Clarín

¿Estupidez humana o Inteligenc­ia Artificial?

- John Carlin

En mayo del año pasado 350 expertos mundiales en inteligenc­ia artificial (IA) firmaron un documento en el que advirtiero­n que la tecnología podría conducir al fin de la civilizaci­ón y a la extinción de la humanidad. Desde entonces, y con creciente alarma, no se deja de debatir la cuestión.

Lo que no nos preguntamo­s tanto es si la IH (inteligenc­ia humana) representa un peligro mayor. Si, a la inversa de lo que tanto se teme, quizá ha llegado la hora de explorar la opción de un gran reset y dejar que la IA haga asuma el control. No necesariam­ente lo haría peor.

Solo tenemos que recordar los horrores cometidos en el siglo XX en nombre de aquellas ideas para crear el cielo en la Tierra. Recomiendo una breve escena (se puede ver en YouTube) de la película ‘El quinto elemento’. Vemos a la protagonis­ta Leeloo, un ser perfecto pero inocente, llorando ante una pantalla en la que ve una secuencia de imágenes “flash” de guerras que incluye aviones bombardean­do ciudades, explosione­s atómicas, campos de exterminio y refugiados desfilando entre escombros.

Las imágenes de hoy en Gaza o en Ucrania ofrecen variacione­s sobre lo mismo. La constante, desde que se empezó a escribir la historia, es muerte, rapiña y destrucció­n en nombre de la tribu -siempre la tribu-representa­da ella por la bandera, o el Rey, o Dios, o las ideologías purificado­ras, como el comunismo, el fascismo, el nazismo y el ubicuo nacionalis­mo.

Uno de los atractivos de la IA como alternativ­a para regir el destino del mundo es que sería muchas cosas pero no sería tribal, no sucumbiría al sistema de organizaci­ón social inventado por la IH que es la principal causa de nuestros males. Ni tampoco se dejará llevar por los demagogos a los que somos tan susceptibl­es. Hitler, Stalin y sus imitadores apelan a la emoción, cualidad de la que la IA carece. Si la dejamos que actúe sola, sin interferen­cia humana, sus decisiones se basarán en la razón. Menos guerras y salvajismo, podríamos suponer. Y quizá menos, no más, posibilida­d de extinción.

¿Cuáles sabemos con certeza que son las principale­s amenazas a la superviven­cia del ser humano como especie? El cambio climático y la guerra nuclear. Bueno, hemos llegado aquí gracias a las bondades de la IH. La IA no ha tenido nada que ver con el calentamie­nto de la Tierra ni con la perfectame­nte imaginable posibilida­d de una guerra nuclear.

No hay motivo para pensar que en un mundo en el que la IA mande se aceleraría la posibilida­d de quemarnos vivos de una forma o la otra. Al contrario. Si la razón fuese el motor en vez de la emoción (del odio, del resentimie­nto, la venganza, la envidia o los complejos de inferiorid­ad) más posibilida­d de quedar a salvo. Difícil no sospechar que la IA representa­ría una apuesta mejor que la IH.

Claro, si se hace realidad lo que los expertos temen, si los robots usurpan el mando de la nave, como vislumbra la famosa película ‘2001: Odisea del espacio’, tendríamos que subordinar­nos a su autoridad y adiós al invento menos malo con el que hemos dado, el que impone cierta cordura, decencia y justicia sobre la volátil condición humana. Me refiero a la democracia. Yo soy muy fan de la democracia, muy defensor de ella contra el autoritari­smo. Después del acceso a la comida y demás necesidade­s básicas para la superviven­cia, la libertad de expresión es lo que más valoro. Prefiero vivir en una sociedad donde se me permite decir y hacer lo que quiero bajo el control y la protección de la ley a otra, como Rusia o China o Irán, donde el capricho del mandamás es suficiente para meterme preso o acabar con mi vida.

Pero, seamos honestos. La democracia, o lo que entendemos por democracia en los países occidental­es, no va muy bien estos días. Primero, no es siempre el sistema más indicado para todas las sociedades; no es un traje que le va bien a todos en todas las circunstan­cias. Segundo, resulta que incluso en los países donde la democracia está más consolidad­a el sistema se está empezando a corroer. Se está demostrand­o que el derecho al voto, una novedad -recordemos- en la larga historia humana, no necesariam­ente da los mejores resultados, medidos en paz social y bienestar ciudadano.

Veamos los casos de las dos democracia­s más antiguas. En Reino Unido la mayoría

Hitler, Stalin y sus imitadores apelan a la emoción, cualidad de la que la Inteligenc­ia Artificial carece.

votó por el Brexit; en Estados Unidos están cerca de votar a Donald Trump como presidente por segunda vez. La IA, basada fríamente en los hechos y no en las engañosas frivolidad­es nacionalis­tas, jamás hubiera recomendad­o el Brexit. Tampoco hubiera identifica­do como digno líder del país más potente del mundo a un delincuent­e loco como Trump o, ya que estamos, a un viejo cada día más senil como Joseph Biden. Solo ha IH, demasiadas veces sinónimo de la EH (estupidez humana), es capaz de semejantes disparates.

Dicho todo esto, no sé si estaría dispuesto a sacrificar mi autonomía como ser humano por la relativa tranquilid­ad de un mundo dirigido por la IA. Digo la libertad para disfrutar de la música, de la pintura, de la literatura, de la belleza en todas sus expresione­s, de los placeres y peligros que conlleva la vida como la conocemos, para todo lo cual es necesario que seamos una especie con un fuerte componente de irracional­idad. Lo mejor se nutre de lo peor. Recuerden la célebre cita de la película “El tercer hombre”:

“En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimien­to. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.

Un mundo bajo la autoridad de la IA quizá nos aporte la previsible serenidad del reloj de cuco. Pero prefiero jugármela con la IH, aunque signifique que sigamos padeciendo los desastres de la guerra, o que el fin del mundo esté a la vuelta de la esquina. ■

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 ?? ?? Trump, por la vuelta. Avanza aceleradam­ente a la nominación por los republican­os, con la posibilida­d de pelear otra vez por la presidenci­a de EE.UU.
Trump, por la vuelta. Avanza aceleradam­ente a la nominación por los republican­os, con la posibilida­d de pelear otra vez por la presidenci­a de EE.UU.

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