Debate caliente: ¿el porno empezó en Francia o acá?
Un tal Kirchner, francés, estrenó en 1896 el filme que se cree pionero. Pero nuestra “El sátiro” (1907) es más osada.
El kirchnerismo es un movimiento que viene de lejos. Puede que estemos hablando de un antepasado de Néstor -claro que no hay certezas de esto- pero, lamentablemente, en este caso no se trata de ningún “ismo” conocido.
Albert Kirchner. Así se llamó. Fue el primer Kirchner que se hizo famoso. Pasó a la historia de culto de la cinematografía por ser quien estuvo detrás de cámara en la primera película condicionada de la que se tienen noticias.
Filme francés, ligeramente atrevido y en clave de paso de comedia. ¿Año? 1896. Verlo hoy es un juego de niños. Ni siquiera se lo podría comparar con El Sátiro, señalada como la primera película pornográfica rodada en la Argentina poco después, en 1907.
Hacia fines del siglo XIX, el tal Kirchner era una suerte de enfant terrible de una novedad que todavía estaba en pañales: el cine erótico fue una de las expresiones más urgentes del reciente cine “a secas”.
En 1895, en París, los hermanos Louis y Auguste Lumière habían hecho la primera proyección pública con su invento, el proyector cinematográfico. Enseguidita, un año más tarde, Kirchner y su amigo Eugène Pirou, dos fotógrafos deslumbrados por el descubrimiento los Lumière, se largaron como precursores de un género, y lo hicieron con una peli de duración estándar para la época: Le coucher de la mariée (algo así como “El acostarse de la recién casada”) sufrió algunas adulteraciones, pero nunca duró más de siete minutos. Como una de Porcel y Olmedo, la cosa giraba en torno a la noche de bodas de una pareja de recién casados.
Alfred López, un catalán que escribió Ya está el listo que todo lo sabe de sexo, especifica que Pirou se ocupó de la producción, mientras Kirchner fue quien estuvo detrás de la filmación. Dicho de otro modo, fue el primitivo zar del cine condicionado. Un prócer involuntario, el padre de criaturas que llegarían más tarde. A Kirchner le debemos Garganta profunda.
Kirchner usaba un seudónimo, Léar. Su Linda Lovelace y actriz fetiche se llamaba Louise Willy. En el filme ella recrea una pantomima de striptease por la que luego sería popular en los escenarios del burlesque parisino. Su experiencia fundacional tuvo tanto éxito que Willy llegó a las tablas del Olympia de París, donde años más tarde tocaría Astor Piazzolla.
La película original era de tres minutos. Duraba un poco más que un aviso de televisión. Tras el suceso de Le coucher de la mariée, Kirchner (Léar) siguió produciendo filmes de ese tenor.
Consultado por Clarín, César Jones, el Lars von Trier del cine porno nacional, cree que la evolución del género “perturba y molesta porque pone en escena el animal que somos”. Dice que si tuviera que hacer un análisis antropológico, haría investigaciones explícitas. “El porno es un caso particular de sublimación: se trata de un hecho civilizatorio cuyo fin es representar impulsos primarios. Supongo que por eso se vuelve un objeto incómodo para críticos, academia y mundo de la cultura en general”.
En los inicios se consideraba “pornografía” a lo que ahora, diversidad mediante, podría ser un espectáculo apto para todo público. Eso sí, el voyeurismo empezó a multiplicar adeptos a gran escala. En los ámbitos puritanos de los Estados Unidos se las llamaba “películas de despedida de soltero”. Un beso, en esos tiempos, podía provocar taquicardia. Francia, en cambio,
tenía una apertura diferente.
La primera interpretación registrada de la gran Willy pasó del cine independiente al mainstream. Pathé, productora francesa que empezaba en la industria, decidió volver a rodarla en 1904 y una vez más en 1907. Todo esto convirtió la película en una pieza de museo.
Hacia 1905, por razones que se desconocen y estarían vinculadas a la censura, las producciones pornográficas, es decir clandestinas, se mudaron a países como México y la Argentina. Buenos Aires no tardó en trasformarse en una meca de los rodajes artesanales de este tipo.
En 1907, mientras la señorita Louis Willy seguía gozando de una popularidad onda Coca Sarli, en las costas de Quilmes se rodaba El sátiro: un corto de cuatro minutos: tres mujeres desnudas se empiezan a acariciar y un hombre con máscara secuestra a una de ellas.
La película fundacional de Kirchner y compañía quedaba reducida a un capítulo de Heidi delante de la apuesta pélvica y bonaerense rodada junto al río: sexo oral, sumisión, escalofriantes matorrales. Por eso Fernando San Martín, autor del libro Cine mudo argentino 1896 a 1932, abre el debate convencido de que El sátiro es en realidad la verdadera primera película pornográfica de la historia.w