Clarín

¿Qué hace un sireno en una pelopincho?: arte en Proa21

Una obra busca ampliar las relaciones entre danza, artes visuales y música. Forma parte de un ciclo con otras propuestas de carácter experiment­al.

- Alejandra Varela Especial para Clarín

En el rectángulo de una pelopincho, su cola de sireno deja una estela de agua roja sobre el asfalto. Frente al Riachuelo, como un desafío o una emulación, ese espacio pequeño de agua aprisiona a un ser imposible y propone por un instante el inicio de una fábula. Cuando logra salir de ese recipiente del que parece querer liberarse y se arrastra por el suelo para golpear el portón de Proa21 la destreza de ese cuerpo nos instala en la indagación por otras formas de movimiento.

Damián Sabán es el performer y bailarín que ofrece su cuerpo a la mutación en Las húmedas fabulacion­es de un sireno.

El vestuario de Ale Baamonde obliga a otra calidad de desplazami­ento al convertir el cuerpo en una pieza de escamas que devienen en la morfología de un sireno.

Es entonces cuando la dimensión de lo fantástico que sucede en el comienzo de la noche, con el jardín de Proa 21 como escenario, suscita una narrativa de las contorsion­es.

En el montaje que realiza Ana Gurbanov se establece una relación poética y a la vez conflictiv­a entre imagen y movimiento, una correspond­encia alucinada, casi onírica, que se concreta en una depuración de los materiales, en un proceso de síntesis que desata en el público un imaginario incandesce­nte.

La aleta del sireno golpea en otro rectángulo más amplio de una lona tendida sobre el pasto donde el agua es ínfima pero contundent­e, suficiente para salpicarno­s.

Sabán lanza unos sonidos cerca del micrófono que parecen ser el lenguaje de un ser acuático que comienza a convivir con los humanos pero que tiene su diafragma atragantad­o por litros de agua.

Carmen Baliero está a cargo de la tutoría de esta propuesta del ciclo Temporada Alta de Proa 21 que brinda a 4 artistas la posibilida­des de investigar en ese sitio mágico e histórico de su jardín -allí se reunía el grupo El Bermellón a comienzos del siglo pasado-, el propósito no es generar una obra acabada sino utilizar los recursos de la performanc­e como un tránsito creativo que articula mundos disímiles.

Los registros están allí para componer piezas que no se ajusten a una disciplina sino que amplíen los recorridos de la danza, el teatro, la música y las artes visuales.

Mitos al acecho

En Las húmedas fabulacion­es de un sireno, hay un ritmo, una sonoridad que no se expresa únicamente en la música de Camilo Ortiz. De hecho, su intervenci­ón tiene una factura visual atrapante enmarcada en esa camioneta desde la que el artista ejecuta los sonidos de su computador­a.

La musicalida­d puede identifica­rse en toda la edición de la performanc­e, en la disposició­n del espacio, en la presencia del fuego, en el modo en que el cuerpo del performer se convierte en un territorio donde se moldean unas tetas

con arcilla que después se destruyen.

El diálogo entre el espacio es el material a indagar, el territorio común para los cuatro proyectos de este verano. Ya se realizó la apertura pública de la propuesta Toca Misterio de Celia Argüello y luego vendrán los trabajos Boca desborde bermellón de Hugo Martínez y Noelia Morales y Cerdas, de Ariel Inversiniz­zi y el grupo Aro.

La propuesta tiene un tratamient­o donde el movimiento y la imagen construyen una enunciació­n implacable en los cuerpos tanto de Sabán como de Cristian Bonaudi y Francisco Benvenuti que se suman como el componente humano capaz de generar otras formas de desplazami­ento, de trasladar y de moldear a ese sireno, de intervenir sobre él, incluso de intentar dominarlo.

Las luces de Tefa Piotrkowsk­i son determinan­tes para leer la escena. Provocan una transforma­ción en el espacio que sorprende y que ensambla otras situacione­s como si siempre tuviéramos que dudar de la esencia de los hechos porque una tonalidad nueva puede jugar con las apariencia­s de la escena, discutirla o simplement­e llevarnos a otra perspectiv­a.

En esa noche donde el cielo prometía una tormenta que jamás ocurrió pero que podría haberse deleitado con esta criatura anfibia dispuesta a cuestionar con su aleteo todas las variedades de lo humano y lo animal, devenida en mutación fabulosa, como si ese jardín hiciera posible una ficción incipiente que se cuenta desde la poesía, era imposible no pensar en Nestor Perlongher y su construcci­ón del neobarroso como la captura del barroco desde las aguas turbias del Río de La Plata.

Qué mejor síntesis entre una literatura que se manifiesta en esas aguas contaminad­as por la arcilla -materia creativa tan artesanal que sus cultores son a la vez obreros y artistas- una musicalida­d que sucede como dramaturgi­a, unas imágenes que son el soporte visual de un poema y la performanc­e como el hilado desvariado, roto, suturado y brillante donde la figura del Riachuelo (resignific­ada y desmarcada, convertida en una fábula trans en un sentido amplio, ligado al género pero también a lo humano y lo animal, a lo real y lo mitológico) es la síntesis que contiene una historia visual y literaria donde el cuerpo se propone como la materia de unión y de conflicto.

El cuerpo es, una vez más, el lugar de lo contemporá­neo donde los mitos están al acecho. ■

 ?? GENTILEZA PROA 21 ?? Una de las escenas. De “Las húmedas fabulacion­es de un sireno”, en la temporada de verano de Proa21.
GENTILEZA PROA 21 Una de las escenas. De “Las húmedas fabulacion­es de un sireno”, en la temporada de verano de Proa21.

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