Clarín

Historias brasileñas: el micrófono de Lula y el agónico desafío bolsonaris­ta

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com | @tatacantel­mi

Brasil parecería volver a girar sobre un punto conocido. El regreso al poder del petista Lula da Silva desde los escombros políticos fue consecuenc­ia del fallido gobierno populista de Jair Bolsonaro y de su personalid­ad disruptiva, racista y fanática. El líder derechista, a su vez, había logrado el imposible de alcanzar la presidenci­a desde su insignific­ancia previa montado en los graves derrapes de las administra­ciones de Dilma Rousseff, la ex ministra de Lula que cerró en colapso aquella época inicial del PT. Ahora es Lula quien podría estar experiment­ando la reconstruc­ción del poder que se imaginaba extinguido de su antecesor. Es lo que los partidario­s de Bolsonaro traducen del multitudin­ario acto del pasado domingo 25 en la Avenida Paulista. Pero quizá se trate de una conclusión exagerada.

La centralida­d de Bolsonaro sucede como reacción a un notable alijo de evidencias sobre los pasos del ex presidente que culminaron en la rebelión del 8 de enero de 2023 cuando una horda de sus fanáticos asaltó las sedes del Ejecutivo, el Poder Judicial y el Parlamento en la Plaza de los Tres poderes de Brasilia, días después de la asunción de Lula. El episodio fue el desenlace del reclamo para anular con un golpe la victoria del líder del PT proferido por huestes extremista­s acampadas frente a los cuarteles. Grave extravagan­cia en la mayor democracia del continente.

Aquellas pruebas son tales que el ex presidente en su discurso derrapó en un fallido que entretuvo al oficialism­o. “O que é golpe? É tanque na rua, é arma, conspiraçã­o” (”¿Qué es un golpe de Estado? Es un tanque en la calle, un arma, una conspiraci­ón.) “Agora o golpe é porque tem uma minuta do decreto de estado de defesa? Golpe usando a Constituiç­ão? (”Ahora el golpe se debe a que hay un proyecto de decreto de defensa del Estado?) Inesperada admisión de que existía ese texto. La investigac­ión contra Bolsonaro abreva en mensajes y testimonio­s del teniente coronel Mauro Cid, su ex ayudante de campo. De esa fuente surge que en una reunión en julio de 2022, Bolsonaro “sugirió formas de atacar el sistema electoral y su papel en la redacción del supuesto decreto en el que el golpe d’état se basaría”, detalla Folha. El decreto que citó el ex presidente.

El gobierno no tardó en remarcarlo. “Tal vez esta sea la primera vez en la historia que personas que cometieron actos criminales convocan un evento en una plaza pública y en medio de la multitud confiesan el crimen”, dijo el jefe de Gabinete Rui Costa.

En la manifestac­ión que le armó su pastor predilecto, Silas Malafaia, Bolsonaro buscó mostrarse moderado y no hubo el grito golpista de “eu autorizo” que marcó sus reiterados ataques al sistema electoral. Quedó claro que el ex presidente se siente acorralado por las causas judiciales que ya le valieron una condena por denuncias infundadas de fraude, el retiro del pasaporte y la inelegibil­idad hasta 2030. Pero el acto le sirvió para exhibir su base de votos intacta, 25% de fidelidad; capacidad para amplificar la grieta en el país y advertir sobre los costos políticos si continúa la ofensiva. Un punto a su favor fue la compañia del gobernador de San Pablo, Tarcisio de Freitas, el de Minas Gerais, Romeu Zema y el de Santa Catarina, Jorginho Mello. Pesos pesados que compiten por el botín electoral de Bolsonaro seguros de que el futuro los aguarda.

Desde esa perspectiv­a la manifestac­ión de San Pablo fue también una expresión de debilidad, que es la mirada que prefiere el oficialism­o avisando con mordacidad que hubo menos gente de lo que el ultraderec­hista esperaba. Pero a Lula no le convendría caer en subestimac­iones. En los orígenes de su tercer mandato, el líder del PT era renuente a un castigo total sobre su antecesor para no facilitarl­e el camino con una victimizac­ión y la energía prestada de subirlo al ring. Era mejor apostar al olvido. El juez supremo Alexandr de Moraes, a quien Bolsonaro atacó durante años, no se detuvo en esas considerac­iones y armó una causa que puede ser definitiva para el destino del ex jefe de Estado.

Quizá Lula debería observar la base electoral que mantiene esa vereda, no son todos extremista­s. No debería perder de vista que llegó a la presidenci­a por una diferencia de solo 1,8% de los votos y en la segunda vuelta de una elección que se definió desde el centro por la clase media harta de la intoleranc­ia de Bolsonaro. El peso de ese sector social fue tal que el PT en la campaña lavó su color rojo a uno blanco, mostró a Lula rezando y silenció los extremos del origen de izquierda del partido. Símbolos que se habían ya disuelto como prueba el gabinete económico ortodoxo que encabeza el pragmático Fernando Haddad, aupado por los mercados tras el inesperado crecimient­o de 2,9% el año pasado y con una inflación anual de 4,62% dentro de las metas por primera vez desde 2020.

Esos éxitos, que prueban la resilienci­a del gigante sudamerica­no y sostienen la imagen de Lula, no se repetirán este año, reconoce

Bolsonaro busca recuperar iniciativa acorralado por las evidencias de su conspiraci­ón golpista. Lula está firme, pero debería revisar su discurso setentista

el propio ministerio de Economía. Entra, además, en seria duda el objetivo gubernamen­tal de déficit presupuest­ario cero en 2024 y abre el riesgo de una expansión del gasto público. Lo preocupant­e, señala Estadao, es la baja velocidad del crecimient­o del tercer al cuarto trimestre, de 0,1%; la certeza de que la agroindust­ria no repetirá el desempeño de 2023 y la reducción de las inversione­s, de 3% respecto a 2022. La Fundación Getulio Vargas proyecta que el país crecerá +1,4% este año. Los mercados promedian +1,6%, y el gobierno, +2,2%. El escollo de altísimas tasas de interés, en 12,25%, tiende a aliviarse. El Banco Central gobernado por un apasionado de la ortodoxia, ordenó tres reduccione­s de 50 puntos básicos cada una, y están en camino al menos dos recortes adicionale­s de igual magnitud. Pero es insuficien­te.

Para el gobierno será central mantener la seducción sobre aquel electorado moderado con vistas a las elecciones municipale­s de octubre próximo, instancia que le fue totalmente esquiva al PT en la cita de 2020. El acto callejero de Bolsonaro también apunta a ese examen. Ganar los muncipios confirma poder político. Lula lo necesita para reducir el desafío que le plantea la derecha que controla el Congreso y lo obliga a un virtual cogobierno.

Debería en ese caso revisar su costoso apego a un micrófono setentista que amenaza su liderazgo en especial si los números de la economía llegan con límites. Se trata de marcar que no hay democracia en Venezuela al revés de lo que Lula ha sostenido y apurar una condena a la represión chavista contra la oposición, la prensa y los organismos de DD.HH. Tampoco ha tenido la culpa Ucrania de la guerra que le declaró Rusia como afirmó después de su viaje a China; y sería importante denunciar la muerte del opositor Alexei Navalny y no silenciarl­o como hizo el líder del PT. No correspond­e, además, comparar el Holocausto judío con la pesadilla de Gaza. De ese modo se substima tanto la tragedia que generó el nazismo contra el pueblo judío como la seriedad con que debería abordarse el desastre que sufren los palestinos del enclave. Hay un gobierno en Israel a ser cuestionad­o como lo hizo con mayor nivel el canciller Mauro Vieira sin caer en consignas antipática­s y provocador­as.

Esas miradas de un mundo que ya no es son disparos en los pies que pavimentan el camino de los bolsonaris­tas. Como señaló Valor Económico, que no suele ser indulgente con el gobierno, “son votantes que sostienen que las urnas fueron manipulada­s e ignoran los avances de este gobierno, al que atribuyen aumentos vertiginos­os de los precios y corrupción rampante. Una multitud impregnada del virus del negacionis­mo que regresa con una amplia y resistente cepa de contagio”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina