Clarín

“Sigo adelante sin miedo”

A los 82 años, protagoniz­a “Perdida Mente” y dirige “El café del señor Proust”, ambas en Mar del Plata. Aunque viene de sufrir una isquemia transitori­a, no piensa parar.

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Apocos días de haber generado una gran preocupaci­ón en el ambiente artístico por haber sufrido una isquemia transitori­a (aunque muchos medios erróneamen­te afirmaron que era un ACV y peligraba su vida), Leonor Benedetto, ya recuperada, atiende a

Clarín. “Qué momento tan extraño para hacer una entrevista, porque después de lo que me pasó, es imprescind­ible contar la estricta verdad y desmentir lo que se estuvo publicando”, dice la actriz que a sus 82 años, en Mar del Plata, protagoniz­a Perdida Mente (Teatro Atlas), la exitosa obra que dirige José María Muscari.

Allí interpreta a una jueza que progresiva­mente pierde sus capacidade­s cognitivas. Además, dirige El café del señor Proust, con el actor italiano Néstor Saied, en lo que fue la casa marplatens­e de Victoria Ocampo.

¿Qué le pasó? Cuando el sábanos do 10 brindaba una entrevista radial, presentó dificultad­es en el habla y fue trasladada a un centro médico, en donde quedó en observació­n hasta el domingo al mediodía.

La producción de la obra -que recienteme­nte ganó un premio Estrella de Mar a la mejor comedia dramática y que protagoniz­a junto a Iliana Calabró, Mirta Wons, Ana María Picchio y Emilia Mazerdecid­ió que ese día fuera reemplazad­a por la actriz Laura Espínola.

Tras manifestar que no le salían las palabras, la trasladaro­n a un hospital, donde le hicieron una tomografía y otros estudios que dieron bien. Y se descartó que fuera un ACV. “Un accidente isquémico es un millón de veces menos serio que un ACV. Nunca puede dejar secuelas, en cambio un ACV, sí. Hablé con los neurólogos, que me explicaron qué es un episodio isquémico. Me dijeron que mucha gente lo padece, pero como a algunos se les produce mientras duermen, ni se enteran. De repente sentí que tenía dificultad para decir una palabra que estaba en mi cabeza. Pero eso duró exactament­e un minuto y medio”, le dice la actriz a Clarín.

“¡Yo no me asusté, pero los que estaban conmigo sí! Terminamos en el hospital y los médicos optaron por que pasara la noche ahí para prevenir. Enseguida se descartó que fuera un ACV, porque fue sólo un momento y después recobré la normalidad”, agrega.

Muchos especularo­n con que el origen de este episodio fue que, con tanto trabajo, Benedetto descansa poco y se alimenta mal. Ella contesta: “Puede ser que esa sea la causa, pero yo siempre hice lo mismo. Pusieron eso en algunos medios porque tienen que poner algo, porque esta es una sociedad que no sabe decir ‘no sé’”, asegura. Y se ríe de la repercusió­n que tuvo lo que le sucedió: “Me llamó más gente que cuando ganamos el Estrella de Mar. Aquella vez casi que no me llamó nadie y ahora, todo el mundo”.

La actriz que fuera protagonis­ta de la telenovela Rosa... de lejos suele afirmar que nació sin miedo.

“Trato de no decirlo demasiado porque es algo que a muchos les da bronca, porque a veces estamos rodeados de gente que vive aterroriza­da. Y a partir de la pandemia, mucho más. Hoy alguien se suena la nariz y todo el mundo se da vuelta. Es una manera de vivir. Pero yo lo lamento, son parámetros con los que no puedo coincidir. Ahora empezó el run run de que hay muchos casos de covid: yo ni en pedo me vuelvo a vacunar otra vez”, afirma.

-En Perdida Mente interpretá­s a una jueza que pierde sus capacidade­s cognitivas... conexión con lo que te terminó sucediendo en la vida real. Al componer un personaje, ¿qué técnicas usás?

-El de Perdida Mente es un personaje complejo, pasa de la lucidez, la inteligenc­ia y la cultura absolutas a estar patinando en una neblina mental. Tal vez sea una singularid­ad mía que pienso que cualquier cosa que veo hacer a otro ser humano, soy capaz de interpreta­rlo. Yo no necesito almorzar con un asesino ni con alguien que se esté muriendo de cáncer para interpreta­r un papel actoral. Eso no significa que sea mejor que otros actores que sí necesitan algo por el estilo. Mi manera de trabajar es diferente, porque creo que en mí viven todos los seres humanos, los buey los malos. Entonces me resulta un camino apasionant­e buscar a ese “ser raro” en mi interior y ponerlo sobre el escenario.

-Después de interpreta­r un personaje tan desafiante, ¿quedás muy movilizada?

-Me movilizo, pero no me quedo movilizada. Conozco colegas que dicen que es ficción y que el personaje se queda colgado en el camarín. Yo en eso no creo: pienso que cuando el personaje llora, también llora Leonor. Pero no lloro por las mismas causas que el personaje. Y después no arrastro el personaje a mi vida, lo dejo donde está y al día siguiente lo voy a buscar otra vez.

-Cuando viste El café del señor

Proust en Roma te enamoraste del texto, y aunque no es una obra para multitudes, trajiste al actor italiano Néstor Saied y te pusiste a dirigirla en la Argentina...

-Porque no soy normal (ríe). Porque si te dicen que encuentres a algún argentino que mueva a un actor desde Italia a aquí, y que armes un texto para que lo vean entre 40 o 50 personas por función, te aseguro que no hay quien lo produzca ni se haga cargo. Pero estoy convencida de que una de las finalidade­s de mi vida, y no sólo como actriz, es ofrecer belleza. Cuando el arte propone belleza, modifica al ser

Entrevista

¡Yo no me asusté, pero los que estaban conmigo sí! Enseguida se descartó que fuera un ACV, porque fue sólo un momento”.

humano que lo percibe.

Benedetto tiene tres hijos: María Antonieta Tuozzo (bailarina de tango, vive en España); Nicolás Tuozzo (cineasta, copropieta­rio con su madre de la productora El buen destino); y Marcos Benedetto, de 39 años (radicado en Asunción, Paraguay, gerente de una señal de deportes). Además, tiene dos nietas: Olimpia (15) y Matilda (12).

-¿Cómo es eso que no sos de las abuelas que lleva a sus nietas a la plaza pero sí a un cementerio?

-El año pasado también estuve trabajando en Mar del Plata. Vivía en el Sheraton, que está enfrente del cementerio. Un día fuimos con mis nietas y les encantó. A partir de ese día se transformó en un paseo; me pedían que las llevara. Yo me sentaba en un banco y ellas corrían por todos lados. Venían y me contaban que habían visto la tumba de un nenito que había muerto al año y medio. Y no solo no me molestaba sino que me parecía muy bien, como un primer paso a que sean personas sin miedo, como yo.

-Tuviste muchos amores mediáticos: fuiste pareja de José Sacristán, Gerardo Romano, Santo Biasatti y Alberto Rodríguez Saá... Siempre destacás que te seduce la inteligenc­ia y que nunca saliste con un imbécil. ¿Por qué decís que cada vez que te enamorás te ponés estúpida y no te gusta?

-Es verdad: cuando estuve enamorada me convertí en una pelotuda

(ríe). No tengo una categoría de hombres que me gusten, pero lo que siempre me atrae es la inteligenc­ia. Me gustan los hombres que estén muy despiertos en la vida.

-Siempre tuviste un perfil feminista, ¿estás de acuerdo con las nuevas corrientes del feminismo?

-Ahora muchas feministas no están queriendo igualdad, sino pasarles por encima a los tipos, y ese me parece un pésimo negocio como especie. Por otro lado, la película Barbie me pareció una genialidad ideológica. Y que los señores de Hollywood no le hayan reconocido los méritos es de una ignorancia supina. Ahí se nota la resistenci­a que hay a ver a las mujeres como seres humanos. Es tremendo.

-¿Por qué pensás que el sexo como práctica está sobrevalor­ado?

-Una vez que la pasás bien, durante un rato que es genial y amoroso... ¿Después qué? El conflicto con las parejas que estuvieron conmigo por un rato, fue mi libertad y mi prescinden­cia de lo que en general los hombres les pueden dar a las mujeres. Se hacía muy difícil, porque no me tenían que dar una situación económica, ni algo intelectua­l, sino solo compañía. Y la mayoría no sabe hacer compañía. ¿Qué es lo que yo sola no consigo? Compañía. Cuando te ofrecen lo económico, o lo sexual, vos les decís: “Muy bien, gracias, ¿y qué más?”. Y si no tienen un “además”, ahí estamos en problemas.

-¿Sentís que por el hecho de ser una mujer de 82 años, la gente te trata diferente, con cierto prejuicio, como condenándo­te a un estereotip­o de adulto mayor que vos no encarnás?

-Mucha gente tiene pensamient­os antiguos y yo no puedo hacer nada. Yo soy diferente. Y muchos que tienen 20 años menos que yo también son antiguos. La Argentina está atrasada, muy atrasada... Aunque hay casos como el de Sara Facio, por ejemplo, con la cual tomo el té de vez en cuando y somos amigas... Con ella me atrevo a tocar cualquier tema y tiene 91 años. Por eso sé que el pensamient­o no tiene nada que ver con la edad: ya te digo, veo jóvenes que son como Matusalén (ríe).

-¿El Accidente Isquémico Transitori­o (AIT) te hizo pensar en la finitud de la vida? ¿No te asustaste ni un poquito?

-Los médicos me dijeron lo que me tenían que decir: que me quedara esa noche ahí. Porque en las primeras 24 horas existe un riesgo de que se repita. Ahora lo único que tengo que evitar es que me suba la presión. Todo el tiempo pienso en la finitud de la vida, lo que pasa es que no sé cómo va a venir. Yo sigo adelante sin miedo. Siempre me preguntan: ‘¿cómo te llevás con el paso del tiempo?’

Pero es un eslogan. ¿Cómo te vas a llevar con el paso del tiempo?

-Solés decir que sos como el “perro verde” de tu generación.

-Me caracteriz­an la inteligenc­ia y el coraje para vivir. La falta de miedo a estar sola, por ejemplo. La falta de miedo a correr riesgos. La mayoría de la gente que conozco diría que hay que tener cuidado porque puede pasar esto y lo otro. Pero la vida en sí misma es un riesgo. Deja de ser un riesgo cuando nos ponemos almohadone­s por todos lados, como en las cunitas de los bebés, que se les ponen para que no se golpeen la cabeza. Yo no soy así.

-Te nombraron Personalid­ad Destacada de la Cultura, el público está feliz de verte. Vivís una etapa de reconocimi­ento.

-Hace un tiempo que estoy contenta con los trabajos que hago, porque puedo elegir. Al principio no podía, y por eso hice películas de mierda (ríe). La gente me quiere mucho, sobre todo las mujeres. Soy un espejo en el que les encanta mirarse. No les gusta mirarse en el espejo de una vieja chota.w

Ahora estoy contenta con los trabajos que hago, porque puedo elegir. Al principio no podía, y por eso hice películas de mierda”.

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GENTILEZA ALE ZAFFORA Entera. Leonor Benedetto en Mar del Plata, donde se instaló durante la temporada de verano. “Me caracteriz­an la inteligenc­ia y el coraje para vivir”, dice.
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 ?? ?? Escena. Un pasaje de “Perdida Mente”, con Mirta Wons, Emilia Mazer, Iliana Calabró y Ana María Picchio.
Escena. Un pasaje de “Perdida Mente”, con Mirta Wons, Emilia Mazer, Iliana Calabró y Ana María Picchio.

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