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El Twitter de Milei, ¿estrategia o pulsión?

- Gabascal@clarin.com

Lo escribió, justamente en Twitter (lo de X es formal, el nombre no cambia en el uso cotidiano), el periodista de Clarín Ignacio Miri. Y lo hizo con el tono zumbón que mejor se ajusta a esta red social: “Elon, bajá todas las cuentas de Twitter en Argentina por tres días y nos ahorrás un mes de quilombos”.

El chiste habilita preguntas serias. Porque el enfrentami­ento entre el Gobierno nacional y algunos gobernador­es existe, y sus derivacion­es son por ahora inciertas. Sin embargo, hay consenso en que la cifra de $ 13.500 millones que la Nación no envió a Chubut es irrelevant­e. Se trata entonces de un problema de otro orden y es, en ese contexto, donde la herramient­a toma relevancia. ¿Cuánto tuvo que ver el Twitter del Presidente en la escalada?

A esta altura resulta obvio que la conducta de Milei en la red social de Elon Musk encuentra puntos de referencia en

Donald Trump y en el propio Musk, de quien se escribió que “a golpe de tuit ha generado confusión, incertidum­bre, polarizaci­ón, caos y desconfian­za en toda la opinión pública global”. ¿No podría decirse algo parecido de Milei en el plano local?

La crítica, reiterada por periodista­s e intelectua­les que sugieren que Milei debería moderarse en esa plataforma, parece importar poco y operar en sentido contrario en los fanáticos. Twitter es una máquina de polarizar, y permite al Presidente tomar la iniciativa en la conversaci­ón pública.

Como en otras cosas, el Gobierno luce en este ámbito mejor adaptado que el kirchneris­mo en retirada, obsesionad­o aún con las tapas de los diarios en papel, en un anacronism­o descriptiv­o de su mapa mental.

Sin embargo, en otro plano Milei se asimila a una práctica criticada a Cristina Kirchner y que lo muestra menos propenso al combate argumental: refugiarse en entrejar vistadores afines y con quienes se siente a salvo de preguntas inesperada­s. León, sí, pero en jungla amiga.

Ahora bien, si la opinión extendida es que sus intervenci­ones en TW atizan el conflicto, ¿por qué no cambia? Quizás para entenderlo valga el análisis que esta semana publicó sobre Trump la revista The Atlantic: “A estas alturas a ningún consumidor de la prensa dominante se le escapa que (Trump) es un mentiroso y un racista (...) A ningún lector se le escapa el miedo y la antipatía que gran parte de la prensa muestra hacia él. Sin embargo, Trump persiste. Ha utilizado la cobertura negativa para menospreci­ar a los medios y reba

Twitter permite a Milei tomar la iniciativa en la conversaci­ón pública.

su impacto entre sus partidario­s”. “Trump fue expulsado de Twitter y Facebook. En los círculos bienpensan­tes se consideró que ayudaría a que perdiera relevancia. Este sentimient­o puede haber sido moralmente correcto, pero la expectativ­a era infundada. De hecho, las prohibicio­nes pueden haberle ayudado políticame­nte, convirtién­dose en un punto de encuentro para sus partidario­s, que las calificaro­n de censura”.

A pesar de las distancias (Milei no es perseguido por la prensa ni mucho menos) hay dos conceptos para retener: “consumidor de la prensa dominante” y “círculo bienpensan­te”. Para Milei y sus seguidores son parte de la casta. Lejos de ser una pulsión (aunque algunos hábitos trasnochad­os así lo sugieran), la utilizació­n de Twitter del Presidente se adivina central en su estrategia. Capitán de los “tanques en las redes”, su apuesta no es calmar, sino agitar. O al menos que así lo parezca.

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