China, en un contexto global más conflictivo
Profesor de Relaciones Internacionales (UNTREF), investigador del CONICET.
Las pretensiones de relegitimación para el ejercicio ininterrumpido del poder apelando a la guerra –ofensiva o defensivacomo factor instrumental, nutre gran parte de la historia humana. La “razón de Estado” subsume derechos, garantías, moviliza a la sociedad, y, principalmente, cristaliza toda disidencia interna en pos del objetico común como es la defensa de la nación, territorio, y habitantes. Por lo tanto no es novedoso que esta situación se reproduzca en las actuales circunstancias donde diferentes conflictos configuran escenarios de tensión que involucran tanto actores estatales como no estatales.
En su peor faceta, la relegitimación busca ser directo resultado de la generación (por acción u omisión) de una crisis externa siendo este accionar no sólo patrimonio de regímenes totalitarios, sino también, de naciones consideradas democráticas.
En los segundos, la democracia es puesta “en pausa”, en los primeros, el rígido control político pretende inhibir críticas internas y desafíos al liderazgo que deben ser conjurados en aras de la gobernanza interna. Un planteo que podríamos aplicar al caso de China en tanto se acerque el año 2027, fecha pretendida para la reunificación con Taiwán y el fin de tercer mandato del presidente Xi cuyo liderazgo ya es puesto a prueba. Por ende, factores internos juegan un papel cada vez más determinante en las decisiones finales sobre conflicto militar o no.
Subyacentes y no siempre visibles tensiones políticas intra élite e intra Partido emergen y actualizan debates internos sobre el “modelo de país” al que China aspira; el viraje de prácticas liberalizadoras a otras de mayor control estatal en la economía, manifiesta estas tensiones.
La negativa combinación entre “centralización del poder político”, mayor control estatal sobre empresas tecnológicas y el hostigamiento al que son sometidos el capital externo y empresariado nacional parecen ahogar expectativas sobre recuperación económica.
Han surgido críticas internas al “desviacionismo” presidencial respecto del primigenio espíritu reformista, no sólo provenientes de gobiernos extranjeros y actores económicos transnacionales sino, principalmente, de relevantes figuras políticas cuya representatividad ha sido históricamente reconocida como los Party elders o viejos líderes políticos, entre otros, el general de más alto rango vivo Song Ping (106 años) perteneciente la “vieja guardia revolucionaria”.
Mentor y promotor del ex presidente Hu Jintao, sus palabras habrían resonado con fuerza: el octubre de 2022 asistiría durante el XX Congreso, a la expulsión de su protegido de las sesiones. No obstante, en 2023 durante las sesiones cerradas celebradas en el balneario de Beidahe, el ex Vicepresidente Zeng Qinghong habría planteado similares argumentos
Otras críticas provendrían oficiales retirados del EPL (Gral. Li Yazhou), críticos de la postura beligerante de China ante Taiwán y contrario a la “partidización” de las Fuerzas Armadas. En consonancia con estos hechos siguieron la destitución del ex Canciller Qin Gang, un ex Ministro de Defensa y purgas de altos mandos militares, incluyendo comandantes de la estratégica fuerza misilística acusados de corrupción.
Otro factor a considerar son las tensiones internas motivadas por la pretensión de ahogar opciones de alternancia ante una no muy lejana transición dirigencial donde el “dedismo” (a lo Mao) no funcionaría como método de selección y legitimación de un líder perteneciente a la “sexta generación”.
Sin embargo, pese a los crecientes desafíos como plantea Minxin Pei (Claremont McKenna College) respecto a la posición de Xi, “...su control de las palancas del poder, sigue siendo inexpugnable…”, aun cuando no parece actuar “...por fuerza, sino por inseguridad….”.
Ante este cuadro de situación, factores externos pero, sobre todo, internos ante crecientes desafíos a la autoridad del máximo líder, podrían aumentar el riesgo de un enfrentamiento militar en el Estrecho de Taiwán el cual, se presume, acallaría el escalamiento de disidencias intra partidarias.
De darse esta situación, países como la Argentina deberán adoptar posiciones alejadas de prejuicios ideológicos, que no sólo prioricen variables económicas, sino surjan como resultado de una ajustada evaluación estratégica sobre la probable evolución de la situación global, regional y, en particular, la dicotómica relación sino-estadounidense ante un posible cambio de escenario en la potencia hegemónica. Por todo lo dicho en 2024 acabamos de ingresar a un trienio de mayor incertidumbre.w