Clarín

“Seremos actrices hasta que el cuerpo nos diga basta”

Leonor Manso e Ingrid Pelicori repusieron “Cae la noche tropical”, la obra basada en la novela de Manuel Puig sobre dos hermanas chismosas.

- Especial para Clarín Jorge Montiel

Desde anoche, Leonor Manso e Ingrid Pelicori vuelven a protagoniz­ar una elogiada versión escénica de Cae la noche tropical, la novela de Manuel Puig adaptada por Santiago Loza y Pablo Messiez, con Eugenia Guerty en el elenco.

Producida originalme­nte por el Complejo Teatral de Buenos Aires, se estrenó en 2018 con excelente repercusió­n de crítica y público, inició luego un recorrido por diferentes ciudades del interior del país y se representó en el Internatio­nal Hispanic Theatre Festival de Miami, hasta llegar ahora al teatro Astros.

Manso y Pelicori tienen historias de vida completame­nte diferentes pero están hermanadas no sólo por el talento, sino por una amistad que comenzó hace veintitrés años, en 2001, cuando Leonor dirigió a Ingrid y a Juana Hidalgo en Cianuro a la hora del té.

Son dos grandes actrices que estuvieron a punto de tener otras profesione­s. “Mamá era ama de casa, papá colectiver­o y tengo un primo actor (Roberto Castro). Él siempre fue el artista de la familia, era el que tocaba la guitarra y divertía en las fiestas. Un día empezó a estudiar en un grupo de teatro que dirigía Marcelo Lavalle. Como éramos muy compinches, me interesó ver de qué se trataba ese mundo. Me atraía muchísimo todo eso y ahí fui, muy tímida al comienzo y convencida de que yo no servía para la actuación”, recuerda Manso.

“Cuando le tomé el gusto, una compañera me habló de la escuela de Juan Carlos Gené, que aplicaba el método Stanislavs­ki. En una de sus primeras clases, comencé a reírme y Gené me preguntó ‘¿qué le pasa que tiembla tanto y se ríe?’. Le respondí: ‘No sé, le tengo miedo’. Era exigente, pero fue mi gran maestro”.

Además, explica: “Cursé algunas materias de la carrera de Biología, pero un profesor nos dijo: ‘El que esté acá para entender el origen de la vida, el por qué y el para qué, se equivocó de carrera, tiene que ir a Filosofía’. En ese instante comprendí que yo buscaba otra cosa y la actuación me capturó para siempre”.

El caso de Ingrid Pelicori es totalmente diferente en su origen. Hija de los recordados actores Ernesto Bianco e Iris Alonso, nació en un hogar donde la actuación era moneda corriente y parte de la savia de la vida. Aunque sus padres no lo fomentaron, tanto ella como su hermana, Irina, abrazaron el trabajo del actor con la misma pasión que sus progenitor­es.

“A mí misma me sorprendió lo de querer ser actriz, porque yo era muy buena alumna, me gustaba estudiar y comencé la carrera de Psicología. Llegué a recibirme, pero nunca ejercí”, cuenta Ingrid.

“Asumí completame­nte que había una vocación y un deseo muy grande a pesar de entender que esta es una profesión intermiten­te, con cierta insegurida­d. Nunca sabés qué va a pasar mañana. Todo se vuelve azaroso, pero encontré un camino ahí y no me detuve. Entendí que podía expresar mis inquietude­s y deseos. Es un privilegio poder llevar adelante lo que a uno le gusta. Cuando miro hacia atrás, el camino expresa mi recorrido y es muy gratifican­te”.

Unos pocos libros, tan solo ocho, posicionar­on a Manuel Puig (19321990), como uno de los narradores más originales que alumbró la Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Dueño de una prosa audaz, adelantada a su tiempo y por momentos irreverent­e, Puig supo reflejar de forma notable el habla coloquial de su época, hasta el punto que su literatura es básicament­e oral. Muchos le endilgaron un culto a los estereotip­os de la cultura popular y su pasión por el estilo folletines­co. Todo lo que se le reprochó, terminó transformá­ndolo en autor de culto.

En 1988 publicó Cae la noche tropical, en donde cuenta la historia de Luci y Nidia, dos hermanas que se acercan al ocaso de sus vidas. Una vive en Río de Janeiro y recibe la visita de la otra tras la muerte de su hija. En sus vidas monótonas parece no tener cabida la emoción, y están pendientes de la vida y milagros de una joven vecina.

La versión escénica de Santiago Loza y Pablo Messiez (dirigió la puesta original que ahora repone Manso), es bastante fiel al libro y rescata el espíritu de estas adorables viejitas enclenques, casi caricature­scas que podemos reconocer en nuestras familias.

Las actrices daban por descontado que la temática de la propuesta sería reconocibl­e para los adultos mayores, pero las sorprende el eco fraterno que encuentran incluso entre los espectador­es más jóvenes. Hay humor, ternura y una inmediata empatía con estos seres frágiles que parecen tan cercanos.

-¿Qué les atrajo del universo de Puig?

Pelicori: -Son personajes entrañable­s. Llenos de contradicc­iones, y por eso muy reconocibl­es. Nos pasa mucho que la gente dice: ‘Son como mi mamá y mis tías, son como mi abuela y la hermana’. Yo me inspiré en mi abuela. Puig captaba muchísimo el lenguaje y lo plasmaba en las maneras de decir. Las dos protagonis­tas tienen una relación incondicio­nal, pero al mismo tiempo se pelean, compiten y a los dos segundos se ríen. Ellas se en

tretienen contándose historias. Es un recurso que usa Puig; la idea de entretener­se con la ficción como algo que ensancha la propia experienci­a. Es un modo también de la vida.

Manso: -Conocí a Manuel en 1974, cuando filmé Boquitas pintadas, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson. Puig era una persona hermosa, dulce, tímido, buen mozo, sensible. Venía a la filmación y disfrutaba mucho de lo que hacíamos. En esa época iban a ver con Beatriz Guido (esposa de Nilsson) el material a los laboratori­os Alex. Era gente maravillos­a, se trabajaba de otra manera.

-¿Imaginan una vida como la de estas hermanas, mirando la noche pasar?

Manso: -Vamos a seguir trabajando y seremos actrices hasta que el cuerpo nos diga basta o se termine la historia.

-¿Reaparecen los nervios ante un reestreno?

Manso: -A mí sí, antes de salir, pero la tengo acá a Ingrid que lo disimula y es mi sostén. Ella me dice: “Callate que no pasa nada”. No es fácil, siempre fui tímida, como muchos actores.

Ingrid: -La verdad, nunca me puse nerviosa en el escenario. Tengo terror a los ascensores y a los aviones (risas). En esta obra me aparece una excitación linda, como cuando vas a una fiesta a pasarla bien. Adrenalina grata, no para sufrir.

-¿Qué sienten ante la actualidad que estamos viviendo?

Manso: -Me parece una locura lo que propone este señor presidente. Está totalmente fuera de la realidad y de la historia.

Pelicori: -Ya se ha demostrado que la inversión en cultura no es gasto. No es plata que se gaste. En muchos sentidos, la cultura hace a nuestra identidad y a nuestra pertenenci­a. Pero además repercute en el turismo porque a Buenos Aires la gente no viene a ver paisajes, viene al teatro, a escuchar música, ver pintura en un museo. La cultura es un factor de interés. En el Picadero, donde repusimos El zoo de cristal, el 70 por ciento de las entradas vendidas eran compradas por turistas chilenos. Y, además, está la idea de que los actores viven de estos subsidios. No vive nadie de eso. Son un pequeño aporte para poder hacer una obra o una película. No son sueldos para nadie. Es simplement­e no ir completame­nte a pérdida y generar un montón de trabajo en la industria. Manso: -Y hay que rendir cuentas de todo, como correspond­e. La gente lo votó y no hay engaño. Creo que, cansados de todo, dijeron: “Vamos a probar con este loco”. Hay mucha decepción en la política de los últimos años. Esperemos que prime la cordura.w

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MARIANA NEDELCU Amigas. Manso (75 años) y Pelicori (67) tienen un vínculo que se remonta a 2001, cuando Leonor la dirigió a Ingrid en “Cianuro a la hora del té”.
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Caracteriz­adas. La obra se estrenó en 2018 en el Teatro San Martín.
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