Una clara muestra de convicción democrática y republicana frente a derivas populistas
El homenaje a Piñera unió a Chile y dejó de lado la polarización.
Suena el tono de la trompeta frente al Palacio de La Moneda. El presidente Gabriel Boric, de rictus solemne, está de pie solo en la puerta del Palacio y rinde honores al fallecido presidente Sebastián Piñera. La imagen es conmovedora y también, tristemente, toda una rareza.
El peso de la democracia recae sobre los hombros de hombres y mujeres imperfectos y mundanos. Líderes que han aceptado llevar la carga de comandar los destinos de un país. Y en Chile, ese peso ha sido soportado con una grandeza que, aunque obvia, produce un asombro enorme en medio de los signos de los tiempos que aquejan a nuestras naciones.
Una de las frases más cuestionadas del fallecido presidente Piñera fue cuando se refirió a Chile como un oasis. Lo hizo tiempo antes de que el país, literalmente, explotara en un proceso de demandas populares que terminó en una degradación violenta e insurrecta. Seguramente se refería al progreso económico y bienestar material. Pero, cruzado por una desigualdad que se reducía mucho más lenta de lo que los ingresos crecían, la ciudadanía no sentía la sombra y la vital agua en medio del desierto.
Chile tiene problemas, como todos los países, y enfrenta desafíos propios de la modernidad, incluidas las pulsiones autocráticas y populistas.
Sin embargo, el oasis de Piñera hoy se reivindica. No es un oasis de progreso material. Es, en cambio, un oasis de convicción democrática y republicana. Chile presenció con sobriedad, durante los últimos tres días, una serie de rituales de los que la gente acompañó con respeto por el dolor propio o ajeno. El menor atisbo de una declaración que buscase rédito político generó de inmediato críticas y rechazo.
El funeral de Estado de Sebastián Piñera, aunque también se podría decir de Patricio Aylwin en 2016, no fue un festival mundano de consignas y barras bravas. Fue la presencia misma del Estado en su naturaleza, esa que lo vincula inquebrantablemente a la soberanía de la gente.
Hablaron Michelle Bachelet (socialista), Eduardo Frei (demócrata cristiano) y Boric (autonomista). Hombres y mujeres que sostuvieron o sostienen los destinos de la nación y responden con la entereza de aquel que mira más allá de sus partidarios.
En Chile hay chicanas y frases grandilocuentes. Pero la muerte de Piñera, o los voraces incendios del sábado pasado demostraron que, cuando se trata de lo importante se descarta lo accesorio. Se trata, al fin y al cabo, de hacer recaer la democracia en los hombros de hombres y mujeres imperfectos, pero bien intencionados y con la grandeza suficiente para entender que el poder se ejerce pero no les pertenece.w