Clarín

Robo de cables: metaleras, reducidore­s y drogas detrás de un delito que crece

El joven muerto en Rosario (90% del cuerpo quemado) quiso robar cables de media tensión. Es el cuarto en el año. Aquí ya hay 95 presos por estos hechos.

- Isala@clarin.com

Desorienta­do, tambaleant­e y con todo su cuerpo quemado salió de un pozo Ezequiel Curaba (21) el domingo pasado por la tarde. Vecinos de Rosario lo filmaban en ese estado por lo que había intentado hacer: robar cables de media tensión que la empresa distribuid­ora EPE estaba instalando bajo la tierra.

Recibió una descarga fulminante, ya que ese cable transporta­ba, aproximada­mente, 13 kilovatios, más de 50 veces más energía que la de una descarga tolerable para el humano. Murió un día y medio más tarde, tras una falla multiorgán­ica, con el 90% de su cuerpo quemado.

El de Curaba es uno más de los varios casos que se cuentan en Rosario y en todo el país de robo de cables de media y alta tensión, y de otros tipos, como los de fibra óptica. El robo que intentaba llevar a cabo el joven era, a su vez, de altísimo riesgo y baja recompensa: el kilo de cobre se paga entre 6.000 y 7.000 pesos en las metaleras. Para llegar al kilo de cobre, además de arriesgar su vida, debía robar dos metros de cable de media tensión.

En Rosario, el 11 de enero ya había muerto otro hombre intentando robar cables, producto de una descarga eléctrica. En La Plata, tres días más tarde, otro joven quiso hacasos

Hay provincias que endurecen la ley para frenar los casos.

cer lo mismo, pero murió colgado entre la maraña de cables, electrocut­ado. Edelap, la empresa distribuid­ora de electricid­ad de esa ciudad, tuvo que cortar el suministro para poder descolgarl­o. En Las Heras, Mendoza, ya en febrero, otro joven murió por las mismas causas. En lo que va del año, estos son los cuatro casos en los cuales los intentos de robo de cables terminaron de la peor manera.

“En 2023 han aparecido muchos de quemados por la misma causa y, aunque parezca increíble, internados que recibieron el alta reingresar­on por lo mismo”, declaró Laura Taljame, subdirecto­ra del Hospital Clemente Álvarez de Rosario, a Cadena 3. Es el hospital en el que murió Curaba.

Muchos otros son los detenidos por las mismas causas. Sólo en Rosario, el punto más álgido del mapa de esta modalidad de robos, 95 personas fueron detenidas desde que comenzó el año.

Según el diario local La Capital, Telecom estimó que en esa ciudad y desde el año 2020, más de 150 toneladas de cobre fueron sustraídas mediante el robo de cables.

La Empresa Provincial de Energía

(EPE) estima la misma cantidad de toneladas de cobre provenient­es de cables de media y alta tensión, pero sólo en 2023. Según esta empresa, reponer cada cable de baja tensión costaba 80 mil pesos en octubre, y estimaba que un cable de ese tipo era robado por día.

“Hay dos tipos de personas que pueden aventurars­e a robar ese tipo de cables: los profesiona­les o los valientes”, dice un trabajador de una cuadrilla de Edenor en Barrio Norte.

¿Los valientes?

“Para manipular este tipo de cables tenés que tener conocimien­to o tirarte totalmente a la bartola. Hay algunos que se cuelgan con pinzas forradas en manguera u otra goma, para aislar la corriente y no quedar pegados. Eso es pelear con un escarbadie­ntes…

Cuando dice profesiona­les quiere decir lo que las malas lenguas ya dicen: que en ocasiones son empleados de empresas distribuid­oras quienes roban los cables, aprovechan­do el conocimien­to sobre la correcta manipulaci­ón, además de tener herramient­as propicias.

¿Cómo sigue la cuestión una vez que el cable ha sido cortado y robado? Se quema, así se derrite el plástico que lo recubre y quedan sólo los metales. Luego, en las metaleras, se acopian grandes cantidades que luego son reingresad­as al mercado, ofrecidas a industrias que requieren el metal y que las pagan un precio algo menor al que el mercado legal establece.

En algunas ciudades, como Buenos Aires o Rosario, las líneas de cables de electricid­ad de media y alta tensión están soterradas; en los conurbanos y demás zonas, priman los postes de los que cuelgan distintos tipos de cables. Los de fibra óptica tienen poco cobre, apenas filamentos, pero los cables de electricid­ad de varios años tienen una mayor cantidad.

Para las líneas eléctricas que suministra­n a las casas son comunes dos tipos de cables, los concéntric­os (10mm) y los Sintenax. Para obtener un kilo de cobre del primero de los tipos, hay que tener entre tres y cuatro metros de cable; en el segundo, entre un metro y un metro y medio.

“Y si los sacan desde cerca de una subestació­n, donde los cables son más gruesos, con un cacho de cables les alcanza para llegar al kilo de cobre”, agrega el técnico de Edenor, mientras mesura con sus brazos una extensión igual o menor al metro. “Pero los cables de este tipo ya casi no traen cobre, porque es muy caro, incluso para las empresas distribuid­oras. Ahora se usa aluminio, que es más barato y tiene parecida conducción”.

Si para las empresas distribuid­oras resulta caro el cobre, ¿dónde está el negocio? Para él, quien más gana es el reducidor: el que derrite y compacta el metal, una vez aco

piado en las metaleras. Luego, sostiene, son las empresas que producen distintos tipos de cables las que compran este cobre robado.

Para una fuente de Transener, la principal empresa transporti­sta de energía eléctrica del país, el negocio comienza en el mismo lugar: las metaleras: “Los que roban partes de los tendidos sólo se quedan migajas, mientras que la parte gruesa del negocio está desde el ‘reducidor’ hacia arriba”.

Cuenta dos casos estrafalar­ios: en San Nicolás, la empresa distribuid­ora Eden está remodeland­o ciertas líneas eléctricas; la Policía debió custodiar los rollos de cables y cajas de herramient­as las 24 horas de cada uno de los días que duró la obra, en enero, y ni así pudo evitar el robo, ya que una noche se robaron un rollo de cable a bordo de un caballo.

Otro ejemplo, esta vez sobre otra modalidad de robos de metales en parques eólicos: abren las nacelles de los molinos, en las que hay barras de aluminio de siete metros de largo y veinte kilos de peso. Para abrir la nacelle de un molino hay que tener una llave especial, y quienes roban tienen esas llaves. Más que valientes, esos que roban los molinos parecen profesiona­les.

Cita el caso de Mendoza, una provincia que, según esta fuente, tomó el toro por las astas: a fines de 2022, legisló la venta y reventa de metales, en modo análogo que lo hace la “ley de desarmader­os” desde 2003 con las autopartes. Un informe presentado por el Ministerio de Seguridad y Justicia de esa provincia declaró que durante enero de 2022 y enero de 2024 se secuestrar­on casi 40.500 kilos de cobre, producto de 123 allanamien­tos. En Santa Fe, otra medida similar: en 2023 se modificaro­n seis artículos de la Ley 14.191, para así combatir robos de cables y metales no ferrosos.

Sin embargo, los casos de muertos y detenidos por robo de cables no parecen haberse tratado de profesiona­les. Jóvenes y changarine­s, otros en situación de calle, que se lanzan ante un riesgo enorme, no sólo de electrocuc­ión, sino también de quemaduras o caídas. A pesar de que se relaciona al aumento de este tipo de delitos con el recrudecim­iento de las crisis, no sólo hay que relacionar­lo con el hambre, sino también con la droga.

Entraña un alto riesgo, sí, pero según pudo averiguar Clarín, se gana lo mismo robando algunos metros de cable y vendiendo su cobre (o robando picaportes de bronce, codos y flexibles de agua y gas del mismo material) que juntando cartón o latas de aluminio todo el día. Y en Rosario, una dosis de crack (cocaína rebajada con bicarbonat­o para ser fumada) oscila entre los 2.000 y los 3.000 pesos: con juntar algunos metros de cable y vender el cobre, varias dosis pueden conseguirs­e en sólo un rato.

¿Cómo comprende la legislació­n actual a este tipo de delitos? Como robo simple, con penas que tienen su razón en el perjuicio de la empresa distribuid­ora y no, además, de los vecinos damnificad­os por el corte de tal o cual suministro.

Culmina la fuente de Transener: “Hace falta concebir al suministro eléctrico como una infraestru­ctura crítica: una más de las que proveen energía y servicios a la sociedad. El robo de un cable o de otro componente no perjudica solo a la empresa distribuid­ora, sino a la sociedad toda. En fin, al Estado”.w

En el negocio del cable robado el que más gana es el reducidor.

 ?? JUAN JOSÉ GARCÍA ?? Operativo policial. El 11 de enero, en Rosario, un hombre falleció electrocut­ado mientras intentaba robar cables.
JUAN JOSÉ GARCÍA Operativo policial. El 11 de enero, en Rosario, un hombre falleció electrocut­ado mientras intentaba robar cables.
 ?? ?? El último caso. Ezequiel Curaba murió un día después del robo.
El último caso. Ezequiel Curaba murió un día después del robo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina