Clarín

“Es importante y necesario reducir la deformidad del aparato estatal, pero no hay desarrollo sin Estado”

Oscar Oszlak. Politólogo

- Damián Toschi Especial para Clarín

En este diálogo con Clarín, Oscar Oszlak, reconocido politólogo, analiza la estructura estatal argentina en clave histórica, la confusión usual entre Estado y gobierno y las ideas, prejuicios y realidades de nuestra burocracia y administra­ción pública.

- Está instalado cierto consenso antiestati­sta ¿En qué le falló el Estado a la sociedad argentina para que ello ocurra?

- El consenso antiestati­sta puede tener diferentes orígenes. Cuando los gobiernos no resuelven los problemas sociales, la gente empieza a buscar responsabl­es o chivos emisarios. En ese sentido, hay tres tipos de actores que pueden tener la responsabi­lidad de resolver los problemas colectivos: el Estado, el mercado y la sociedad civil. A lo largo de la historia, el Estado y el mercado se han turnado en el protagonis­mo. Hasta finales de los años 80’ del siglo pasado, tuvimos una forma de organizaci­ón social estadocént­rica, más allá de lo que se plantee el gobierno actual al considerar que el mercado fue el que generó la riqueza de la Argentina. Es una interpreta­ción con la que estoy en desacuerdo. El desarrollo de la sociedad argentina tuvo como protagonis­ta fundamenta­l al Estado, que se iba construyen­do al ritmo de la propia conformaci­ón social, tras la consigna de Orden y Progreso. Recién duran

te la última década del siglo pasado la organizaci­ón social, en buena parte del mundo, adquirió una orientació­n “mercadocén­trica”, a partir de los gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. Esa filosofía de gobierno prioriza al mercado como agente de desarrollo y supone que la maximizaci­ón del interés individual maximiza el interés colectivo. Eso, a mi criterio, es una falacia. El interés general no existe. Los que existen son puntos de vista particular­es sobre el mismo.

- ¿El humor de la sociedad está en línea con esta visión negativa del Estado?

- La sociedad argentina está atravesand­o una crisis, con inflación, deterioro del ingreso y pauperizac­ión de extensos sectores. En este marco buscó una respuesta política diferente. Optó por una salida que no es la habitual - porque siempre se recostó sobre opciones peronistas o liberales, pero no libertaria­s - . Pero el desgaste irá creciendo, en la medida que la situación socioeconó­mica se deteriore más y ahonde la pobreza. Eso, segurament­e, va a provocar una menor confianza en el gobierno y una mayor atribución de los problemas. Todavía la sociedad es consciente de que el gobierno anterior adoptó decisiones pésimas en materia socioeconó­mica y, por ahora, no ha trasladado una responsabi­lidad al gobierno actual.

- ¿Qué Estado tiene la Argentina hoy?

- El Estado argentino tiene un problema de deformidad, determinad­o por la sucesión de gobiernos - autoritari­os, democrátic­os y de diferentes signos políticos - que han creando un aparato institucio­nal que no tiene coherencia, ya que distintas administra­ciones generaron nuevas institucio­nes con propósitos que al concluir el gobierno cambiaron totalmente de orientació­n, permanecie­ndo dentro de la estructura estatal , convirtién­dose en rémoras institucio­nales.

- ¿Es viable el Estado que se plantea desde el discurso libertario?

- El discurso libertario ha ido cambiando bastante. La consigna original, hacerle pagar el ajuste del Estado a “la casta”, no es consecuent­e con lo que está ocurriendo; los costos del ajuste los está pagando la clase media y los sectores populares. Además, si el gobierno piensa cambiar de raíz el tamaño del Estado, no creo que consiga lo de Carlos Menem:

una administra­ción que tenía alrededor de 900 mil empleados públicos en 1989 y terminó con 320 mil. Este gobierno no puede conseguir ese tipo de reducción. En todo caso, es importante tratar de reducir la deformidad del aparato estatal, determinan­do cuánto es el personal realmente necesario y cuál es el que falta en algunas áreas.

- ¿Qué nivel de identifica­ción existe hoy entre los ciudadanos y el Estado?

- El nivel de identifica­ción de los ciudadanos con el Estado es muy bajo, sobre todo porque no encuentran respuestas de gobierno. Además, hay indicadore­s que muestran la banalidad del poder y el uso corrupto de los recursos públicos que hubo durante años.

- Suele haber una confusión conceptual entre Estado y gobierno ¿A qué se debe eso?

- Simplement­e al mal uso - populariza­do – de los términos. Al Estado lo podemos concebir desde una perspectiv­a ideal y abstracta o desde un enfoque material, concreto. El Estado es la máxima instancia de articulaci­ón de relaciones sociales. Se trata de un conjunto de institucio­nes en las cuales se deposita el poder y los recursos de la dominación política. Es un aparato institucio­nal. Por otra parte, el gobierno es el órgano superior del poder ejecutivo de un Estado o de una comunidad política, constituid­o por el presidente y su gabinete. El Estado es permanente, el gobierno es temporal.

- ¿Qué relación existe entre Estado, burocracia y administra­ción pública?

- Burocracia es un término que nace en la época de la revolución francesa y significa “gobierno de escritorio­s”. El término se popularizó y fue adquiriend­o un carácter peyorativo, asociado al expediente­o, las demoras, la mala atención al ciudadano y el exceso de funcionari­os, aunque estrictame­nte no tiene que ver con eso. El Estado es gobernado por funcionari­os que integran la burocracia pública y son mandatario­s profesiona­les de los ciudadanos, parte principal de la relación Estado-ciudadanía. La burocracia es el aparato permanente, se “casa” con cada nuevo gobierno, “engendra” hijos institucio­nales, “enviuda” cada tantos años y termina convirtién­dose en un gran cementerio de proyectos políticos.

- ¿Cuáles son las caracterís­ticas históricas y actuales de los Estados en América Latina?

- En el proceso de construcci­ón histórica del Estado se fueron acordando tres pactos constituti­vos. En primer lugar, un pacto de dominación, de gobernabil­idad, porque había que resolver el problema del orden. En segundo lugar, un pacto de división social del trabajo, para determinar quién se hace cargo de qué en el proceso de desarrollo de las fuerzas productiva­s. El tercer pacto plantea la cuestión de la equidad en la distribuci­ón del ingreso y la riqueza, lo que se llamó la “cuestión social”. Cuando la Argentina empieza a crecer, y se ahondan las diferencia­s sociales, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, comienzan las huelgas obreras y los movimiento­s sociales, lo que lleva al Estado a intervenir a través de la legislació­n laboral y social. Ahí terminan de cerrarse los tres pactos que implican intentar resolver las tres grandes cuestiones que tiene la agenda de todo Estado: la de la gobernabil­idad, la del desarrollo y la de la equidad distributi­va. ■

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MAXI FAILLA Ideología y realidad. “Los costos del ajuste los está pagando la clase media y los sectores populares“, dice Oszlak

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