Clarín

A una semana del derrumbe, muchos no volvieron a sus casas

Son los vecinos de Pedro Goyena 557, el edificio dañado. Hasta que la Guardia de Auxilio no termine el apuntalami­ento, no pueden entrar a sus viviendas.

- Ctoledo@clarin.com

Pasó una semana del derrumbe del PH ubicado en Pedro Goyena 557, en Caballito, en el que murieron dos hermanos de 81 y 77 años, y la tragedia sigue golpeando a los vecinos. Mascotas desapareci­das, falta de medicament­os, ropa y la desesperac­ión de no tener un lugar fijo dónde dormir es lo que atraviesan los damnificad­os.

El jueves 8 de febrero a las 12.48, cuando comenzó el diluvio, los vecinos escucharon un golpe tan fuerte que salieron a ver qué pasaba. Al abrir las puertas, la escena era similar a una película: no había pasillo, ni nada para pisar. Todo era escombros de la propiedad que se vino abajo y se llevó las vidas de Ramón y Nélida Acuña.

Entre el caos y la confusión, los sobrevivie­ntes lograron salir con lo puesto. Algunos no estaban porque ya habían salido. Pero adentro estaban sus mascotas, a las que nunca imaginaron que les iba a pasar algo como esto.

“Todavía no entiendo por qué tengo las llaves de casa si no voy a poder entrar para que me recibas en la puerta. No voy a dejar de compartir ni de pelear por Agatha, no puedo dejar que el derrumbe se lleve eso también”, escribió, consternad­a, Martina en las redes sociales. Pide a los vecinos de Caballito que la ayuden a encontrar a su gata, a la que no volvió a ver.

Nélida y Ramón también eran profundos amantes de los animales. De hecho, tenían dos perros y tres gatos, pero una de esas mascotas continúa desapareci­da. “Pude rescatar solo uno de los perros de mi tío; a la otra perrita, una caniche negra, los bomberos no la vieron. Además, se suspendió la búsqueda de ellos, que también son vidas. Dicen que van a retomar, pero acá el tiempo es tirano, cada segundo que pasa es una posibilida­d más de agonía de las mascotas o de probabilid­ad de muerte”, remarcó Silvia la hija de Nélida Acuña.

“Desde ese día estamos solos, en la nada y en la calle”, dijo Ingrid Vadala que vivía en la unidad 7 con su esposo y sus dos hijos de 8 y 23 años. Desde ese momento, vive en la casa de su hermana pero asegura que “no se puede seguir así, es muy incomodo. Mi marido tiene artritis reumatoide­a, tiene que tomar medicación a diario, sale carísima y quedó ahí”, remarcó.

En cuanto a este punto, varios vecinos cuestionar­on que el Gobierno de la Ciudad había prometido que los medicament­os estarían este martes en la farmacia de guardia del Hospital Durán, pero cuando fueron a buscarla “nadie sabía de qué se trataba”, señaló Ingrid.

La mujer también manifestó que no puede continuar con su empleo porque la computador­a con la que trabaja quedó en el departamen­to. “Mi hijo empieza las clases el 26 de febrero y yo tengo todo su unifor

me y su mochila armada en casa. Estamos con ropa prestada y sin ropa interior”, manifestó.

“Es incómodo estar así. No queremos un cuarto de hotel como nos ofrecieron, donde no tenés para cocinar y tenés que ir a un restaurant, que tampoco puedo pagar porque no me da el sueldo. Tampoco nos ofrecieron viandas”, remarcó.

Marcela también es otra de las vecinas que padece la falta de medicament­os y de un lugar para vivir. Ella vive con su mamá y su hijo, que debe tomar un medicament­o para la epilepsia, y también quedó entre los escombros.

“Nadie te ayuda. No podemos entrar, no podemos sacar nada, estamos en la calle con lo que salimos ese día. Hay gente que se está quedando en Provincia y vino hasta acá por eso y al final fue en vano. Esto es todo una batalla para mi mamá que tiene 92 años y que necesita una batería de medicament­os”, comentó.

Como familia están distribuid­os como pueden, Marcela se quedó en la casa de su hija, su madre en la casa de su hermana y su hijo “va y viene en distintas casas de los amigos”. “Somos una familia desgranada y nadie nos da una mano”, resaltó.

La misma situación es la que vive Maxi con sus papás de 74 y 80 años, que hace más de 30 años eran propietari­os de un departamen­to del PH. “Mi mamá tiene lo que se llama cuerpo de Lewy, además no escucha y mi papá es diabético. Ambos toman medicación, pero ninguna autoridad se comunicó con nosotros, ni para ofrecer medicament­o o una casa, solo una habitación. Es una situación muy angustiant­e para mis papás que se tuvieron que ir sin nada”, resaltó.

Fuentes judiciales aseguraron a Clarín que aún persiste el peligro de derrumbe y hasta tanto la Guardia de Auxilio no termine con las maniobras de apuntalami­ento, las autoridade­s no podrán ingresar a realizar las pericias. “Todo está clausurado y por orden judicial no se puede entrar, tienen que estar dadas las condicione­s de seguridad”, remarcaron.

Voceros del Gobierno de la Ciudad detallaron que a los afectados por el derrumbe le brindaron asistencia habitacion­al donde se ofrecieron alojamient­os en los Centros de Inclusión Social (CJS) y habitacion­es en hoteles conveniado­s hasta que se normalice la situación. Solo cinco personas lo solicitaro­n y fueron trasladado­s a un hotel (una familia compuesta por una mujer y sus dos hijos, y dos personas individual­es). El resto fue a en casa de familiares o en otro lugar.

Además, se pusieron a disposició­n postas de hidratació­n y viandas calientes sobre todo para personas mayores o con alguna discapacid­ad. Sobre los vecinos que no pudieron retirar los medicament­os, desde Salud aseguraron que el inconvenie­nte se debió a que la farmacia de guardia del Hospital Duran no contaba con ciertos fármacos complejos o especializ­ados. No obstante, aseguraron que continúan trabajando para poder obtener los medicament­os lo antes posible.w

No tienen sus medicament­os, ropa ni elementos laborales.

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JUANO TESONE Reunión. Los vecinos damnificad­os y los funcionari­os de la Guardia de Auxilio de la Ciudad, ayer frente al edificio dañado.
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JUANO TESONE Así quedó la cuadra. El edificio dañado y el lote lindero.

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