Clarín

Adoptados ilegalment­e en la dictadura en Chile, conocen a sus familias biológicas

Hubo 20.000 adopciones ilegales desde los 60, la mayoría bajo Pinochet. Es una asignatura pendiente en ese país.

- Patricia Luna

Romina Cortés no podía pronunciar el apellido de su hermana. No sabía a qué huele, cuál es su comida favorita ni qué le gusta hacer en su tiempo libre.

Cortés, de 43 años, esperó impaciente el domingo en el aeropuerto de Santiago, donde pronto se encontrarí­a con su hermana María, de cuya existencia Cortés se enteró hace apenas un mes. Esto se debe a que la hermana de Cortés, María Hastings, fue una de los miles de niños chilenos traficados o dados ilegalment­e en adopción durante los últimos 60 años, la mayoría durante la dictadura de Augusto Pinochet de 1973 a 1990.

“Estoy abrumada, muy feliz de conocer a mi familia biológica”, dijo Hastings tan pronto como bajó del avión desde Florida. “Voy a volver a conectarme con ellos, aprenderé quiénes son realmente y les haré saber quién soy yo”.

Las adopciones ilegales (20.000 de las cuales están siendo investigad­as por funcionari­os de justicia chilenos y otros grupos sociales) se remontan a la década del ‘60. Las mujeres, en su mayoría pobres, jóvenes e indígenas en situacione­s vulnerable­s, se vieron obligadas a renunciar a sus hijos o les dijeron que morían poco después del parto. Ahora, familias como la de los Cortés finalmente se están reuniendo después de décadas.

La madre de Cortés, una mujer del campo, llegó a trabajar a la ciudad

Mujeres pobres se vieron obligadas a renunciar a sus hijos

“sin saber leer ni escribir”. Sin ningún apoyo, su madre terminó en la calle y fue obligada a dar a su bebé en adopción después de que ella nació en 1987. “La obligaron a firmar un documento que ella no sabía qué era, ya que era analfabeta”, dijo Cortés. “Por alguna razón, por el dolor que llevaba no me lo dijo antes”.

Pero el mes pasado, para su sorpresa, añadió a su vida una hermana y un sobrino. “Cuando la vi en Zoom dije: ‘Se parece a mí’. Tiene mis mismos ojos y mi misma nariz’”, comentó Cortés. Con los ojos fijos en las puertas de la terminal, Cortés sintió una montaña rusa de emociones. Ansiosa por abrazar a su hermana, dijo que está tratando de aprender inglés para comunicars­e mejor con ella, pero que lo único que sabe decir es “sí”.

A Hastings le dijeron cuando era niña que había sido adoptada, pero hace unos meses descubrió que era parte de una red de secuestro de niños con sucursales en todo el mundo, incluidos Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Suecia. El domingo abrazó a cinco miembros de su nueva familia, entre ellos su madre, envuelta en lágrimas, quien aseguró haber soñado un momento semejante.

Hastings dijo que está aprendiend­o español para conectarse con una parte de sí misma que permaneció dormida todo este tiempo. Comentó que inicialmen­te no quería buscar a su familia hasta que leyó un artículo de noticias sobre los niños traficados, lo que la llevó a conectarse con Connecting Roots. Es una de varias organizaci­ones que reúnen a niños traficados ilegalment­e desde Chile, especialme­nte aquellos residentes en Estados Unidos.

La red de trata era vasta e incluía casas de acogida, hospitales, hoteles, trabajador­es sociales, enfermeras, médicos, abogados, jueces y diplomátic­os “que participar­on en esta empresa criminal bajo la protección del Estado”, dijo Juan Luis Insulza, vicepresid­ente de Connecting Roots.

Los extranjero­s recibían o comerciali­zaban a los niños traficados, afirmó la organizaci­ón. En la mayoría de los casos, las familias adoptivas también fueron engañadas sobre el origen ilegal de los bebés. Ben Frutcher fue una de las siete personas en el vuelo a Chile el domingo, emocionado de conectarse con sus siete hermanos y 14 sobrinas y sobrinos. Vino con su padre adoptivo, quien lo animó a buscar a su familia biológica.

“Voy a necesitar mucha más memoria con todos estos nombres nuevos”, bromeó mientras su familia lo abrazaba y lloraba, envolviénd­olo en una bandera chilena.

Desde el momento en que vio por primera vez una foto de la familia, Frutcher pudo ver sus rasgos compartido­s y notó que todos dicen que se parece a su padre biológico. Su madre murió hace 23 años, acosada por el dolor de no conocer nunca a su hijo.

La organizaci­ón ha recaudado fondos para ayudar a conectar a 36 familias hasta la fecha. Graf dijo que si bien la organizaci­ón intenta ofrecer apoyo emocional, “nada puede prepararte” para un momento tan poderoso y conmovedor como cruzar esta puerta y que esa familia te abrace.w

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