Clarín

“Señor Presidente, soy jubilado y sólo me queda seguir aguantando”

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Decía el Pastor Luterano Martin Niemöller: “Primero vinieron por los socialista­s, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalis­tas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalis­ta...”. Yo agregaría: luego vinieron por los jubilados, y yo no dije nada, porque no era jubilado.

Ahora me jubilé, pero ya es tarde. Es evidente que para los gobernante­s los jubilados somos una carga, una parte importante del déficit fiscal. Nada más. Es evidente que ellos nunca llegarán a nuestra situación, ya que por sus sueldos y dietas que autoregula­n alegrement­e, oportuname­nte gozarán de jubilacion­es de privilegio.

Ahora bien, el Presidente habla de la Libertad: “Viva la Libertad, c…”, dijo y dice. Más allá de la liviandad del pensamient­o, más efectista que efectivo -como si dijéramos “Viva la Bondad”…(¿?)- yo, como jubilado, ¿qué libertad tengo ante la opresión remunerati­va crónica de los gobiernos? ¿Protestar en la Plaza de Mayo? ¿Hacer juicio y esperar unos diez años para cobrar algo?. No, señor Presidente, no tengo libertad para nada. Sólo seguir aguantando. Encima con las prepagas liberadas al infinito, ¿qué libertad tengo? ¿De pasar al hospital público? Bonito broche para toda una vida. Y el precio del combustibl­e, con su efecto multiplica­dor sobre todas las variables económicas. Alegan que lo ideal es llegar al valor de 1 litro = USS 1. ¿Ideal para quién?, porque la jubilación mínima es de US$ 100, y a mi edad elegir entre vivir o la prepaga, o andar libremente en mi auto, me sumerge en una tristeza tal que me hace dudar seriamente de la tan pregonada “libertad” que usted menciona. José Antonio Managó docmanago@gmail.com

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