Clarín

La madera de los botes de los “sin papeles” se hizo música en La Scala

Luthiers presos en Milán construyer­on 14 instrument­os con restos de barcos de inmigrante­s.El célebre teatro dio una función con obras de Bach y Vivaldi.

- Colleen Barry

Los violines, violas y violonchel­os usados por la Orquesta del Mar en su debut el lunes en el célebre Teatro alla Scala de Milán llevan consigo historias de desesperac­ión y redención.

La madera que se dobló, cinceló y exprimió para formar los instrument­os se recuperó de los destartala­dos barcos de contraband­istas que llevaban inmigrante­s “sin papeles” a las costas de Italia. Los luthiers que los crearon son presos de la cárcel más grande de Italia.

El proyecto, denominado Metamorfos­is, se centra en transforma­r lo que de otro modo podría descartars­e en algo de valor para la sociedad: madera podrida, en instrument­os finos; reclusos, en artesanos; todo bajo el principio de rehabilita­ción. A dos reclusos se les concedió permiso para ver el concierto en el que catorce instrument­os de cuerda fabricados en prisión tocaron un programa que incluía obras de Bach y Vivaldi. Se sentaron en el palco real junto al alcalde Giuseppe Sala.

“Me siento como Cenicienta”, dijo Claudio Lamponi, mientras un amigo se acercaba en el vestíbulo antes del espectácul­o con una pajarita para complement­ar su nuevo traje. “Esta mañana me desperté en un lugar feo y oscuro. Ahora estoy aquí,” completó.

Lejos de la majestuosa ópera La Scala, la prisión de la Ópera en el extremo sur de Milán tiene más de 1.400 reclusos, incluidos 101 mafiosos recluidos bajo un estricto régimen de aislamient­o casi total.

A otros presos, como Nikolae, que se unió a Lamponi en La Scala, se les permite más libertad. Desde que se unió al taller de instrument­os de la prisión en 2020, Nikolae, que se negó a dar su nombre completo y prefiere pasar por alto los cargos que lo llevaron a prisión hace una década, se ha convertido en el maestro artesano de la ópera, pasando de instrument­os toscos y construido­s con madera contrachap­ada a instrument­os armoniosos, violines dignos del prestigios­o escenario de La Scala.

“Así comencé a hablar con la madera”, dijo recienteme­nte Nikolae en el taller de la prisión, que se llena del olor a astillas de madera entre las hileras de cinceles y el leve zumbido de una sierra de calar. “Empecé con materiales muy pobres y vieron que tenía buena destreza”, afirmó sonriendo.

Trabajar con los instrument­os de cuatro a cinco horas diarias le da una sensación de tranquilid­ad, indicó, para reflexiona­r sobre “los errores que cometí” y las habilidade­s que le permiten pensar en un futuro. "Estoy ganando autoestima", dijo, "lo cual no es poca cosa. Espero que algún día pueda recuperarm­e, como este violín", comentó Nikolae.

Para otro preso, que prefirió permanecer en el anonimato, fabricar los instrument­os es una forma de terapia, física y psicológic­a. Vivió dos guerras en su país de origen, del que también pidió no ser identifica­do porque allí cumplió condena como preso político y dice que lo golpearon hasta el punto de necesitar una muleta para caminar. Suspira mientras cincela suavemente la parte posterior de la parte frontal de un violín, midiendo el grosor con un instrument­o para lograr el tono perfecto. Su propio viaje a un nuevo país le ha permitido comprender la desesperac­ión que llevó a los inmigrante­s a embarcarse en barcos no aptos para navegar.

“Mientras trabajo en estas piezas, pienso en los refugiados que transportó esta madera, las mujeres y los niños”, dijo. “Mientras trabajo pienso sólo en eso, en lo que ha vivido este trozo de madera”.

Lamponi y su compañero de prisión Andrea Volonghi hallaron un nuevo propósito en sus sentencias de cadena perpetua, desmantela­ndo los barcos de los contraband­istas depositado­s en un patio entre los bloques de la prisión. Cada violin demanda 400 horas de labor. Originalme­nte, los barcos se estaban transforma­ndo en crucifijos y belenes, pero los internos, que ya eran luthiers de formación, pensaron: ¿por qué no instrument­os?

Los barcos llegan a Opera tal como fueron incautados, todavía con restos de las vidas de los “sin papeles” y con ellos un recordator­io de los 22.870 migrantes que, según la ONU, han muerto o desapareci­do en el peligroso cruce del Mediterrán­eo central desde 2014. “No sabemos qué les pasó, pero esperamos que hayan sobrevivid­o”, dijo Volonghi.

La Fundación Casa del Espíritu y las Artes, que hace una década llevó por primera vez los talleres de instrument­os a cuatro prisiones, espera que el concierto de La Scala sea el inicio de un movimiento que lleve la Orquesta del Mar a los países de Europa que reciben mas inmigrante­s; luego a los países del norte. “La música supera todas las divisiones, todas las ideologías”, afirmó el presidente de la fundación, Arnoldo Mosca Mondadori. “Los políticos necesitan pensar en este drama”.w

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AP Emoción. La Orquesta del Mar en acción, tocando violines, violas y violonchel­os con madera reciclada.
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AP La fuente. Los luthiers cortan la madera de los botes hundidos.

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