Clarín

Del cabezazo mortal a un caño, ese triste recuerdo

- dlagares@clarin.com Daniel Lagares

En la Copa Argentina está permitido el acceso de público de ambos equipos. Como se juega en canchas neutrales, se diluye la norma de todos los otros torneos en los que se permite sólo la presencia de hinchas del club local. Inexplicab­le. Una pelea en la interna de la barrabrava de Chacarita en la primera fecha de la B Nacional ante Maipú dejó un muerto. El club de San Martín fue sancionado y sus seguidores no podrán concurrir a los estadios durante cuatro partidos. Menos mal. El encono entre Tigre y Chacarita debe ser de los más feroces del fútbol local. Y menos mal porque la suspensión en el Julio Grondona pudo haber desatado una tragedia en Sarandí si el botellazo que arrojaron desde la platea de Tigre era respondido desde los tablones de Chacarita. No hay que ser muy despierto para tener certezas de un enfrentami­ento grave.

Grave fue el botellazo y más grave fue la declaració­n de Gorosito, ya convertida un best seller en las redes sociales. “La agresión está mal, pero Brandán cabeceó la botella”. ¿Cómo pudo haber dicho algo así, justamente Gorosito, siempre sensato en sus declaracio­nes, siempre lejos de los escándalos? ¿Una picardía para disminuir las sanciones que segurament­e recibirá su club? Hay picardías y picardías.

Fue un botellazo. Fue un corte. Fue una crisis nerviosa. Baratísimo. Hagamos memoria. El 14 de dide 1990, San Lorenzo le ganaba 1-0 a Boca en la Bombonera y hubo un enfrentami­ento entre hinchadas. Primero de cantitos, luego la barra de Boca fue a buscar a la de San Lorenzo. Y desde la tribuna visitante voló un caño arrancado de uno de los baños. Dio de lleno en la cabeza de un hincha. Se llamaba Saturnino Cabrera, tenía 37 años, era socio deBoca, tenía tres hijos y estaba desocupado. Murió.

Nunca quedó claro si Emilio Chávez Narváez fue quien arrojó el caño pero recibió una pena de 5 años y 8 meses de prisión por homicidio preterinte­ncional. Ese fierro medía 6,40 metros y pesaba cerca de 20 kilos. Chávez no pertenecía a la barrabrava de San Lorenzo. Y varios testigos del juicio dijeron que habían sido al menos tres las personas que habían lanzado el proyectil mortal. Pagó Chávez, casi un Lee Oswald local.

La hinchada de San Lorenzo popularizó un cantito en los partidos siguientes: “Saturnino/Saturnino/ Saturnino se murió/ le tiramos con un caño/ y el boludo cabeceó”. Hola Pipo, ¿qué tal?

El desastre fue durante el entretiemp­o. El partido no siguió. La AFA, siempre salomónica, les dio por perdido el partido a ambos.

El ministro de Deportes de aquella época declaró luego del crimen que la decisión del Gobierno menemista era “terminar con las barrabrava­s, terminar con los violentos, terminar con la imposibili­dad de que la familia concurra a los estadios de fútbol. Si no lo hacemos, estos vándalos van a terminar con el fútbol argentino”. Aquel ministro era Fernando Galmarini, hincha de Tigre. La vida es una gran ironía, ¿verdad Gorosito?

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