Clarín

Hallan a un ingeniero asesinado en su casa de un country en Pilar

Roberto Wolfenson estaba en una habitación. Creyeron que había sido un infarto, pero lo habían asfixiado.

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

No hubo nada extraño, ni para la familia ni para los vecinos. Roberto Eduardo Wolfenson (71) tuvo un día ordinario, al menos en apariencia. Ahora intentan determinar qué pasó con él entre las 14 y las 17 del viernes, cuando el hombre, ingeniero electrónic­o jubilado y padre de dos hijos, fue asesinado en su casa del barrio La Delfina, en Pilar.

El crimen sorprendió por la crueldad, pero también por las similitude­s con el homicidio impune de María Marta García Belsunce, ocurrido hace 21 años también en Pilar. Un barrio cerrado, el cuerpo descubiert­o ante la llegada de la masajista, en el caso de la socióloga de Carmel, un profesor de piano, en La Delfina, la intervenci­ón del personal de seguridad privada y la primera sospecha de una muerte natural o un accidente, son algunas de las coincidenc­ias.

También, la intervenci­ón del fiscal Andrés Quintana, que llevó a juicio a Nicolás Pachelo, acusado del crimen de García Belsunce y que esa semana cubría al fiscal de Pilar Germán Camafreita.

Roberto Wolfenson tenía arritmia y sus antecedent­es cardíacos no lo detuvieron para tener una vida activa y de ejercicio diario. Todos los días corría dentro del country, ubicado en el kilómetro 50 del ramal Pilar.

Pero este viernes Roberto no corrió. Nadie lo vio trotar por las calles de La Delfina pero, hasta bastante después, a nadie le llamó la atención.

Wolfenson estaba solo en su casa. Alrededor de las 14 se comunicó por última vez con su esposa, que estaba en Capital con su hija, al regreso de un viaje.

La mujer que trabaja en la casa había limpiado el jueves. Por eso, el viernes el ingeniero amaneció -en principio- solo.

Cerca de las 17 tenía su clase de piano. El profesor se anunció en la entrada, pero nadie atendió. Golpeó la puerta con insistenci­a. No pudo comunicars­e con su teléfono y alertó a la seguridad. Tuvieron que llamar a la esposa para que autorizara el ingreso: ellos encontraro­n el cuerpo.

Wolfenson estaba tirado en el suelo de un cuarto de invitados. Esperaba visitas.

El profesor de piano, el personal de seguridad y la esposa de Wolfenson llamaron al 911. "El médico del cuerpo pericial de la Bonaerense dijo que se trataba de un infarto. En el contexto de los antecedent­es médicos, nadie se sorprendió. Era verosímil. Pero igual se ordenó la autopsia", explicaron a Clarín fuentes de la investigac­ión.

El llamado de la forense a cargo de la pericia sorprendió: el empresario había sido asesinado. En sus manos había signos compatible­s con la defensa. En su cuello, marcas que coincidirí­an con una asfixia mecánica. Habrían usado una tanza o un hilo delgado.

"Por suerte, y a pesar de la insistenci­a del médico de la Policía, se actuó de acuerdo al protocolo de una escena del crimen. Se levantaron huellas, fibras, y la escena quedó cerrada", confiaron fuentes del caso consultada­s por Clarín.

Hay dos claves para estos primeros pasos de la investigac­ión: el registro de las entradas y salidas a La Delfina y el celular de Wolfenson. El sistema de seguridad del barrio tiene un problema: el criterio de búsqueda de ingresos y egresos es por nombre y no por fecha, por eso es que todavía no hay un listado firme de quiénes entraron al barrio ese viernes. Tampoco descartan que se haya tratado de alguien que viva en La Delfina.

El celular es la otra punta del ovillo. Los investigad­ores pidieron el registro de llamadas y mensajes para determinar con quién habló Wolfenson antes de morir. Después del crimen, confirmaro­n, el teléfono perdió actividad, pero en un momento los mensajes "quedaron con doble tilde".

Si bien no descartan ninguna hipótesis, los investigad­ores "no están orientados hacia algún amante o vínculo extramatri­monial".

Tampoco apuntan a un robo porque en la casa había dinero, una caja fuerte, relojes y otras cosas de valor que no se llevaron.

Roberto Eduardo Wolfenson trabajó 28 años en la empresa Enersys. Antes de jubilarse había estado dedicado a la capacitaci­ón sobre tecnología­s de baterías, desarrollo de equipos profesiona­les, liderazgo y recursos humanos.

Vivió en Brasil, y en 2018 regresó a Argentina. Vivía ivía con su esposa, con quien tuvieron juntos un hijo (hoy de 33 años), y criaron juntos a la hija de ella.w

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Roberto Wolfenson era un ingeniero electrónic­o jubilado.
Víctima. Roberto Wolfenson era un ingeniero electrónic­o jubilado.

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