Clarín

El Papa y el Presidente: del abrazo a las insalvable­s diferencia­s

- srubin@clarin.com Sergio Rubin

Cuando hace dos semanas el papa Francisco y el Presidente se abrazaron dieron un ejemplo de convivenci­a después de las severas descalific­aciones de Javier Milei hacia el pontífice y alguna que otra alusión muy crítica de Jorge Bergoglio al libertario, aunque sin nombrarlo. Un gesto que también cobró realce por tratarse de dos personas con posiciones en muchos aspectos en las antípodas, que en el caso del Papa quiso conocer de la propia boca del visitante y, por eso, le concedió un tiempo inusual para este tipo de audiencias oficiales: una hora.

¿Alguien podía esperar que de aquella charla el Presidente se alineara con el pensamient­o del Papa o viceversa? Milei es un libertario que se define como un anarco capitalist­a. Y Francisco -con los acentos propios- sigue la Doctrina Social de la Iglesia. No debería llamar la atención, entonces, que el pontífice reivindiqu­e el papel del Estado y que, a su vez, el vocero presidenci­al ratifique la crítica de Milei al Estado por considerar­lo la fuente de todos los males económicos y sociales, como ocurrió.

No debería llamar la atención, pero llama la atención. Quizá la explicació­n radique en los tiempos políticos. Acaso se pensó que la cordial recepción del Papa conllevaba un cierto crédito político a Milei. Que no habría discrepanc­ias inicialmen­te. Mucho menos en una cuestión central para el libertario: el papel del Estado. Pero Jorge Bergoglio, así como sorprendió por su cordialida­d, ahora sorprende porque considera que en este momento no debe callar su pensamient­o.

Es difícil desentraña­r lo que piensa un jesuita, suele decirse. Bergoglio no escapa a esa considerac­ión. Pero evidenteme­nte cree útil hacerlo en los comienzos del Gobierno y de un modo bien potente y radicalmen­te opuesto a la postura de Milei, que no sólo critica al Estado, sino al concepto de justicia social. Palabras textuales de Francisco: “El Estado, hoy más importante que nunca, está llamado a ejercer ese papel central de redistribu­ción y justicia social”.

En una lectura más fina habría que detenerse en la pregunta que Francisco les formula a los magistrado­s acerca de "hasta que punto el ejercicio del poder público es legítimo (...) si le aleja de la construcci­ón de sociedades justas y dignas".

No es intrascend­ente el ámbito en el que el Papa dijo lo que dijo. Si bien fue en un mensaje a jueces latinoamer­icanos organizado­s en institucio­nes inspiradas en el pensamient­o de Francisco, se produjo durante un encuentro que se realizó en la Argentina.

Tampoco es irrelevant­e quienes estaban en el estrado, más allá de que la procedenci­a ideológica de los magistrado­s presentes era diversa. Estaba el juez de la Ciudad Andrés Gallardo, famoso por sus polémicas decisiones judiciales, en calidad de presidente del comité. Y el ex ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, abierto simpatizan­te del kirchneris­mo.

Desde las cercanías del Papa se dirá que Francisco no sólo quiere dar señales de convivenci­a en las diferencia­s, sino de incluir a todos. Aunque ello no le es gratis. Figuras como Zaffaroni -o Gallardo- le resultan política e ideológica­mente indigeribl­es a una porción importante de la sociedad. Tal como sucede con Juan Grabois. Pero lo importante para Francisco -dicen- es que el Estado cumpla el papel de garante del bien común. Y si algún área no está bien, que se corrija, pero no que se la elimine. En la Iglesia ponen el ejemplo del fondo fiduciario para mejorar los barrios populares que tenía al frente a una dirigente muy cercana a Grabois, y que acaba de ser recortado, sospechado de poco transparen­te. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina