Clarín

El crimen de un desertor ruso tensa las relaciones entre Madrid y Moscú

El piloto Maxim Kuzmínov huyó de Rusia y aterrizó en Ucrania. Apareció muerto de seis balazos en Alicante. El caso complica a España tras un choque con el Kremlin por la muerte de Navalny.

- CORRESPONS­AL Marina Artusa

El cadáver que el 13 de febrero horrorizó a los vecinos de La Cala de La Villa Joiosa de Alicante, un pueblo pesquero de postal en España, pegadito a Benidorm, tenía seis balazos. Cinco en el pecho y uno en la cabeza. Estaba tendido sobre la rampa del estacionam­iento del residencia­l Cala Alta y había sido atropellad­o por su propio auto, en el que habrían escapado los asesinos. Horas después, el coche apareció calcinado en El Campello, a 17 kilómetros del lugar.

Según los documentos hallados con el cuerpo, la víctima era un ucraniano de 33 años. Se supo luego que, en realidad, las huellas dactilares correspond­ían a Maxim Kuzmínov, piloto del 319 regimiento de helicópter­os de la Fuerza Aérea Rusa, que en agosto pasado desertó a Ucrania. Desde entonces, Rusia lo considerab­a “un traidor criminal”.

El asesinato del piloto desertor en suelo español suma asperezas a la relación entre Madrid y Moscú, que no pasan por su mejor momento. Al conocerse la muerte en prisión del opositor ruso Alexei Navalny, la cancillerí­a española convocó al embajador ruso en Madrid. España desaprueba que Vladimir Putin esquive aclarar la muerte de uno de sus mayores enemigos.

El juez del Juzgado de Primera Instancia de La Vila Joiosa, que estaba de guardia el día del crimen, mantiene la causa bajo secreto de sumario. Fuentes de la Guardia Civil señalaron que, según los investigad­ores, los papeles que identifica­ban al cadáver resultaron falsos. La prensa ucraniana confirmó, citando fuentes militares, que las huellas dactilares correspond­ían a Kuzmínov, de 28 años.

Se había graduado en la Escuela de Aviación de Sizran, en el sur de Rusia. Desde que su país invadió Ucrania, en febrero de 2022, había participad­o en operacione­s de transporte de personal militar o de carga. Nunca en bombardeos. El 9 de agosto del año pasado, mientras cumplía una misión cerca de la frontera entre Rusia y Ucrania junto a dos compañeros que no estaban al tanto de su plan, Kuzmínov comenzó a volar a muy baja altura. Silenció la radio y cruzó la frontera. Aterrizó en la ciudad ucraniana de Járkov, donde lo recibieron con los brazos abiertos y asesinaron a sus dos compañeros. Al aterrizar en suelo ucraniano, los que viajaban con él no quisieron rendirse e intentaron huir. Ucrania lo veneró como a un héroe y convirtió su testimonio en propaganda.

Kuzmínov no rehuyó a los flashes. “No quiero ser cómplice de los crímenes rusos”, dijo. Contó que lloró cuando se enteró de la invasión rusa en Ucrania y que el gobierno de Volodimir Zelenski le ofreció dinero, una nueva identidad y protección.

“Intentaba entender lo que estaba haciendo mi país. Y todo lo que vi fue maldad, horror y crimen. No quería formar parte de ello”, señaló ante las cámaras. Alentó a otros pilotos rusos que siguieran sus pasos. Y añadió que sus padres lo habían acompañado en la decisión y que estaban también protegidos en Ucrania.

Se permitió soñar con que, tal vez, se mudaría con sus papás a algún otro país europeo. Y hasta se había animado a invitar a una ex novia para que lo visitara y disfrutara con él de su nueva vida.

El piloto habría contactado con la inteligenc­ia ucraniana a través de un chat cifrado de Telegram y, a cambio de abandonar el ejército de Putin y contar lo que sabía, habría recibido medio millón de dólares. Porque junto a su helicópter­o Mi-8, Kuzmínov trajo informació­n sensible de los movimiento­s rusos. Ventiló, sobre todo, datos acerca de las bases aéreas del Ejército de Putin y sus sistemas de comunicaci­ón.

En un primer momento, Rusia creyó que el helicópter­o se había perdido en una misión. Tardó un par de días en despabilar­se sobre la deserción de Kuzmínov. De inmediato el Comité de Instrucció­n militar le abrió una causa “por traición”. Y los familiares de los dos compañeros que volaban con él y fueron asesinados pidieron su cabeza. “Si Maxim realmente hizo lo que hizo, espero que lo encuentren y lo maten”, dijo a la TV rusa la esposa de uno de ellos. El jefe del Servicio de Espionaje Exterior de Rusia, Serguéi Narishkin, lo definió como “un traidor criminal”: “Este traidor y criminal se convirtió en un cadáver moral ya en el momento en que planeó su sucio y terrible crimen”, dijo Narishkin.

¿Cómo y cuándo ingresó a España? El gobierno español esquiva reflexiona­r en voz alta sobre estos interrogan­tes. “Hay que dejar que la investigac­ión avance”, dijo la vocera del Ejecutivo. Nadie supo precisar cuánto tiempo llevaba viviendo en La Villa Joiosa. Allí hay una iglesia ortodoxa y un súper que vende productos de Europa del Este. Nadie pudo reconocer al piloto. Su cuerpo permanece en una cámara del Instituto de Medicina Legal de Alicante.w

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REUTERS Inspección. Policías forenses revisan el lugar donde apareció el cuerpo del piloto ruso asesinado de seis balazos en Villa Joiosa, un pueblo pesquero de Alicante.

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