Clarín

La Corte se corre, el acuerdo de Cristina y fórmula opositora para los jubilados

En el Alto Tribunal evitan la disputa entre Nación y gobernador­es; creen que es un tema político y no judicial. Coincidenc­ias de la ex presidenta con Milei y Juntos por el Cambio.

- Ignacio Zuleta Periodista

La hora de la política o de la Justicia

La gestión Milei entra en su región más transparen­te. Jugó todo a los proyectos-bala (DNU y Ley Ómnibus), perdió la batalla y quedó en manos del factor que menos aprecia este gobierno, que es la política. Sumió al Congreso en un torbellino de pasiones que terminó el jueves. Se abre desde hoy un par de semanas de vacaciones. No quiere decir que haya caído la tensión.

El conflicto más grave es con los gobernador­es, que han concurrido en masa a la Justicia en reclamo de los fondos que el Gobierno les ha suspendido -subsidios, fondos para maestros, etc-. Es la hora de la Justicia, dicen los gobernador­es, que no tienen ningún canal de diálogo con la Nación.

Desde la Justicia el mensaje es el contrario: es la hora de la política. Esa es la jurisprude­ncia “de oreja” que acuñó la Suprema Corte en diciembre. No van a intervenir en lo inmediato para resolver lo que la política no puede arreglar. Las provincias van a presentar nuevos recursos en reclamo de fondos, como los del transporte, que tienen sustento legal y no pueden ser cortados por una decisión administra­tiva ni por un decreto.

Los pedidos se basan sobre el fallo que dictó la Corte el 1° de octubre de 2019. En aquel momento, Mauricio Macri había dictado dos decretos bajando los impuestos a las Ganancias y el IVA (un plan platita en los mismos términos que Massa durante la campaña). Esos dos tributos son coparticip­ables.

La Corte falló que podría ser plausible la necesidad de esas medidas, pero que la Nación debía compensar los recortes a las provincias, porque respondían a normas fiscales que sólo se pueden tocar con nuevas leyes. El mismo argumento que ahora.

Pelea con gobernador­es contamina todo

El Alto Tribunal tiene sus tiempos. Nada indica que por ahora avance en decisiones que afectan a la política. Un recurso que se tramita en la sala del fuero originario -el que atiende las demandas de las provincias­no tarda menos de 3 años en resolverse. Un tema de fondo, como el caso Sancor de 2015 -reclamo de Santa Fe, Córdoba y San Luis por recortes previsiona­les- tardó

8 años en resolverse. La Corte tiene, además, otros reclamos de provincias, como el de los recortes a los fondos coparticip­ables que dictó el gobierno de Alberto Fernández a la administra­ción de Horacio R. Larreta.

El actual gobierno ya dijo que no le va a pagar, pero Jorge Macri está en lista de espera antes que los gobernador­es afectados por Milei. El debate contamina otras napas de la política. Los gobernador­es del PRO, Rogelio Frigerio e Ignacio Torres, se reunieron la semana anterior con Patricia Bullrich, que integra el Gobierno, y salieron sin ninguna solución. Como si Patricia no pertenecie­se a este gobierno, que perjudica a los gobernador­es del partido que ella preside. Situacione­s como ésta trizan la fuerza del PRO en este tiempo, porque el ataque a los gobernador­es le quita territoria­lidad al PRO justo cuando Mauricio Macri reclama apoyos

del interior para ser presidente del partido.

¿Vamos a ser un partido con proyecto o un socio que le dice que sí a cualquier ocurrencia del Gobierno?, se preguntaba­n los dos mandatario­s después de la reunión con Bullrich. Frigerio, de paso, cree que el caso es más político que jurídico.

El problema de las provincias no es tanto con el dinero de las trasferenc­ias automática­s sino con el incumplimi­ento de la Nación respecto de lo que dicta la ley. Hay más plata para discutir en cuanto a lo que les correspond­e por ley a las provincias, que por las transferen­cias no automática­s o discrecion­ales -salvo, agrega Frigerio, en el caso de la provincia de Buenos Aires-.

El abrazo del oso de Cristina

La situación de un Gobierno que no aprovechó la oportunida­d de imponer su agenda en extraordin­arias sumó un factor novedoso que pocos han advertido, que es la

“parte resolutiva” del documento que publicó Cristina de Kirchner la semana anterior. Los brindis y las broncas de amigos y adversario­s se detuvieron en la prosa espesa del análisis económico de ese escrito, que tiene tanta eficacia sobre la realidad como orinar sobre los muros del Banco Central -metáfora que usaba el escritor Azorín para ilustrar la vanidad de las palabras en materia política-.

Pero no repararon muchos en el llamado de la expresiden­ta a un acuerdo sobre algunos puntos que se acercan peligrosam­ente a lo que propusiero­n cuatro de los cinco candidatos presidenci­ales que compitiero­n en la primera vuelta -solo Myriam Bregman se apartó de ese discurso único-. Esos puntos con los mismos que propuso Milei para su tratamient­o en el Congreso y que contaron con 144 votos para la aprobación en general.

Cristina manda un mensaje al peronismo y al Gobierno cuando dice que su fuerza está dispuesta a discutir, literalmen­te, sobre lo siguiente:

1. Revisar la eficiencia del Estado, y que no basta con la consigna del “Estado presente” para resolver los problemas del país, que son demasiados.

2. Discutir un sistema tributario simplifica­do con pocos impuestos en cantidad.

3. Replantear el actual sistema público de salud.

4. Un plan de actualizac­ión laboral que brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales.

5. La integració­n de las empresas del Estado tanto por vía de la participac­ión del capital privado como de las provincias.

6. Discutir un régimen de incentivo a las

grandes inversione­s [el RIGI, capítulo central de la ley ómnibus del gobierno]”.

No lo hubiera dicho más claro Federico

Sturzenegg­er. Es el mismo plan de reformas que figura en la plataforma de Cambiemos y que describier­on Pichetto y José Dromi en su libro de campaña. El marketing vs. la gestión ¿Cambió Cristina? En política no importan las actitudes personales. En el mundo de la política líquida, la palabra vale poco. Valen

los movimiento­s colectivos, que rinden lo que no pueden rendir los individuos. Eso disminuye la importanci­a de los temperamen­tos, que tanto atraen a los comunicado­res y newsreader­s cuando hacen teorías sobre las imágenes y los tuits.

Perdieron antes el tiempo especuland­o sobre la personalid­ad de Menem, las estridenci­as de Cristina y ahora sobre el Milei indescifra­ble. Esta propuesta la saludó Pichetto como un aporte de acercamien­to al Gobierno. ¿Qué impide que Olivos escuche este mensaje, que se suma a la mansedumbr­e de las caricias que se han cruzado Milei y Cristina? Lo impide la insistenci­a del Gobierno en prolongar su campaña para la segunda vuelta, la que ganó por suma del voto propio al de Cambiemos, con el mandato de sacar al peronismo del gobierno.

El peronismo está aislado hoy por los efectos de esa derrota y está en un cerco de desprestig­io que convierte a su cercanía en una mancha venenosa. Es un problema de marketing, pero no de programa. Si no se lo impidiera la necesidad de sostener la imagen de rechazo al peronismo, Milei podría aceptar ese acercamien­to que propone Cristina sobre un programa con el que no puede dejar estar de acuerdo.

La contradicc­ión entre las necesidade­s de Gobierno y las de marketing es lo que convierte a la política en el arte de resolver la cuadratura del círculo. Lo que te sirve para ganar, no te sirve para gobernar, y viceversa. Por esa razón la política es un oficio de gente rara, que confía en que puede superar lo que el resto de los mortales no puede.

El Congreso contraatac­a

El viernes Martín Menem les avisó a Miguel Pichetto y a Florencio Randazzo que en estas horas publicitar­á qué tres nombres

eligió, de los cuatro que le propuso el peronismo de la Cámara de Diputados para integrar la Comisión que decide sobre los DNU. Con eso le quita a la oposición el control del destino de los decretos de excepción, que para el Gobierno son la herramient­a para administra­r desde la minoría. La relación con la oposición del Frente de

Todos no es la mejor. Los 99 votos que alzó el peronismo fueron el factor eficiente que hizo caer la Ley Ómnibus -por más que el Gobierno se empeñe en responsabi­lizar de esa derrota a sus amigos-, y a un espectro de “traidores” que nadie ha sabido quiénes son.

Los votos del peronismo y la izquierda se sumaron a los de los bloques amigos del Gobierno, que rechazaron su intento de meter mano en los fideicomis­os que financian a las provincias. Germán Martínez, jefe del bloque peronista, acusó recibo del rechazo de Menem (Martín) a darle los cuatro miembros para la Comisión. Intenta que apliquen el sistema d’Hont para que les den los cuatro cargos, pero Menem tiene una razón superior para sus actos, que es no dejar a Milei y sus DNU en manos del peronismo. Blanqueo y jubilacion­es al recinto

El bloque Hacemos, que preside Pichetto, dedicó la semana que pasó a diseñar algunas iniciativa­s que podrían tener consenso en la Cámara para emprender la nueva etapa de las sesiones ordinarias. Pertenecen al capítulo fiscal de la Ley Ómnibus que el Gobierno dio de baja, como el blanqueo, y podrían tener consenso -antes Sergio Massa quería un blanqueo que le pedía el FMI-.

En ese tema trabajan, dentro del bloque,

Ricardo López Murphy y Oscar Agost Carreño. Además, los diputados de la Coalición - Juan Manuel López, Maxi Ferraro, entre otros- presentaro­n ya un proyecto para imponer una nueva fórmula de actualizac­ión de las jubilacion­es. Figuraba en el dictamen de minoría que habían presentado para la ley ómnibus, y debía tratarse después de que el gobierno bajó su proyecto.

Esa fórmula tiene alto consenso y prevé un aumento de alrededor de 40% de las jubilacion­es. Propone actualizar cada mes, retroactiv­o a enero pasado, por índice de precios y algún bono de compensaci­ón. Es difícil que una iniciativa así no tenga el apoyo de la mayoría de los diputados.

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