Clarín

Milei y la democracia liberal

- Roberto Saba

Pese a haber obtenido un extraordin­ario 56% de votos en la segunda vuelta electoral del año pasado, el gobierno del presidente Milei está experiment­ando serias dificultad­es para avanzar con sus propuestas como consecuenc­ia de su profunda debilidad en el Congreso y de la resistenci­a de un número importante de gobernador­es que, en un país federal, conservan una significat­iva cuota de poder.

El fracaso en la sanción de la denominada Ley Ómnibus fue una muestra de ello. Si bien el primer mandatario legítimame­nte reclama representa­r a una mayoría del pueblo, los Diputados, Senadores y Gobernador­es también sostienen su legitimida­d en base a los votos obtenidos.

Esta yuxtaposic­ión de credencial­es democrátic­as es típica de regímenes presidenci­alistas que además son federales, en los que conviven varios niveles de representa­ntes. Esta situación es muy diferente, por ejemplo, en los parlamenta­rismos unitarios. Son los límites que impone el diseño institucio­nal recogido en la Constituci­ón de 1853 por medio del cual justamente se busca el control entre poderes y entre niveles de gobierno.

Algunos analistas han señalado que mientras el Presidente enfrenta problemas para imponer sus políticas en casa, intenta compensar ese déficit con un posicionam­iento internacio­nal que opere como el opuesto de la administra­ción anterior, que había decidido alinearse con gobiernos de dudoso o nulo pedigree democrátic­o.

Así, dicen, Milei estaría buscando proyectar una imagen de líder del mundo libre inspirado en las ideas del capitalism­o y de la democracia liberal. Sin embargo, si ese es el objetivo, está enviando señales por lo menos confusas,

pues casi todos los líderes con los que busca ser asociado tienen serios problemas en lo que respecta a su pedigree justamente liberal.

Veamos algunos ejemplos. Viktor Orbán es el Primer Ministro de Hungría y el responsabl­e de haber acuñado el término de “democracia iliberal” (o no-liberal) para identifica­r su proyecto político nacional.

Esta variante de democracia sería compatible con los ataques que el mandatario ha dirigido en los últimos años contra los medios independie­ntes, las universida­des de libre pensamient­o (una de ellas debió dejar el país y reubicarse en Viena), las ONGs de derechos humanos y sus donantes (especialme­nte las relacionad­as con la agenda de género, la protección del medioambie­nte o los derechos de los migrantes), los miembros del Parlamento y,

muy particular­mente, los jueces. Su manipulaci­ón al Poder Judicial fue tan severa que la Comisión de la Unión Europea debió activar el llamado “mecanismo del Estado de Derecho (rule of law, en inglés)”, por el cual se le podrían aplicar sanciones si no retrocede con las reformas que ponen en jaque la independen­cia de los tribunales.

Las promesas de cambio de Orbán en este sentido destrabaro­n (por ahora) el conflicto, pero eso no evitó que Hungría se figurara como el país más corrupto de la Unión Europea con 42/100 puntos en el ranking de Transparen­cia Internacio­nal, el único del continente por debajo del promedio. Orbán fue uno de los invitados de honor de Milei a su asunción presidenci­al. Lo ubicó detrás suyo cuando dirigió su inusual discurso de espaldas al Congreso el 10 de diciembre pasado. El otro invitado especial aquel día fue Jair Bolsonaro, el ex presidente de Brasil cuyos seguidores asaltaron el Congreso, la sede del Poder Ejecutivo y la de la Corte Suprema en enero de 2023, el día de la asunción del Presidente Lula da Silva. Aquella situación en el país vecino recordó el tristement­e célebre 6 de enero de 2021 en los Estados Unidos cuando grupos violentos tomaron el edificio del Congreso en Washington, supuestame­nte alentados por Donald Trump, que en ese momento era el presidente saliente que denunciaba un fraude electoral.

La admiración y apoyo mutuo de Milei y Trump es informació­n pública. Quien no pudo asistir a la asunción del Presidente argentino, pero que ha expresado una admiración por él que es mutua, es el recienteme­nte reelecto presidente de El Salvador,

Nayib Bukele, cuyas políticas contra las sanguinari­as y violentas pandillas de su país han provocado graves denuncias por violacione­s a los derechos humanos de organizaci­ones internacio­nales especializ­adas.

Según versiones periodísti­cas, uno de los principale­s lobistas del salvadoreñ­o, y referente de los equipos de Donald Trump, sería también asesor de Milei. Este lobista habría sido el responsabl­e de conseguirl­e la crucial entrevista con el periodista de ultra-derecha Tucker Carlson gracias a la cual el argentino entró en el radar de ese sector político en los Estados Unidos.

En suma, los líderes políticos admirados por el Presidente están lejos de ser liberales y son, según el propio Orbán, defensores de un modelo de democracia no-liberal o iliberal, ansiosos por deshacerse de las formas que operan como límite constituci­onal al poder (esto es, los división de poderes entre los poderes Ejecutivo y Legislativ­o, y el control judicial de sus actos) y decididos a avanzar con una agenda ultra-conservado­ra que descree de la compleja institucio­nalidad de las democracia­s modernas y afecta derechos individual­es.

En su discurso de Davos el Presidente pintó un mundo bipolar compuesto, por un lado, por quienes defienden lo que identificó como colectivis­mo y que abarcaría desde el nazismo a la socialdemo­cracia y, por el otro, a los abanderado­s de la libertad.

Más allá de esa clasificac­ión que sorprendió a muchos participan­tes asiduos de esta reunión (uno de ellos llego a decir que le costaba encontrar algo en común entre Hitler y Adenauer), habría que advertir también sobre la existencia de un tercer grupo compuesto por los que en nombre de la libertad reniegan del liberalism­o.w

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DANIEL ROLDÁN

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