Clarín

Habló la madre del nene que quedó en medio de un robo

- Ignacio Sala

“Mis hijos no quieren quedarse solos en ningún momento. No quieren ir solos ni al baño, están aterrados”, dice Cinthia tras los barrotes de la ventana delantera de su casa a Clarín. No corre ni el mosquitero, está acuartelad­a. Ella y su familia todavía sufren por el susto que se llevaron el miércoles, cuando le robaron la camioneta a su marido, Gonzalo, en presencia de su hijo mayor, de 10 años, en Aldo Bonzi, La Matanza.

La imagen que captó la cámara de seguridad de la casa de Cinthia y Gonzalo es la siguiente: una Volkswagen Amarok estaciona sobre Ana María Janer, casi esquina José Alico, cuando seis motos con diez hombres a bordo la rodean y, a punta de pistola, bajan a padre e hijo. El nene sale corriendo hacia la vereda de enfrente, levanta las manos y se arrodilla, en señal de rendición, mientras los ladrones continúan apuntando a su papá.

“Lo que hizo mi hijo es lo que le enseñamos que haga en un eventual caso como este: estamos cansados de la insegurida­d en el barrio. Lamentable­mente, tenemos que naturaliza­r este estado de alerta”, agrega Cinthia.

Su intención no es hablar con los medios, de hecho pide que no se la hagan fotos. Es porque quiere que sus hijos (el menor tiene 5 años) se distraigan del susto; a 48 horas del robo, casi que no lo logra. No quiere salir de su casa, ni siquiera hasta el patio delantero, pero la impotencia le gana, y explica a Clarín lo sucedido.

Gonzalo, su marido, que trabaja como chofer en una empresa de logística, volvía del club del barrio en el que su hijo juega al fútbol. Eran las 19.20, aproximada­mente, cuando sintió el ruido de muchas motos. La mujer se asomó a la ventana que desde su casa da a la calle y vio que estaban apuntándol­e a su marido, por lo que comenzó a gritar.

“En ese momento, empezó a gritar mi hijo menor y yo atiné a gritar también, para pedir auxilio, que alguien llame a la Policía. Cuando me escucharon, desde la calle apuntaron hacia la ventana”, recuerda Cinthia. ■

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Arrodillad­o, con las manos en alto. El chico es apuntado por el ladrón.

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