Clarín

Del ancla fiscal al burro que ya no pudo más

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

La clave del programa de Gobierno de Milei es el “ancla fiscal”, dicen y repiten cerca del Presidente y su ministro de Economía. Y también lo afirman desde el FMI. Por ejemplo, a través de la subdirecto­ra enviada al país, Gita Gopinath, quien destacó que este “ancla” es aún más ambiciosa que la que ellos habían planteado en el acuerdo.

La metáfora del ancla no hace más que referir a aquello de que el Estado (nacional y provincial­es) no deben gastar más de lo que les ingresa. Una idea simple y que, tras los sucesivos fracasos económicos en el país, se hizo muy popular, al punto tal de ser el caballito de batalla de la campaña que llevó a Milei a la presidenci­a.

Hoy es mayoría la opinión de que hay que cuidar los gastos del Estado, de que “no hay plata”. Y si bien resulta razonable, lo preocupant­e es que no parece haber en la mesa chica del Gobierno una mirada que vaya más allá de este primer objetivo.

O, dicho de otro modo, no parece haber una inquietud sobre los riesgos de ajustar a fondo, sin discrimina­r las oportunida­des que abren ciertas actividade­s estratégic­as para el desarrollo del país y su gente, como la ciencia, la tecnología o la educación.

Por estos días, las universida­des nacionales manifestar­on su preocupaci­ón por la falta de actualizac­ión del presupuest­o, mientras que la quita de fondos educativos a las provincias habilitó un conflicto en las aulas.

No hace falta acudir al trillado argumento de la NASA y los miles de millones de dólares anuales que dispone, provenient­es de los aportes de los contribuye­ntes estadounid­enses. Más de US$ 25 mil millones en 2023.

La semana pasada, además, el gobierno de EE.UU. -paradigma del liberalism­o y el Estado mínimo- anunció subsidios a la industria de los chips por US$ 52 mil millones (el doble que el presupuest­o de la NASA), con la principal meta de competir con China. Ya hay 170 compañías en la lista para cobrar gracias a una ley aprobada por los dos partidos mayoritari­os.

Milei acaba de volver de ese país y sabrá bien que allí -como en las naciones más desarrolla­das- las actividade­s estratégic­as reciben el impulso estatal. Habrá más o menos ancla fiscal, pero eso no se toca.

No sea cosa que todo termine como en aquel cuento del campesino pobre, que le iba dando cada vez menos comida a su burro y un día cuando lo encuentra muerto en el suelo, exclamó: “¡Qué mala suerte tengo! Ahora que el burro había aprendido a trabajar sin comer, va y se muere”.

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