La resurrección virtual, dilema para un futuro no tan lejano
La surcoreana “Yonder” imagina un uso de la inteligencia artificial para alcanzar la eternidad con un “backup” tecnológico que burle a la muerte.
“Yonder”
eeeee Buena
Género: Drama/ Ciencia ficción. Protagonistas: Han Ji-min, Shin Hakyun, Lee Jung-eun.
Dirección: Lee Joon-ik. Emisión:
Seis episodios, por Paramount+.
Vivir después de la muerte en la otra nube, en un servidor que traiga nuestros recuerdos o pensamientos en un particular formato para consuelo de nuestros familiares y amigos. Dejar para la posteridad un “doble” virtual con el que los otros puedan “interactuar” cuando faltemos. Todo eso, lo monstruoso y lo magnífico, condensado en la serie Yonder.
Más que de restos o de cenizas, en unos años podrá hablarse de nosotros como “fragmentos” digitales reutilizados. El sistema ya se implementa de forma experimental y en breve podremos suscribirnos a un servicio de “resucitación artificial” como quien se suscribe a un servicio de streaming.
Con esa rareza no tan lejana nos enfrenta esta producción surcoreana de Paramount+ a la que podemos minimizar como curiosidad surrealista o bien considerar como flamante fenómeno que puede cambiar nuestra forma de vincularnos con los muertos. Esta historia existencialista abre el debate, nos trae una profecía, nos enfrenta al poder de la inteligencia artificausa cial, sus riesgos y sus límites éticos.
“2032. Tras la nueva ley sobre la eutanasia, se puso en marcha un sistema social para afrontar la muerte”, nos cuenta de movida esta historia del director Lee Joon-ik.
Alguien deja de existir por propia decisión al lado de una máquina de goteo que suministra la droga letal y en ese cuentagotas se dispara lo inimaginado...
Cha Yi-hoo se está muriendo a un extraño cáncer de corazón y quien la acompaña incondicionalmente es su marido, Kim Jae-hyun. Ella logra hablarle en plena agonía gracias a que su voz débil está amplificada por la tecnología: un implante en la garganta.
“Que yo muera no significa que deje de existir para mí, significa que dejaré de existir dentro de ti y eso es lo que me entristece”, le advierte ella y llega entonces la catarata de novedades futuristas de ciencia ficción que nos dejan pasmados.
Suena el timbre y aparece Seiren, una extraña dama que pone un “parche” o chip debajo de la oreja de Yi-hoo y el drama cambia de rumbo. El golpeado y reciente viudo apenas puede ponerse en pie cuando la mañana siguiente su asistente virtual Alexa lo despierta con la novedad de un mail de la difunta que adjunta un video. “Es difícil de explicar, pero estoy aquí”, dice a cámara Cha y el desconcierto de este hombre con el que enseguida empatizamos es también nuestro desconcierto.
Serie distópica: la resignación a la pérdida de un ser querido se ve reemplazada por una “ilusión”, la posibilidad de un “backup” tecnológico que nos devuelva virtualmente a esa persona muerta.
¿Puede una máquina acceder a la profundidad de nuestro cerebro, de nuestro sentir, para extirpar una parte y usarla post mortem? ¿Estamos frente a una forma de eternidad? ¿Qué nos pasa ante empresas que se encargan de velarnos virtualmente y resucitarnos “mentalmente”? ¿Podríamos consolarnos y amar una versión virtual de nuestro ser querido muerto? ¿Sería enfermizo implementar el método?
Para los curiosos que pretenden seguir indagando en el tema, hay un punto clave de la trama: la teoría del “valle inquietante” (uncanny valley, esa sensación de incomodidad que generan en los seres humanos los robots).
La ficción nos salpica de este término acuñado por Masahiro Mori, un experto japónes en robótica que habla de ese miedo o rechazo que emerge cuando casi no podemos distinguir a un robot de un ser humano.
La fragilidad de la memoria, la trascendencia después de la vida, el acompañamiento durante la enfermedad, la donación de órganos y otros temas van atravesando el guion mientras nos familiarizamos con este pantallazo de lo que puede ser el mundo en una década.
¿Y si resucitar es posible gracias a la inteligencia artificial? ¿Y si mediante algoritmos podemos sobrevivir de algún modo aunque la carne desaparezca?¿Pero qué resucitamos cuando apelamos a ese método de “conservación”?
Yonder sacude. Es esa clase de serie que parece darnos un puñetazo en medio de la cara. Denuncia y nos interpela hasta dónde seríamos capaces por recuperar lo más valioso que perdimos. El cielo o el purgatorio podrían tener forma de tablet o de celular. Un clic y ahí estaremos vivos para siempre.w