Clarín

Confinamie­nto, frío y soledad en el Ártico: los últimos meses de Navalny en sus propias palabras

Extractos de cartas del fallecido opositor a Putin escritas en la cárcel muestran su vida y cómo pensaba mientras resistía un brutal encierro.

- Anton Troianovsk­i

Confinado en frías celdas de cemento en el Ártico y a menudo solo con sus libros, Alexei Navalny buscó consuelo en las cartas. En julio le escribió a un conocido que nadie podía entender la vida en prisión “sin haber estado aquí”, y añadió con su humor inexpresiv­o: “Pero no hay necesidad de estar aquí”.

“Si les dicen que les den de comer caviar mañana, les darán caviar”, escribió Navalny, el líder de la oposición rusa, al mismo conocido, Ilia Krasilshch­ik, en agosto. “Si les dicen que te estrangule­n en tu celda, te estrangula­rán”.

Aún se desconocen muchos detalles sobre sus últimos meses, así como las circunstan­cias de su muerte, que las autoridade­s rusas anunciaron el viernes. Incluso el paradero de su cuerpo no está claro. Los asesores de Navalny han dicho poco mientras procesan la pérdida. Pero sus últimos meses de vida se detallan en declaracio­nes anteriores de él y sus asistentes, sus comparecen­cias ante el tribunal, entrevista­s con personas cercanas a él y extractos de cartas privadas que varios amigos, incluido Krasilshch­ik, compartier­on con The New York Times.

Las cartas revelan la profundida­d de la ambición, la determinac­ión y la curiosidad de un líder que galvanizó la oposición al presidente Vladimir Putin y que, esperan sus partidario­s, perdurará como un símbolo unificador de su resistenci­a. También muestran cómo Navalny –con un ego saludable y una confianza incesante en que lo que estaba haciendo estaba bien– luchó por mantenerse conectado con el mundo exterior.

Incluso cuando las brutales condicione­s carcelaria­s pasaron factura a su cuerpo (a menudo se le negó tratamient­o médico y dental), no había ningún indicio de que Navalny hubiera perdido la claridad mental, según muestran sus escritos. Se jactaba de haber leído 44 libros en inglés en un año y se estaba preparando metódicame­nte para el futuro: refinando su agenda, estudiando memorias políticas, discutiend­o con periodista­s, dando consejos profesiona­les a amigos y opinando en publicacio­nes virales en las redes sociales que le enviaba su equipo.

En sus mensajes públicos, Navalny, que tenía 47 años cuando murió, calificó su encarcelam­iento desde enero de 2021 como su “viaje espacial”. Para el otoño pasado, estaba más solo que nunca, obligado a pasar gran parte de su tiempo en régimen de aislamient­o y sin tres de sus abogados, que fueron arrestados por participar en un “grupo extremista”. Aún así, se mantuvo al día con los acontecimi­entos actuales. A un amigo, el fotógrafo ruso Evgeny Feldman, Navalny le confió que la agenda electoral del expresiden­te Donald Trump parecía “realmente aterradora”.

“Trump se convertirá en presidente” si la salud del presidente Joe Biden se ve afectada, escribió Navalny

desde su celda de prisión de alta seguridad. “¿No les concierne a los demócratas esta cosa tan obvia?”, se preguntó.

Navalny pudo enviar cientos de cartas escritas a mano gracias a la curiosa digitaliza­ción del sistema penitencia­rio ruso, una reliquia de un breve estallido de reforma liberal en medio del gobierno de 24 años de Putin. A través de un sitio web, la gente podía escribirle por 40 centavos la página y recibir escaneos de sus respuestas, generalmen­te una o dos semanas después de que las enviara y después de que pasasen por la censura.

Navalny también se comunicaba con el mundo exterior a través de sus abogados, quienes sostenían documentos contra la ventana que los separaba después de que se les prohibiera pasar documentos. En un momento, informó Navalny en 2022, los funcionari­os de la prisión cubrieron la ventana con papel de aluminio.

Luego estaban sus frecuentes audiencias judiciales sobre nuevos casos penales interpuest­os por el Estado para ampliar su encarcelam­iento, o sobre las denuncias que Navalny presentó sobre el trato recibido. Navalny le dijo a Krasilshch­ik, un empresario de medios ahora exiliado en Berlín, que disfrutaba esas audiencias. “Te distraen y ayudan a que el tiempo pase más rápido”, escribió. “Además, brindan emoción y una sensación de lucha y persecució­n”.

Las celdas eran generalmen­te espacios de concreto de 7 pies por 10 pies, fríos, húmedos y mal ventilados. Pero Navalny protestaba por algo diferente: los reclusos. Los libros parecían estar en el centro de la vida carcelaria de Navalny, hasta su muerte. En una carta de abril de 2023 a Krasilshch­ik, Navalny explicó que prefería leer 10 libros simultánea­mente y “alternar entre ellos”. Dijo que llegó a amar las memorias: “Por alguna razón siempre las desprecié. Pero en realidad son increíbles”.

Con frecuencia solicitaba recomendac­iones de lectura, pero también las daba. Al describir la vida en prisión a Krasilshch­ik en una carta de julio, recomendó nueve libros sobre el tema, incluido uno de tres volúmenes de 1.012 páginas escrito por el disidente soviético Anatoly Marchenko.

Navalny añadió en esa carta que había releído “Un día en la vida de Ivan Denisovich”, la mordaz novela de Alexander Solzhenits­yn sobre el gulag de Josef Stalin.

Después de haber sobrevivid­o a una huelga de hambre y haber pasado meses “en el estado de ‘quiero comer’”, Navalny dijo que recién ahora comenzó a comprender la depravació­n de los campos de trabajo de la era soviética. “Empiezas a darte cuenta del grado de horror”, escribió.

Casi al mismo tiempo, Navalny también leía sobre la Rusia moderna. Mikhail Fishman, un periodista liberal ruso exiliado en Amsterdam, supo que al líder opositor le había gustado su libro sobre el disidente asesinado Boris Nemtsov, pero que lo considerab­a favorable a Boris Yeltsin, el ex presidente ruso. Navalny le escribió que el predecesor de Putin no había logrado cambiar el sistema soviético. “Esto es lo que no puedo perdonar a Yeltsin”.w

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AP Audiencia. El opositor Alexei Navalny en un video durante un testimonio ante la justicia en Moscú.

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