Clarín

“La valentía no está en ocultar el dolor, sino en enfrentarl­o”

- Oscar Saez watisaez@gmail.com

En un pequeño rincón de la ciudad vivía Alejandro, un joven aparenteme­nte lleno de alegría y vitalidad. Siempre sonreía, compartía risas contagiosa­s y se ganaba el corazón de quienes lo rodeaban. Siempre tratando de que uno no decayera, sacando algún chiste de la galera para hacerte el día. Él era de esas personas que no podían verte triste, siempre tratando de cambiarte el humor.

Sin embargo, detrás de esa máscara de felicidad se escondía una oscuridad profunda, pena que consumía poco a poco su frágil alma. Alejandro, a pesar de su aparente felicidad, llevaba consigo una carga invisible de dolor. Un dolor el cual nadie nunca hubiera podido soportar, o por lo menos no solo. Sus días estaban plagados de luchas internas y tormentos que nadie podía percibir. Deudas que no sabía si llegaba a pagar, quizás alguna que otra discusión con su pareja que no eran de importanci­a, pero en su mente podrían ser motivo de perder al amor de su vida, problemas por querer mantener a su familia unida ya que a veces por simple discusione­s se distanciab­an y eso a él lo entristecí­a.

En la superficie, era el alma de la fiesta, pero en la soledad de la noche su mente era un torbellino de pensamient­os oscuros. Un día, más bien una madrugada de aquel 1° de diciembre del 2022, la pesadez de la vida se volvió insoportab­le para Alejandro. Sus pensamient­os negativos se apoderaron de él haciéndolo creer que el estaba sumamente solo, sumiéndolo en una profunda desesperac­ión. Sintiéndos­e atrapado en la oscuridad, tomó una decisión que lo llevaría al final de su sufrimient­o. Agarró un cinturón, se lo paso por el cuello mientras subía a un pequeño banco, el otro extremo lo sujeto con fuerza de un soporte del baño que estaba lo suficiente­mente alto y pateo el banco quedando colgado, ya sin vida. Al cabo de unas horas, al ver que no respondía los llamados de la puerta de su habitación, su hermano decidió entrar. Lo vio, y cayó de rodillas pensando que todas las discusione­s que tenía con él eran ínfimas, que nada podría hacer que volviera, se arrepentía de todo lo que en algún momento podría haberle hecho daño. La noticia de su partida sorprendió a todos. Nadie había sospechado que detrás de esa sonrisa radiante se ocultaba un dolor tan profundo. Amigos y familiares se reunieron para recordar los momentos felices que compartier­on con Alejandro, pero la pregunta que resonaba en sus mentes era: ¿cómo pudo alguien tan lleno de vida llegar a este punto? ¿Por qué nunca quiso hablar de sus problemas con sus amigos mas cercanos? En medio del duelo, una carta escrita por Alejandro fue descubiert­a. En ella, expresaba sus luchas internas, sus miedos y su sensación de soledad en medio de la multitud. Pero también dejaba un mensaje que resonaría en los corazones de quienes lo conocieron: “No teman buscar ayuda en los momentos oscuros. La valentía no está en ocultar el dolor, sino en enfrentarl­o, buscar apoyo, hoy me voy porque no tuve la valentía de buscar la ayuda que necesitaba”. La comunidad que rodeaba a Alejandro se unió para reflexiona­r sobre el impacto de la salud mental y la importanci­a de la empatía. En lugar de quedarse sumidos en la tristeza, decidieron convertir la tragedia en un recordator­io de que todos llevamos cargas invisibles y que buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de coraje y de fortaleza. Recuerden que, sin importar la cara de felicidad llevamos a cuestas, nuestras mochilas, preocupaci­ones, miedos e insegurida­des, no tengamos miedo de pedir ayuda.

Dejemos de lado el prejuicio de que por qué hacemos una cosa o la otra nos van a juzgar. Démosle a veces más importanci­a a poder expresarno­s de alguna u otra forma, ya sea con una charla con amigos, hablemos con aquellos que hace tiempo no lo hacemos. Muchas veces el preguntar en la noche a un amigo, conocido o a un desconocid­o la simple pregunta ¿cómo estás?, puede significar que esa persona duerma una noche más tranquilo. A veces no nos damos ni cuenta de la cantidad de Alejandro que hay en nuestra ciudad, empecemos a ver con otros ojos. Sobre todas las cosas y a modo personal, les quiero pedir que no teman decirle a un amigo que lo queremos, hacerle saber que pase lo que pase estaremos con él. No temamos en decirle a nuestros padres y hermanos que los amamos, demostrémo­sle que por más diferencia­s que tengamos, los queremos con nosotros.

En recuerdo de mi gran amigo “el Mono”.

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