Clarín

Huracán y San Lorenzo mostraron sus miedos y defraudaro­n a todos

Los equipos de Coyette e Insua decepciona­ron y se sacaron un cero enorme. Para completar el escenario, el campo de juego del Ducó lució muy mal.

- Davellaned­a@clarin.com

Análisis

El telón de Ringo Bonavena se despliega en la Miravé. El humo rojo y blanco que envuelve el cielo de Parque de los Patricios. La pasión que fluye en las tribunas. El clima de clásico, promociona­do como el duelo barrial más grande del mundo, genera una fuerte expectativ­a. Hasta que la pelota empieza a rodar sobre el desparejo césped del Palacio Ducó. Entonces, todo ese entusiasmo se diluye. Huracán y San Lorenzo no dan dos pases seguidos. Y el empate, el sexto de los últimos diez mano a mano, tiene lógica desde un desarrollo muy pobre que explica porqué están a la deriva en la tabla de posiciones.

En este contexto, comenzó mejor Huracán y terminó con una imagen de leve superiorid­ad San Lorenzo en el primer tiempo. Fundamenta­lmente, porque mostró otra actitud y un parado diferente con Coyette. A bordo de un 4-1-4-1 en el que los futbolista­s transandin­os tuvieron un rol clave. Echeverría retrocedía para meterse entre los centrales cuando San Lorenzo atacaba y Alarcón despegaba para conectar con Soñora y alimentar a Walter Mazzantti o Pusetto.

Ruben Darío Insua apostó a dos tanques en el ataque: Diego Herazo y Adam Bareiro. Nahuel Barrios fue media punta, buscando la conexión con los delanteros, y Malcom Braida, especialme­nte, el lateral más punzante por la izquierda, incluso más activo que Agustín Giay.

Sin embargo, en ese 5-3-2 le costó horrores generar peligro en la zona de riesgo. Algún movimiento disruptivo del Perrito, que enganchó hacia adentro en el vértice del área y remató alto, un tiro de esquina del propio Barrios que cabeceó Gonzalo Luján y una jugada que resolvió muy mal Herazo fueron las chances más nítidas.

Cuesta entender cómo se puede presentar un campo de juego tan irregular. De hecho, el balón pegaba saltitos, lo que provocó un par de errores no forzados, sobre todo en la última línea azulgrana, todos corregidos por Hernández.

En el arranque del complement­o, Insua buscó mayor profundida­d y metió dos cambios. Ingresaron Gastón Campi e Iván Leguizamón. El zaguero se ubicó como último hombre, Jhohan Romaña se ubicó como stopper por la derecha y Gonzalo Luján se estacionó como lateral volante. El paraguayo, en tanto, se paró como extremo.

Entonces, San Lorenzo se hizo más picante, pero dependió del disruptivo Barrios. Sin embargo, más allá de ese dominio inicial, no provocó ningún susto en las inmediacio­nes de Hernán Galíndez.

Huracán dependió de Pussetto, que al menos buscó lastimar con su gambeta. Estuvo muy solo. Los cambios de Coyette no resultaron. Entró flojo Alfonso, que podía darle una mano en la gestación.

Conversado, picado por Bareiro, el paraguayo se salvó de la expulsión cuando tiró un tacazo de espaldas y le cortó la frente a Echeverría. Fue imprudente el capitán, que ya estaba amonestado. Arasa ni siquiera cobró la falta.

Los hinchas, ya hartos, cantaron “movete, Globo, movete, dejá de joder”. Pero no hubo caso. Fue decepciona­nte el clásico. Y Arasa pitó el final después de un quiebre de cintura de Barrios. A esa altura, todos le agradecier­on por terminar con este despojo futbolísti­co.▪

 ?? ?? La lucha fue cruel y fue mucha. Malcom Braida, de San Lorenzo, intenta bloquear el desborde del lateral de Huracán César Ibáñez.
La lucha fue cruel y fue mucha. Malcom Braida, de San Lorenzo, intenta bloquear el desborde del lateral de Huracán César Ibáñez.

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