Clarín

La nueva polarizaci­ón sexual

- BARCELONA.

Solo hay que leer un poco para saber que los malentendi­dos y los conflictos entre los hombres y las mujeres han sido parte de la condición humana desde tiempos de Aquiles y Helena de Troya. Pero hoy todo indica que se avecina una guerra de los sexos nunca vista en términos de igualdad, ruido y confusión.

Lo digo, o lo sospecho, a raíz de una serie de investigac­iones citadas en un artículo reciente del Financial Times. Su conclusión es que la famosa polarizaci­ón que define nuestra época se extiende con una velocidad inesperada al terreno de los géneros.

Los resultados de encuestas llevadas a cabo en todos los continente­s cuentan que se ha abierto una gran brecha ideológica entre las mujeres y los hombres jóvenes, específica­mente entre los que pertenecen a la Generación Z, aquellos nacidos a finales del siglo pasado o a comienzos del XXI. Hasta hace apenas seis años no había diferencia­s políticas significat­ivas entre mujeres y hombres de entre 18 y 30 años, pero desde entonces se ha ido ampliando la distancia. Las mujeres tienden cada día más hacia la izquierda, los hombres hacia la derecha.

Una encuesta en España, por ejemplo, señala que más del 64% de los votantes de Vox son hombres, mientras que solo un 35% son mujeres. En Argentina más hombres votaron por Javier Milei que mujeres. En Estados Unidos, Reino Unido y Alemania hay un 30 por ciento más de mujeres con ideas progresist­as que hombres. En China, Corea del Sur e incluso Túnez la diferencia es más grande todavía. En todo el mundo, descubre the Financial Times, esta divergenci­a de valores o simpatía políticas es mucho más pronunciad­a entre la juventud que entre personas de 30 años para arriba.

Todo indica que decenas de millones de hombres y mujeres jóvenes que comparten las mismas ciudades, universida­des o lugares de trabajo se identifica­n con ideas radicalmen­te opuestas sobre temas como la inmigració­n, la justicia racial, el reparto del dinero público y, cómo no, el feminismo. A diferencia de lo que uno habría esperado, las encuestas también dicen que es más fácil encontrar a un hombre mayor de 60 años a favor del feminismo que a uno de 25. Generación Z es, en efecto, no una generación sino dos, divididas por cromosomas.

¿Qué está pasando? Hay varias teorías al respecto. Una, que esta bifurcació­n ideológica coincide con la aparición hace siete años del movimiento #Metoo, una revuelta feminista contra el machismo que encontró mucho más eco, inevitable­mente, entre las chicas que los chicos. Ellas se radicaliza­ron, o al menos dieron un giro a la izquierda, mientras que ellos o se quedaron dónde estaban o endurecier­on posiciones y contrataca­ron dando un giro a la derecha.

Podemos suponer que las redes sociales han consolidad­o la tendencia. La gente se concentra en sus silos ideológico­s, se comunica con aquellos o aquellas que refuerzan sus ideas y no escucha a las opiniones en contra. O, más bien, ni se entera que otras opiniones existen. Influencer­s como el psicólogo canadiense Jordan Peterson o Andrew Tate, un ex boxeador británico-estadounid­ense, han conquistad­o los corazones de muchos millones de seguidores varones con mensajes que promueven la solidarida­d masculina ante el percibido embiste #Metooista o que abogan, directamen­te, por un retorno a los felices y nada lejanos tiempos cuando los hombres mandaban y las mujeres se centraban en el hogar o en pulir sus encantos sexuales.

Más allá de internet, en el mundo real, los hombres de la Generación Z han estado presencian­do -muchos lamentaría­n que “padeciendo”una revolución en el mundo de la educación. Lo nunca visto en la historia de la humanidad, en país tras país las mujeres sacan mejores notas en el colegio ocupan hoy más puestos universita­rios que los hombres.

No es ninguna sorpresa que los chicos estén a la defensiva; que les atraigan más y más figuras que quieran dar marcha atrás en el tiempo como Javier Milei o Santiago Abascal o Donald Trump. Los cambios en la relación de poder entre los géneros avanzan a una velocidad mareante. En un parpadeo se han invertido, o seriamente alterado, estructura­s sociales que se habían mantenido firmes desde cuando los hombres salían a cazar la comida y las mujeres la cocinaban, mientras parían a los niños y los cuidaban.

Hace casi 50 años, cuando yo estaba contemplan­do a qué universida­d ir, hubo una que me atrajo mucho por el simple hecho de que era la que tenía la proporción más alta de chicas de todo el país, un 35 por ciento. Al final fui a otra donde por cada mujer había cinco hombres. Se daba por hecho que a la hora de buscar un buen trabajo, las mujeres ofrecerían mínima competenci­a. Hoy la situación no será exactament­e al revés, pero en ese camino estamos.

La respuesta que la ortodoxia contemporá­nea exige es “¡Qué bueno! ¡Por fin se hace justicia con las mujeres!” Y, sí, hay bastante que celebrar. Pero hay peligros a la vista. Por un lado, no se presenta como muy saludable un mundo en que la política se vaya convirtien­do más y más en un choque frontal entre los géneros. ¿Llegaremos a la guerra entre hombres y mujeres? Esperemos que no.

Pero antes de que se llegue a un extremo que hoy huele a ciencia ficción lo que sí se presenta como una inminente realidad es que las relaciones de pareja se van a complicar aún más de lo que ha sido habitual desde que se empezó a escribir la historia. En el mejor de los casos, darán para mucha comedia. En el peor, veremos una baja drástica de la reproducci­ón de la especie.

Encontrar pareja en un contexto de creciente divergenci­a de valores entre hombres y mujeres será un reto. Como también lo será si se sigue ampliando la brecha en términos educativos, en inteligenc­ia en el sentido tradiciona­l de la palabra, medida en estudios y conocimien­tos.

Lo que está claro es que viene un período de reajuste en el terreno sexual. Pasado un tiempo se supone que se logrará un nuevo equilibrio. Pero mientras tanto, quizá durante un par de generacion­es, los hombres andarán perplejos y frustrados y más de alguna mujer se preguntará si las conquistas logradas valieron el precio, si estarán del todo felices en un mundo de Barbies victoriosa­s en conflicto con unos Kens confusos, frustrados y -según los cánones ancestrale­semasculad­os.w

Hay una revolución educativa y en muchos países, las mujeres sacan mejores notas en los colegios que los hombres

 ?? ?? Vox, la derecha española. El partido liderado por Santiago Abascal tiene mucho más apoyo entre los hombres. Lo mismo sucede con personajes como Trump en EE.UU.
Vox, la derecha española. El partido liderado por Santiago Abascal tiene mucho más apoyo entre los hombres. Lo mismo sucede con personajes como Trump en EE.UU.
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