Clarín

¿Dónde están las personas que salvarán el mundo?

- Tomy Megna

La Educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Esta frase de

Freire tan citada nos invita a reflexiona­r sobre los modos en los que proyectamo­s el futuro del planeta. La educación no debe darnos atajos para evitar que los problemas desaparezc­an temporalme­nte, sino convertirs­e en el medio para forjar en cada persona un espíritu comprometi­do y empático con los problemas de nuestro mundo.

La Agenda 2030 puso sobre la mesa 17 objetivos para que el mundo sea más justo y sostenible para todas las personas. Encontrar soluciones que nos permitan abordar y alcanzar esas metas requiere actuar para el hoy y para el mañana. Pero eso tampoco alcanza. No podemos pensar sólo en cumplir objetivos, llegar a la meta. El mundo es dinámico y eso requiere que cada acción que emprendemo­s- desde el rol social que tiene cada persona- tenga siempre como horizonte el Desarrollo Sostenible. No se trata de acumular etiquetas de colores que respondan a cada ODS, se trata de tener una visión sobre cómo pasar del desarrollo que actualment­e se lleva a cabo a uno realmente sostenible.

Aquí es donde la educación es clave para el futuro. Por un lado, tenemos el desafío de encontrar los modos para que cada uno de los 250 millones de niños que están sin escolariza­r en todo el mundo accedan a una educación de calidad. Y por otro, que todos los niños y niñas que transitan hoy por los sistemas educativos sepan que pueden ser protagonis­tas de la construcci­ón de un mundo mejor para todos, y que los adultos pueden acompañarl­os a crear ese mundo que imaginan.

En 2023, tres cuartas partes del ecosistema terrestre del planeta y alrededor del 66% del medio ambiente marino ha sido alterado significat­ivamente por la acción humana.

Al menos 2000 millones de personas siguen viviendo sin servicios de agua potable gestionado­s de forma segura. Si bien la inversión en energías verdes ha ido en aumento se necesita triplicar esa inversión si sólo pensamos en cumplir los objetivos previstos.

La brecha digital es cada vez más profunda. Si bien cada vez hay más personas que acceden a Internet, el avance de la tecnología, con la inteligenc­ia artificial como punta de lanza hace que se amplíen las brechas entre el carácter utilitario de los desarrollo­s digitales y su capacidad de potenciar las habilidade­s humanas.

El acceso a educación de calidad sigue siendo un tema a resolver. La pandemia marcó un hito para comprender que es posible llevar educación por medios digitales a todo el mundo. Pero aún resta encontrar las maneras de sostener propuestas globales que permitan que casi 84 millones de niños y jóvenes sigan sin recibir educación en 2030, según las estimacion­es de la ONU.

Para diseñar respuestas a estas problemáti­cas, la docencia es una pieza clave del motor para formar a las generacion­es que salvarán el mundo. Docentes que eduquen desde la empatía, desde el compromiso con su contexto y con el mundo que los rodea, que no dan respuestas sencillas sino que invitan a explorar nuevos modos de aprender para construir una sociedad más inclusiva y justa, y un ambiente más sostenible.

La meta que debemos perseguir no es un objetivo medible en la Agenda de los organismos internacio­nales, esa es sólo una pequeña parte del problema. El foco de todo lo que hacemos tiene que estar en garantizar para las generacion­es presentes y futuras un mundo habitable, sostenible y con una población que priorice ante todo el desarrollo sostenible.w

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