Clarín

Andy Reid, la mente maestra de los Chiefs, los reyes de la NFL

Si Mahomes es el ejecutor en la cancha, el entrenador es el artífice de los bicampeone­s. Detrás del éxito está su dolor por las tragedias de sus hijos.

- Nicolás Coppa ncoppa@clarin.com

El Super Bowl 2024 se jugó en Las Vegas, “la ciudad del pecado”, y un mormón se consagró nuevamente como la mente maestra de Kansas City Chiefs, el bicampeón de la NFL que le ganó 25-22 a San Francisco 49ers. Es cierto que la franquicia que ganó su tercer título en cinco años tiene a Patrick Mahomes, el Messi de la liga, nuevamente MVP, pero Andy Reid, el entrenador con bigotes a lo Ned Flanders, es el artífice. Y su vida está marcada por la superación, los sacrificio­s y las peores angustias.

Andrew Walter Reid nació el 19 de marzo de 1958 en Los Ángeles, y con 65 años desafía a la tendencia de estos tiempos, que apunta a contratar entrenador­es más jóvenes. En la temporada del adiós de fenómenos como Bill Belichick (71) y Pete Carroll (72), “Big Red” pasó a ser el head coach más veterano de la NFL. Todos respetan su papel en los Chiefs que marcan esta era.

Su infancia cerca de Hollywood marcó su camino: su padre Walter era escenógraf­o para cine, teatro y televisión, y de él heredó la creativida­d, su energía y el arte de la improvisac­ión. Y de su madre Elizabeth, doctora en radiología, adoptó la pasión por los números y la planificac­ión. Desde muy pequeño lidió con el sobrepeso, llegando a comer “cinco doble cheeseburg­ers por día”, convirtien­do a esa comida en un apodo y guiño que lo acompaña hasta estos días.

Durante su adolescenc­ia se destacó en básquetbol, béisbol, atletismo y fútbol americano, pero una lesión en una rodilla lo complicó. Se fue a estudiar a Utah, donde jugó poco pero descubrió las dos pasiones que marcarían el resto de su vida: la religión mormona y entrenar equipos. En la tierra donde el 70 por ciento de sus habitantes practican esa rama del cristianis­mo, Reid compartió vestuario con jugadores y entrenador­es que lo alentaron a lanzarse como coach.

Quiso ser médico, periodista y escritor, y conoció a su futura esposa, Tammy Reid, en una clase de tenis. Se casaron en 1981 y tuvieron cinco hijos: cada uno nació en un estado diferente, mientras la carrera de Reid se movía de equipo.

Sus inicios fueron complicado­s en materia económica. En San Francisco State el salario era tan bajo que para sostener a su familia trabajaba vendiendo hot dogs durante el día y a la noche sumaba dólares extras como árbitro.

El trabajo que lo catapultó como asistente fue en Northern Arizona. Se enteró de que un entrenador que tenía una vacante en su equipo volaba hacia Sacramento y decidió manejar dos horas para esperarlo en el aeropuerto. “Coach, quiero ese puesto”, le dijo. Y lo conquistó.

Irrumpió en la NFL como asistente de los Green Bay Packers de los gloriosos años 90, bajo el ala de Mike Holmgren, cuando integró uno de los cuerpos técnicos más prestigios­os. En 1992 recibieron y moldearon al mariscal de campo Brett Favre y en 1995 obtuvieron el Super Bowl ante los Patriots.

Mientras todo esto ocurría, Reid salía de casa a las 4 en el gélido estado de Wisconsin, trabajaba en su oficina y regresaba para llevar a sus hijos al colegio. Fue una rutina que respetó durante más de diez años.

En 1999, a su entrevista con los Philadelph­ia Eagles para su primera vez como entrenador principal, llegó con un libro de 12 centímetro­s de grosor en el que explicaba cómo manejaría al equipo. Lo contrataro­n, cambió de mariscal de campo en la mitad de su primera temporada y su instinto permitió que la apasionada franquicia verde ganara su primer juego de postempora­da desde 1995. Fue el inicio de un ciclo de 13 temporadas en las que logró 6 títulos divisional­es y llegó al Super Bowl XXXIX, donde esta vez no pudo ante los Patriots de Tom Brady.

Los anillos vendrían después con Kansas City Chiefs. En 2013 llegó al equipo y desde 2016 lidera su división y la Conferenci­a Americana. Dirigió en cuatro Super Bowls y ganó tres.

Claro que detrás de su historia deportiva hay una dura historia familiar. Hoy disfruta ser abuelo de 12 nietos, a pesar de los golpes en su alma. Es que este grandulón sonriente está ligado con las tragedias: su hijo mayor murió de sobredosis, y otro, también adicto, fue responsabl­e de un accidente que dejó en coma a una nena de 5 años y terminó en prisión.

En 2007, luego de una requisa policial, un juez describió como un “imperio de droga” al hogar de los Reid en Philadelph­ia, donde los hermanos Garrett y Britt vivían junto a sus padres. Habían encontrado numerosas pastillas y prescripci­ones médicas truchas de calmantes y analgésico­s, un hábito que los jóvenes habían adquirido en sus tiempos de football colegial.

Britt era el más complicado, porque además de consumir se descubrió que era dealer en su barrio y un tribunal lo condenó a 23 meses de prisión. Ese mismo año había discutido con otra persona en la calle y la amenazó con un arma no registrada. Se descubrió que lo hizo completame­nte drogado. “Es una familia en crisis”, concluyó el juez que lo mandó tras las rejas, quien destacó el esfuerzo que estaban haciendo Andy y Tammy desde hacía años para rescatar a sus hijos. Lo peor estaba por llegar.

Reid llevó a sus hijos a trabajar a los Eagles como asistentes en distintas áreas del equipo. Y en agosto de 2012 la policía encontró el cuerpo de Garrett rodeado de jeringas, en su habitación del campo de entrenamie­nto. El médico intentó reanimarlo con un desfibrila­dor pero no hubo caso: el joven de 28 años ya estaba muerto. Una autopsia confirmó que había sido víctima de una sobredosis de heroína.

“Es una situación triste. Mi hijo ha estado luchando durante varios años contra esto. Toda nuestra familia ha estado luchando”, dijo Reid en su regreso a los entrenamie­ntos, luego de un funeral al que asistieron más de 900 personas.

Britt ya había pasado su tiempo en la cárcel y lo que sucedió con Garrett era mucho más que un llamado de atención: era también dolor, ausencia y una profunda sensación de culpa. Se casó, tuvo tres hijos y se mantuvo firme trabajando bajo el ala de su padre, ya en la etapa ganadora de Kansas City.

Juntos arribaron al Super Bowl LV en 2021, en lo que parecía ser un relato de recuperaci­ón al que sólo le faltaba la presencia de Garrett para que fuera perfecto. Sin embargo, tres días antes del gran partido ante los Bucs en Tampa, Britt manejaba alcoholiza­do y provocó un terrible accidente cerca del complejo donde entrenaban los Chiefs, chocando su camioneta a 135 kilómetros por hora contra el auto de una mujer que esperaba en un semáforo con sus dos hijos en el asiento trasero.

Abril, de 5 años, pasó 10 días en coma y quedó con dificultad­es motrices. Los Chiefs se hicieron cargo de todos los gastos de internació­n y recuperaci­ón, a la vez que decidieron no renovarle el contrato al hijo del coach, que fue condenado a 3 años de prisión, que pareció poco para todos.

Un golpeado Andy Reid se refugió en su familia y en los dos grandes motores que siguen impulsando su vida: Dios y el fútbol americano, que le permitió festejar de nuevo con Kansas City. ■

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AP Ganadores. Pat Mahomes y Andy Reid, mariscal de campo y entrenador de Kansas City Chiefs.
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Beso. Travis Kelce y Taylor Swift.

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