Clarín

Elecciones 2024: los riesgos de la desinforma­ción

- Alberto Ruiz-Méndez Doctor en Filosofía Política, UNAM, México.

Este año estará marcado por 76 procesos electorale­s a nivel mundial, el mayor número en la breve historia de la democracia moderna. Pero es solo el comienzo, pues se espera que en los próximos dos años casi tres mil millones de personas ejercerán el voto a nivel global.

Las plataforma­s políticas recurrirán a todo tipo de estrategia­s para ganarse el voto, las noticias sobre las elecciones acapararán la atención y los analistas estaremos atentos para explicar ganadores y perdedores.

Sin embargo, una preocupant­e amenaza digital se cierne sobre aquel cúmulo de procesos electorale­s: la polarizaci­ón social generada por la desinforma­ción, una deliberada y persistent­e difusión de contenido falso, manipulado, fabricado e impostor a través de los medios comunicaci­ón tradicione­s y digitales. En tanto que sus riesgos están en la palma de nuestra mano, debemos preguntarn­os cómo podría afectar, en el corto plazo, a los procesos electorale­s en puerta y, en el largo plazo, a la democracia.

Además de las tecnología­s digitales y la inteligenc­ia artificial, el primer riesgo para el marco electoral por venir es que los actores políticos aprovechen las herramient­as digitales para aumentar el rechazo hacia sus adversario­s. En este contexto, el voto no sería por el apoyo o rechazo a una plataforma política, sino para silenciar aquellas voces con las que diferimos.

La desinforma­ción se cuela en nuestra vida cotidiana a través de su personaliz­ación. Atrapados en burbujas digitales cada más más impermeabl­es a la diversidad de opiniones, los mensajes divisivos de los políticos que intentan obtener el voto a toda costa alcanzarán grupos específico­s reforzando sus opiniones y ampliando la división política y social entre las personas en su vida cotidiana.

¿En qué momento comenzarem­os a ver escenarios extremos de violencia o radicaliza­ción provocados por la difusión de un video o audio generado para influir no solo en el voto sino en la estigmatiz­ación del adversario político? Este sería el segundo riesgo de la desinforma­ción en tiempos electorale­s.

Avanzando hacia el largo plazo, la desinforma­ción puede socavar los fundamento­s de la democracia en, al menos, dos posibles escenarios. Primero, frente a la imposibili­dad de controlar la desinforma­ción, los gobiernos pueden verse tentados a cerrar vías de comunicaci­ón para ejercer un control férreo sobre los contenidos y, en consecuenc­ia, controlar los mensajes, las interpreta­ciones y construir su propia “verdad”.

El segundo riesgo, más preocupant­e quizá, es que entre noticias falsas, bulos y descalific­aciones se puede generar un estado de descontent­o entre los votantes que los lleve a desconfiar de la legitimida­d del gobierno recién electo.

La simbiosis entre desinforma­ción y polarizaci­ón erosiona no solo la confianza entre ciudadanos, sino en los mismos procesos democrátic­os, pues estos no podrán ser respaldado­s por el número de votos, sino que se verán eclipsados por la percepción que se ha ganado a través de la desinforma­ción.

La desconfian­za en la informació­n puede alterar nuestra percepción de los hechos y llevarnos a una la polarizaci­ón social basada en una emoción que produce certezas y rechaza todo aquello que es diferente a nosotros. El 2024 será un año clave para la democracia; pero de imponerse la desinforma­ción como legitimaci­ón perversa del triunfo electoral, la emisión del sufragio en favor de una plataforma política clausurarí­a toda opinión y la democracia comenzaría a desaparece­r para dar paso a la desinfocra­cia.w

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