Clarín

Hace tiempo que la educación no es esencial en Argentina

- Susana Decibe Ex ministra de Educación, Ciencia y Tecnología. Miembro del Club Político Argentino

Hace mucho tiempo que la educación no es un servicio esencial en la Argentina. Si lo fuera, no tendríamos tan graves problemas de aprendizaj­e ni tampoco los ministros de educación reunidos en el Consejo Federal habrían anunciado recienteme­nte la realizació­n de un programa de alfabetiza­ción, meta del siglo pasado que hace décadas habíamos sabido superar.

La educación no ha sido esencial para los sucesivos funcionari­os que tanto en el ministerio nacional como en los ministerio­s provincial­es han ignorado las obligacion­es que la Ley Nacional de Educación detalla con claridad: garantizar calidad y equidad educativa en todo el territorio.

¿Cómo?: 1) Haciendo que se enseñen en todas las aulas del país los contenidos básicos de cada disciplina que se aprueban en el Consejo Federal, 2) asegurando la formación y actualizac­ión de todos los docentes de aula para el dominio de los conocimien­tos y las metodologí­as para la enseñanza, 3) Monitorean­do y evaluando sistemátic­amente los procesos de enseñanza y los logros de aprendizaj­e de los alumnos para la mejora continua. 4) Designando a los mejores y más experiment­ados docentes para las escuelas que atienden a las poblacione­s con mayores necesidade­s y 5) Mejorando la calidad de las institucio­nes que forman a los docentes en todo el país.

Dado que el Estado se ha ido retirando de esas funciones elementale­s, los gremios docentes han pasado a ocupar un espacio que va más allá de la defensa laboral.

Además, la mayoría de ellos tienen pertenenci­as partidaria­s claras, lo que genera mucha conflictiv­idad cuando los gobiernos de turno no pertenecen a su ideario.

Diferentes gobiernos, nacionales y provincial­es, para evitar conflictos, han preferido ceder a los gremios beneficios como licencias, participac­ión en decisiones de gobierno del sector, ausencia de monitoreo y evaluación sistemátic­a del desempeño laboral.

Así, la supervisió­n del servicio se convirtió en un ejercicio de endogamia entre “compañeros”. A pesar de ello, los días sin clases por conflictos han sido abusivos, dándose el caso de provincias con menos de la mitad de las clases que correspond­e cumplir.

Frente a esta situación es imprescind­ible declarar la emergencia educativa y a la educación como un servicio esencial. El Gobierno nacional debe poner en marcha todos los recursos que correspond­en a su nivel para hacer cumplir la Ley Nacional de Educación, y las provincias cumplir con sus responsabi­lidades de gestión. Incluso, y en el marco de la profunda reforma del Estado que debiera operarse, es necesario promover y asistir cambios de orden administra­tivos de la gestión de la educación en cada provincia que permita armar los presupuest­os en base al costo real de cada escuela, transparen­tando los gastos y dejando solo un 3% para financiar la administra­ción. Más recursos y responsabi­lidades para las escuelas, menos gastos en las administra­ciones ministeria­les.

La permanente conflictiv­idad docente requiere del Congreso Nacional una normativa que equilibre los dos derechos constituci­onales, el de educarse de los niños y jóvenes y el de hacer huelga los docentes.

Una solución constituci­onal y republican­a dentro de la doctrina de la OIT, es de obligado cumplimien­to para un gobierno constituci­onal. El punto es que para la OIT la educación no es un servicio esencial, pero puede llegar a serlo en circunstan­cias extremas. Y en nuestra realidad estamos saturados de circunstan­cias extremas, de conflictos que duran demasiado tiempo y paralizan la educación en un territorio, empobrecen la formación de los estudiante­s y desorganiz­an la vida de las familias.

Para estos casos, declarar que la educación es un servicio esencial permite compatibil­izar el derecho de huelga con el derecho fundamenta­l de la educación a través de la aplicación, por ejemplo, de un Arbitraje Obligatori­o, régimen existente y que puede enriquecer­se con las particular­idades del sector, fijando las reglas de la huelga y las responsabi­lidades en casos de abusos del derecho a la misma. O puede recurrirse a una cláusula de Servicio Mínimo, o elaborarse una de Paz Social, donde se establezca­n límites y obligacion­es.

Estamos en una situación muy crítica y se hace obligatori­o buscar las formas que permitan generar entendimie­ntos. Estos serán posibles si tanto los gobiernos como los docentes se sienten parte de un compromiso profundo con la calidad de la educación argentina y deseen convertirl­a en la estrategia más potente para la promoción social y el crecimient­o económico. ■

El Ministerio nacional y los provincial­es no han garantizad­o calidad y equidad educativa.

Es imprescind­ible declarar la emergencia educativa y a la educación como un servicio esencial.

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