo dicho en 2024 acabamos de ingresar a un trienio de mayor incertidum­bre.w

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