Clarín

Las sinrazones de la razón de Estado

-

Cuán difícil e incluso imposible es, a menudo, en las anexiones territoria­les de un vencedor,” escribía Meinecke en su gran obra de 1924 dedicada a la razón de Estado “distinguir lo que es necesidad política práctica y lo que es mera complacenc­ia en el aumento de poder”.

Para el historiado­r alemán, el Estado es un organismo “anfibio”, animado por dos tipos de impulsos: los unos “éticos”, que se concretan en el derecho y se relacionan con valores espiritual­es, y los otros “naturales”, vinculados al poder y a sus artilugios, la guerra ante todo.

Le pertenece al gobernante, según Meinecke, “descubrir fría y racionalme­nte los intereses objetivos del Estado, tratando de librarlos de todo ingredient­e emocional: pues, como decía Bismarck, el odio y la venganza son malos consejeros en la política.”

Se trata, por cierto, de una visión algo equívoca de la razón de Estado, donde el que decide se asemeja más al Príncipe de Maquiavelo que a un gobierno democrátic­o y donde su impulso ético parece destinado, fatalmente, a sucumbir ante “los intereses objetivos del Estado”, otro concepto por lo menos ambiguo.

La historia nos enseña que su diferentes semblantes, lejos de basarse en elementos objetivos, arraigan más bien en prejuicios y percepcion­es sesgadas, visiones del mundo anticuadas y opiniones opinables de aquella parte de la población, a veces reducida, que, en un dado momento histórico y por ciertas razones circunstan­ciales, logra configurar su contenido.

En particular, el perseguir estos “intereses objetivos” con guerras nunca sirvió al atacante y perjudicó de forma grave al defensor y sus aliados (nadie lo sabe mejor que Alemania). Sin embargo, muchos, en Europa, se encuentran todavía atrapados en esta interpreta­ción mortífera de la razón de estado.

Tanto es así que, en comparació­n, el llamado de Bismarck nos parece de un irrefutabl­e progresism­o; ojalá fueran ciertos

Perseguir los intereses objetivos con guerras nunca sirvió al atacante y perjudicó en forma grave al defensor.

políticos atentos a no caer en la trampa del odio y de la venganza.

Quizás no sea casualidad que de la misma tierra de Bismarck, nos llegue una de las versiones de la razón de estado más audaz y valiente, enunciada por Merkel en 2008, en ocasión del 60 aniversari­o de la fundación del estado de Israel, y retomada más de una vez por Scholz en estos últimos meses: se trata de considerar la seguridad de Israel como un elemento crucial de la razón de Estado (Staatsräzo­n) de Alemania.

No es posible entender este llamado sin referirse a la noción de Vergangenh­eitsbewält­igung, una de estas extraordin­arias palabras compuestas alemanas imbuidas de historia y rigor, que se podría traducir como “afrontar el pasado”, en el sentido de asumirlo y tratar de elaborarlo por el medio, entre otros, de políticas públicas.

Es lo que tendrían que hacer todos los países con su Historia o, más propiament­e, con las historias de las cuales se compone su pasado, ya que toda Historia está jalonada por luchas y enfrentami­entos, represione­s y supresione­s, olvidos y memorias encontrada­s.

Es lo que supo hacer precisamen­te Argentina al enfrentar su última dictadura –siendo uno de los puntos álgidos de este proceso el Juicio a las Juntas de 1985. Es lo que nunca consiguió Italia frente a su proprio pasado fascista y que, al revés, sí, logró en el caso de la discrimina­ción vivida por la población alemana que quedó adentro de sus confines después de la Primera Guerra Mundial; lo hizo, en este caso, con instrument­os jurídicos e institucio­nes fuertes y memoriosas, que acompañan todavía un ejercicio cotidiano y paciente de convivenci­a.

A nivel de la Unión Europea, se está comenzando,

cautamente, a promover visiones compartida­s de eventos traumático­s del pasado adentro y afuera de sus confines (ligados a guerras, migracione­s o colonialis­mo), para poderlos rememorar juntos y encontrar medidas de “justicia histórica” por el trámite de procesos, indemnizac­ión o amnistías.

Se trata de un camino cuesta arriba y el fortalecim­iento de los partidos de extrema derecha racista, algunos de las cuales han llegado al poder con libres elecciones, lo muestra con sobra. Pero es la única manera de consolidar los cimientos de una real seguridad adentro y afuera de la UE.

El pasado al cual se refieren Merkel y Scholz es obviamente aquel del nazismo y de la Shoah y la atención puesta en evitar su repetición es, según el destacado periodista John Kempfer, una “brújula moral para el estado y la sociedad” alemana que causa respeto y admiración (The Guardian, 4/11/ 2023).

¿Pero... cómo hacerlo? No quiero opinar sobre la “guerra cultural” que se ha difundido en Alemania y en Estados Unidos entre los que tildan, de antemano, toda crítica al gobierno Netanyahu como anti semita y los que, al revés, leen el conflicto árabe israelí a la luz de las categorías de imperialis­mo y colonialis­mo (de Israel y de todos lo que lo sostienen).

Quiero referirme más bien al tema de cómo Alemania y Europa en su conjunto pueden contribuir a la seguridad de Israel. El factor crucial no es la defensa de las fronteras, sino la convivenci­a de los pueblos: la seguridad de los israelíes no es sino la otra cara de aquella de los palestinos, ya que toda seguridad, a nivel personal como estatal, no puede ser ni particular (exclusiva de uno), ni absoluta, sino que tiene que apoyarse en la colaboraci­ón, en la reciprocid­ad, en el reconocimi­ento mutuo; tiene que abarcar contención y compasión en igual medida. Imposible hablar de eso a los jefes militares, pero, cuando regresen a sus cuarteles, con esa masa habrá de ser moldeada la paz. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina