Bolsonaro, Lula Bonaparte y Malaparte
En las próximas semanas se cumplirán 60 años del golpe contra Joao Goulart en Brasil. Y parece que la política brasileña se prepara para recordarlo recreando en otro contexto parecidos comportamientos jugando al borde del precipicio. La investigación judicial sobre el intento del ex presidente Jair Bolsonaro y sus colaboradores cercanos de impedir la asunción de su sucesor Lula da Silva, el duelo entre ambos y la incidencia de los factores externos, con declaraciones de Lula que suscitan perplejidad, nos retrotraen a tantos episodios similares de la historia latinoamericana. Golpes de Estado fallidos o consumados, interrupciones cruentas o incruentas de los mandatos constitucionales, derrocamiento de presidentes o impedimento de que asuman, fueron prácticas corrientes durante el siglo XX.
Curzio Malaparte, periodista, diplomático y escritor italiano que adhirió inicialmente al fascismo para luego abjurar de él y sufrirlo en carne propia, observó el fenómeno en la Europa de los años ‘20: las democracias liberales iban cayendo bajo el asedio de derechas e izquierdas radicalizadas.
En “Técnicas del Golpe de Estado”, libro publicado en 1931, Malaparte trata distintos casos emblemáticos de intentos de toma del poder, algunos exitosos otros frustrados, desde Napoleón a Luis Bonaparte, desde Lenin y Trotsky a Mussolini y Hitler. Sostiene que la conquista y la defensa de un Estado son cuestiones que obedecen a reglas y procedimientos característicos, que hay que comprender, tanto para utilizarlas como para hacerles frente, más allá de las condiciones económicas, sociales o ideológicas.
En América latina, bajo esa misma modalidad, se prepararon y consumaron golpes de Estado en nombre de la democracia y contra el comunismo. Ahora es distinto, las democracias echaron raíces, hay poderes judiciales y sociedades civiles cuyas actuaciones y voces son más difíciles de acallar, aunque no faltarán quiénes lo intenten, y aunque en las redes se propaguen la acción psicológica y los “climas de opinión”. Lo cierto es que en la era digital, todo queda expuesto y a la vista: el propio Bolsonaro se encargó de filmar las reuniones de la conspiración, una prueba que se adjunta al proceso judicial en su contra. Y que, a 60 años del golpe del ‘64, le sirve al ex presidente brasileño para tomar revancha contra su sucesor, quien parece tributar a ese mismo juego con sus polémicas definiciones sobre genocidios y dictaduras.w