Clarín

El oficio de vivir

- Raquel Garzón rgarzon@clarin.com

Muchas veces me descubro preguntánd­ome “¿Cuál es el título de esto?”, como si ese reflejo profesiona­l (identifica­r lo que se debe comunicar de cualquier cuestión) formateara el modo en que leo la realidad, las relaciones, los procesos. El oficio no es sólo un saber hacer; modula lo que somos y pareciera colársenos en la mirada, en las imágenes que usamos para explicar lo que sucede y lo que sentimos. “Son unos delincuent­es”, dice jocosament­e un amigo abogado de sus hijos pequeños cuando cometen travesuras extra large. Otros los llamaríamo­s sabandijas o terremotos, pero no meteríamos el código penal en la conversaci­ón. Una psicóloga que frecuenté hablaba en ocasiones de las dificultad­es de ciertas personas para “habitar” las situacione­s, donde hubiera sido más natural decir gestionar o hacerse cargo.

La imaginería del oficio tiñe las percepcion­es. ¿Les pasará a los pintores cruzarse con gente a la que sienten salida de un cuadro de Hopper o de Goya? ¿O identifica­r como frías o cálidas las encrucijad­as, según la paleta de colores que les despiertan sus efectos? Y qué hay de los músicos: ¿vivirán sus días a veces como una milonga, otras como un trap y en alguna ocasión como una sonata, de acuerdo los compases y el ritmo que lleguen con ellos? A pie de calle y en jerga cotidiana, ¿nos verán los mozos de nuestros cafés favoritos como lágrimas, cortados o caramel macchiatos?

El colmo de los casos que conozco sobre la impronta del oficio en el después de la oficina es el de una auxiliar de odontologí­a ponderando un irrigador dental (novedad absoluta para liberar la comida atrapada entre los dientes) como un regalo posible para San Valentín. “Viene con dos boquillas”, subrayaba intentando convencerm­e, “así cada uno puede usar la suya”. Pocas cosas menos románticas imagino, que esa cruzada higienista compartida, en aras de la sonrisa Kolynos, pero para ella la opción era imbatible.

Puestos a desmontar los excesos de la deformació­n profesiona­l, podríamos jugar a cambiar de oficio y explorar el mundo desde esa nueva identidad. ¿Qué te gustaría ser hoy? ¿Médico, top model, rockero, deportista? Sean novelistas por un rato, invitaría el nobel Ohran Pamuk, y podrán serlo todo. Para el autor de Estambul su arte consiste, justamente, en “hablar de nosotros mismos como si fuéramos otra persona y sobre otros como si estuviéram­os en su piel”. ■

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