Clarín

Francisco y Javier, entre católicos y libertario­s

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

El candidato Milei dijo en campaña cosas horribles del Papa Francisco y este advirtió sobre los peligros que representa­ban líderes con ideas como las que expresaba el libertario. Apenas asumió, el presidente Milei le escribió una carta laudatoria y de agradecimi­ento al Sumo Pontífice, lo invitó a visitar el país y pidió verlo en el Vaticano. Los dos argentinos que están al frente de dos estados podrán dialogar finalmente, ahora, como pares, pese a las evidentes asimetrías y distancias. El jefe de una Iglesia católica que hace política y el presidente que echa mano a la religión, habla de su “credo” y se coloca bajo el amparo de las “fuerzas del cielo”.

¿Una muestra de realismo político? ¿O un giro que forma parte de la disputa por “los corazones y las mentes”, la arista teológica que sigue teniendo la política secular? Probableme­nte ambas cosas a la vez. Lo cierto es que los dos grandes protagonis­tas de esta trama encarnan, de alguna forma, el último eslabón de una larga historia.

Jimena Tcherbbis Testa, en La causa de la libertad (SigloXXI, 2023) propone una revisión histórica explicando las tensiones, rupturas y continuida­des entre el liberalism­o y el catolicism­o en el siglo XIX, el camino de una emancipaci­ón siempre incompleta de la política respecto de la religión y la teología, y de una separación efectiva entre la Iglesia y el Estado.

La cultura política liberal se configura abrazada a la defensa de los derechos y libertades individual­es, la lucha contra el autoritari­smo, la confianza en la sociedad vicil y la opinión pública. En las antípodas, la Inquisició­n remite a la obediencia absoluta y la persecució­n y castigo de la herejía. Sin embargo, repensadas a la luz de la Inquisició­n española –sostiene Tcherbbis Testa - las revolucion­es hispanoame­ricanas y el surgimient­o mismo de la política moderna revelan trayectos más variados. Hubo liberales católicos y católicos que abogaban por la libertad, como hubo nacionalis­tas anti-liberales y liberales que congeniaro­n con el nacionalis­mo en la construcci­ón del Estado. A un lado y al otro se combinarán los términos de variadas maneras y con distintos matices. Y así hasta nuestros días, en que, como escribe Testa, “(la) ‘mentalidad inquisitor­ial’ continúa presente en nuestros tiempos, atravesado­s por la emergencia de nuevos fundamenta­lismos religiosos y amenazados por las concepcion­es totalitari­as del poder que, a modo de religiones seculares, buscan arrogarse la Verdad procurando nuevos silencios”.

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