Clarín

El año que viene a la misma hora

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

No son amigos en el sentido más estricto de la palabra. Aunque ¿qué nombre se da a esa relación forjada entre charlas de carpa a carpa, tardes de tejo, Buraco o Scrabble, juegos a la orilla del mar o un asado compartido bajo un cielo estrellado?Acunados por el inconfundi­ble sonido de las olas, los gritos del churrero y el heladero, el entrechoca­r de los dados para una generala que ayuda a matizar las horas altas de la tarde cuando el sol abrasa, los vínculos se afianzan y tejen una red de complicida­des que se reeditan cada verano, en una cita tácita e indeclinab­le. Recién desembarca­dos, apenas pisen la arena, hombres y mujeres, contentos de volver a verse, se estrechará­n en un abrazo sincero, largamente demorado en esos doce meses y sus circunstan­cias, el lapso que media entre un encuentro y otro.

Rápidament­e se pondrán al día sobre todo lo que ocurrió desde el último verano: el casamiento de una hija, la graduación de un hijo, la decisión de otro de irse a vivir afuera, la muerte de un ser querido, enfermedad­es, viajes, mudanzas, proyectos. La vida contenida en cuatro estaciones. Comentarán las novedades del balneario: la nueva concesión del restaurant­e de la playa, el menú ampliado del chiringuit­o, las mejoras en el gimnasio, la construcci­ón de una nueva ala de departamen­tos en el complejo, lo malo que fue el tiempo en la primera quincena, las expectativ­as de mejora en la segunda, el país, la economía, la marcha del negocio, el consultori­o, las altas y las bajas. Disfrutará­n de los días de vacaciones y cuando llegue el momento de la partida se despedirán con una sensación agridulce, prometiend­o volver a encontrars­e el año que viene, a la misma hora.

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