Cacerolas, gritos y agresiones de unos pocos militantes opositores
El nutrido operativo de seguridad desplegado desde el mediodía en las inmediaciones del Congreso, con efectivos de la Policía Federal y la Gendarmería, camiones y un vallado que impedía acercarse a la avenida de Mayo y la entrada del Congreso sobre Entre Ríos, recortaron el accionar de los manifestantes opositores que se acercaron a repudiar a Javier Milei.
Arrinconados sobre la Plaza de los dos Congresos, los cientos de
militantes -en su mayoría de entre 20 y 40 años, mucho más varones que mujeres- identificados con banderas de izquierda comenzaron a cantar e insultar al presidente una media hora antes de su llegada al recinto del Senado.
Por el contrario, no hubo presencia de los sindicatos, los movimientos sociales y los intendentes del conurbano, cuyas columnas eran habituales durante los actos de apertura legislativa encabezados por presidentes peronistas.
Sin que la policía intervenga para impedirlo, los cánticos violentos mudaron en algunas agresiones físicas cuando el auto de Milei se acercaba al Congreso: las primeras víctimas fueron dos jóvenes libertarios que intentaron pararse cerca de la fuente de la plaza con un pasacalles con la foto de Milei y de un dirigente libertario de Pilar. Primero los rodearon a los gritos, luego les sacaron el cartel y minutos después le prendieron fuego. Uno de sus dueños incluso fue golpeado.
El convoy del presidente, flanqueado por granaderos a caballo, también recibió una llovizna de botellitas de agua. Aunque muchos de los manifestantes llevaban pesadas mochilas, de ellas no salieron piedras como en otras ocasiones.
Durante el discurso, los cánticos mutaron en silencio para oír las palabras de Milei, que fueron replicadas por insultos. Pero ni la cantidad de personas ni su enjundia alcanzaron para desafiar a los policías, que apenas intervinieron en unas pocas ocasiones para evitar golpizas para los pocos que se acercarona apoyar al presidente, e incluso entre algunos de los manifestantes.
Minutos después de la partida del presidente, la plaza empezó a despejarse.