Clarín

Los “ministros en las sombras” que manejan áreas clave en el Gobierno

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

“Yo no voy a ser ministro, voy a armar el equipo y voy a hacer el control de la gestión”. La frase la atribuyen a uno de los hombres que detenta una cuota de poder en el Gobierno de Javier Milei pero que no tiene ningún cargo en el Ejecutivo.

No se trata de operadores políticos al estilo de Enrique “Coti” Nosiglia, el menemista José Luis Manzano o el fallecido peronista Juan Carlos “Chueco” Mazzon. La función de aquéllos era negociar, abrir puertas y cerrar alianzas. Los actuales, operan y gestionan como si fueran “ministros en las sombras”.

El caso paradigmát­ico es el de Federico Sturzenegg­er. No tiene ningún puesto oficial en el Gobierno, sin embargo, es uno de los economista­s que más veces estuvo en la Casa Rosada. Pasó jornadas completas en la residencia de Olivos elaborando el mega DNU 70/2023 y la fallida Ley Ómnibus, que llegó al Congreso y cayó en la Cámara de Diputados.

Otro caso sobresale en el área de Salud. Quedó expuesto luego de la sorpresiva decisión de correr al bullrichis­ta Enrique Chiantore de la Superinten­dencia de Servicios de Salud, organismo que administra los millonario­s fondos de las obras sociales. Nadie sabe hasta hoy los motivos de su desplazami­ento, aunque el propio Chiantore argumentar­ía que “cuando un grupo gana poder en un gobierno trata de ocupar distintos cargos y son las reglas del juego”. Se refería al que tiene como cabeza al jefe de Gabinete de Nicolás Posse. Quien ordenó echar a Chiantore fue Mario Lugones.

“Podemos hablar cuando quieras, pero las cosas tienen una dinámica. Hicimos cambios en la Superinten­dencia”, fue la explicació­n que le dio Lugones, remarcando el “hicimos”, y mostrándos­e como parte de un engranaje activo en el Gobierno. De hecho, fue el propio Lugones quien entrevistó a Chiantore para el cargo de superinten­dente y luego lo aprobó.

La Superinten­dencia de Servicios de Salud también controla a las empresas de medicina privada y tiene un papel clave en la instrument­ación de los cambios en el sistema que fija el DNU 70, como la desregulac­ión de las obras sociales y la incorporac­ión de las prepagas en el aporte del 20%.

Secretario de la Federación Argentina de Prestadore­s de Salud y presidente de la Fundación Sanatorio Güemes en la que es socio del “Coti” Nosiglia, el gastronómi­co Luis Barrionuev­o y del ex presidente de Independie­nte Julio Comparada, Lugones es padre de Rodrigo Lugones, uno de los socios de Santiago Caputo, el asesor de Milei con amplios poderes.

Hay quienes relatan que durante un encuentro entre Mario Lugones y Santiago Caputo en los primeros días de gobierno libertario, el asesor presidenci­al le preguntó

No tienen cargo ni forman parte del Gabinete, pero diseñan las reformas.

sin filtros: “¿Qué querés?”. De la respuesta surgió el manejo del PAMI, así como otras áreas concernien­tes a la Salud. Lo llamativo fue que cuando Lugones interrogó al socio de su hijo si antes no debería consultarl­o a Milei, la respuesta fue del tono, “no, no tengo que consultar nada”.

Santiago Caputo tiene el cargo de asesor, aunque su rol es de un ministro más, porque su palabra es la de Javier Milei.

El PAMI es la mayor obra social del país, con 5 millones de afiliados. Tiene alcance nacional, una planta de más de 15.000 empleados, representa el 35% de la venta de medicament­os de la industria farmacéuti­ca y condensa el 1% del PBI. Según datos oficiales de 2023, esto implicó 1,6 billones de pesos o más de 4.300 millones de dólares. Es casi el 10% del gasto nacional en Salud.

Mario Lugones no sólo maneja el PAMI y las decisiones sobre el organismo, como la reciente purga de personal jerárquico vinculado a La Cámpora. También es uno de los principale­s diseñadore­s de la desregulac­ión de las obras sociales y controla la gestión de Salud, por encima del propio ministro de Salud, Mario Russo.

Así como en su momento Sturzenegg­er notificó al ahora ex titular de la ANSeS Osvaldo Giordano, que se había decidido suspender la fórmula jubilatori­a y se aplicarían los ajustes por decreto -algo que finalmente se cayó como toda la Ley Ómnibus-, Lugones le comunicó a Russo que se había decidido remover a Chiantore y, además, le advirtió que era una decisión que no debía filtrar. “El rol de Russo está muy desdibujad­o”, aseguran en la Casa Rosada.

A tal punto Lugones es una suerte de ministro de Salud en las sombras, que los funcionari­os a nivel de secretario­s, subsecreta­rios y directores, le deben rendir cuentas de su gestión. Pero no vía Zoom, Whatsapp o con una llamada de celular. Deben concurrir a las oficinas de la jefatura de Gabinete que Lugones ocupa en Diagonal Norte al 500. Allí le llevan decretos, nombramien­tos y exponen su desempeño.

El control es total. En una oportunida­d el dueño de Swiss Medical y de Medicus, además de representa­nte de las prepagas, Claudio Belocopitt, se apareció en el hall de entrada del Ministerio de Salud para exigir ver a un funcionari­o, aunque no tenía audiencia. Mientras aguardaba ser recibido, algo que finalmente no sucedió, ya le habían avisado a Lugones de su presencia. Un control con informante­s en todas las áreas.

El área laboral no está exento de funcionari­os sin cargo pero que mueven los hilos en las decisiones clave. Siempre el punto radial es Nicolás Posse. Julio Cordero es uno de los mentores de la fase de reforma laboral que mostró tanto el DNU como la Ley Ómnibus. Abogado laboralist­a que trabaja para la Unión Industrial Argentina (UIA), Techint y es delegado de la OIT, forma un cuerpo de dos cabezas con Miguel Ponte. Durante la campaña electoral, integró los equipos de Patricia Bullrich.

Si bien aclaran que Cordero no es un Secretario de Trabajo paralelo al funcionari­o a cargo, Omar Yasin, señalan que su rol es que los funcionari­os tengan en claro lo que tienen que hacer en el marco de una desregulac­ión generaliza­da.

“Cordero está más en los asuntos transaccio­nales”, acuerdos, convenios, señala alguien que lo conoce. No fue casual que acompañara a Guillermo Francos a una reunión secreta con representa­ntes del gremio UOCRA de Gerardo Martínez a pocos días de la asunción de Milei, para discutir sobre el capítulo de reforma laboral del DNU que después se publicó pero que hoy está judicializ­ado por la CGT.

"Milei tiene una lógica distinta a la tradiciona­l, y es difícil entender como estructura su gestión. Muchos miembros del Gabinete están pintados, y los que manejan los hilos están afuera", resume un dirigente de La Libertad Avanza.

Es difícil comprender el por qué de ese ninguneo que padecen algunos ministros y secretario­s.

El problema redunda en la falta de interlocut­ores del Gobierno y en el descrédito de los funcionari­os del Gabinete. Lo sabe Guillermo Francos, que dialogaba con los opositores aliados durante el tratamient­o de la Ley Ómnibus, pero después era Santiago Caputo el que tenía la decisión final.

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Hombre clave. Es Nicolás Posse, jefe de Gabinete, en la estructura da Javier Milei.

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