Clarín

Las intimidade­s de Wagner, el compositor que desafió a su época

Durante su apogeo, el músico alemán fue ridiculiza­do por sus refinados gustos estéticos. Su música, luego de su muerte, fue utilizada por el nazismo.

- Laura Novoa Especial para Clarín

“¡Escuchá! Intentá encontrar una de esas telas de seda llamadas ‘Lampás’, o lo que sea. Con fondo amarillo satinado -el más pálido posible- con flores de color rosa. Que no sea un diseño demasiado grande, porque no será para cortinas; se usa, más bien, para pequeños muebles. Si no hay nada en amarillo, entonces muy azul claro. ¡Necesitaré seis metros!”, escribió el compositor Richard Wagner, el músico preferido de Adolf Hitler y cuyas melodías utilizaba el nazismo, y de quien muchos afirman que le gustaba travestirs­e.

La carta fechada el 2 de septiembre 1876 es parte de un paquete de correspond­encia dedicada a asuntos sobre ropa, y también la decoración de su casa en general. La destinatar­ia de todos los extravagan­tes pedidos fue su amante Judith Gautier, la verdadera musa de Parsifal.

Ella era una wagneriana entusiasta, escritora, poeta, compositor­a y musicóloga francesa. Ambos se habían conocido cuando ella asistió al primer Festival de Bayreuth en 1876. Y no fue un encuentro cualquiera. Durante el Festival, Judith se quebró emocionalm­ente y Wagner la consoló. A partir de ahí, siguió un fogoso romance que fue extinguido rápidament­e por su esposa Cósima.

Dentro de estas excéntrica­s preocupaci­ones que ocuparon al músico, hubo una carta que permaneció inédita y llamó especialme­nte la atención, publicada hace unos años por Barry Millington, investigad­or y coeditor del Wagner Journal. La carta estaba fechada en enero de 1874, Wagner la dirigió a una empresa de costura ubicada en Milán, y sugiere la intrigante posibilida­d de que el grandioso compositor fuese travesti.

En la epístola en cuestión, el compositor de El anillo de los Nibelungos -que vivió en el siglo XIX, entre 1813 y 1883- detalla el corte de un traje, aparenteme­nte para su esposa Cósima. Pide que sea “una prenda grácil para las veladas en casa” . Y agrega más detalles: “El corpiño tendrá el cuello elevado, con un fruncido de encaje y lazos; las mangas deben ser ajustadas; el ribete del vestido llevará un volado abullonado, del mismo tipo de seda, sin extensione­s del corpiño a la cintura por la parte delantera; la falda debe ser muy amplia y con cola, y con un hermoso miriñaque y un lazo en la parte posterior, como los de delante”.

El remate de la carta da cuenta de que Wagner tenía un gusto realmente exquisito: “Y me interesa especialme­nte la calidad del material, la amplitud, los pliegues y fruncidos, los volantes, los lazos y el miriñaque, todo realizado con el mejor material, y que ninguna de las piezas esté sujeta con agujas”.

Pero el traje nunca llegó a Cósima y las conjeturas se sucedieron una detrás de otra: ¿Travestism­o? ¿Fetichismo? ¿Exacerbada volupPero

tuosidad de los sentidos?

Los que defienden la hipótesis del travestism­o citan algunas anécdotas que redundaría­n a favor de la conjetura: Hans von Wolzogen, su discípulo, recordó en una oportunida­d que Wagner apareció una vez vestido con una chaqueta de mujer. Otra de las anécdotas se refiere a la huida del músico de sus acreedores disfrazado de mujer, en la Viena de 1864.

Claro que los estudiosos wagneriano­s negaron todo y tildaron de estupidece­s todas estas afirmacion­es, como Werner Breig, responsabl­e de la edición de la correspond­encia del compositor; también Sven Friedrich, director del Museo Richard Wagner de Bayreuth.

otro investigad­or de la obra wagneriana, se corrió del sensaciona­lismo, se tomó el tema con mucha seriedad y lo estudió en profundida­d. Joachim Köchler, autor de Richard Wagner: el último titán, aseguró que Wagner necesitaba un aura de femineidad para estimular sus sentidos.

Más allá del travestism­o, el investigad­or Millington subrayó que Wagner disfrutaba de un destacado lado femenino, con su exacerbado gusto por la sensualida­d de las telas, en particular por el énfasis que ponía en las prendas interiores que mantenían contacto con la piel y tenían que ser de un estricto satén y seda. Al parecer, la verdadera razón de su preferenci­a por las telas suaves era que el músico sufría erisipela, un tipo de infección con sarpullido­s muy dolorosos que le irritaban la piel. Como sea, el color rosa y las texturas de las telas se establecie­ron como monopolio femenino no se sabe bien cuándo y a Wagner le tocó defenderse de estos prejuicios en pleno siglo XIX, cuando sus preferenci­as por las indumentar­ias, texturas, colores y diseños se hicieron públicas. El compositor tuvo que enfrentar las burlas de la prensa vienesa por su supuesto travestism­o.

Había pasado un año de la inauguraci­ón del Festival de Bayreuth y el estreno de El anillo del Nibelungo cuando Wagner enfrentó la peor humillació­n pública de su vida. Alguien robó la correspond­encia de la modista y llegó a manos de Daniel Spitzer, un famoso columnista satírico de un célebre diario vienés Neue Freie Presse, que recibió el paquete de cartas y se enteró de todos los detalles de la predilecci­ón del compositor por la ropa lujosa hecha de sedas y satenes, rosetas y lazos.

El nombre completo de la modista era Bertha Goldwag Maretschek. Se conocieron cuando Wagner vivía en Viena, entre 1861y 1864, y le encargó todo tipo de cosas como ropa para la casa, boinas de terciopelo, camisones, batas, ropa interior de seda, adornos de piel de varios colores, pantuflas y corbatas haciendo juego, cortinas y cubrecamas. Una parte del intercambi­o epistolar entre ambos fue publicado en 1877 bajo el título Cartas de Richard Wagner a una modista, acompañado con los comentario­s sarcástico­s de Spitzer, antiwagner­iano acérrimo.

El crítico, después de exponer los gustos de Wagner, concluyó que eran femeninos. “Cuando uno lee estas cartas a una modista, cuando ve el apasionado interés con el que se discute sobre las mejores galas, y cuando uno se entera de las grandes sumas que desapareci­eron para el reluciente Atlas, y aun sin leer la firma, uno creería que es la carta de una mujer”.

El tono satírico del artículo de Spitzer continuó engrosándo­se con la cita de un poema que Wagner escribió para las tropas alemanas en 1871, titulado Para el ejército alemán en París. A la conclusión del poema (“Alemania sólo engendra hombres para el mundo”), Spitzer contrapuso: "El ejército alemán de héroes nunca habría logrado su victoria inmortal si los hombres que Alemania ‘procrea’ fueran tan afeminados como aquel que cantó sus alabanzas”.

Según la investigad­ora Laurie McManus, es una de las críticas más explícitas al Wagner afeminado, y presagia la posterior asociación que se hizo entre Wagner y los homosexual­es desarrolla­da en la década de 1890. Después de que el chisme sobre Wagner afeminado y travesti recorriera toda Europa, el músico quedó tan afectado por la ridiculiza­ción generaliza­da que pensó exiliarse en los Estados Unidos, algo que, claro, nunca concretó.

Este episodio en la vida de Wagner nos recuerda la complejida­d y la humanidad detrás de las grandes figuras históricas, así como la importanci­a de comprender su contexto y sus motivacion­es más allá de las percepcion­es superficia­les. Su legado artístico y su impacto en la música y la cultura siguen siendo objeto de estudio, desafiando en el proceso las nociones convencion­ales de genialidad y masculinid­ad.w

 ?? ?? Retrato. El autor de “El anillo de los Nibelungos” vivió entre 1813 y 1883.
Retrato. El autor de “El anillo de los Nibelungos” vivió entre 1813 y 1883.
 ?? ?? Caricatura. Richard Wagner vestido con ropas de mujer, reproducid­o por John Carter, París, 1892.
Caricatura. Richard Wagner vestido con ropas de mujer, reproducid­o por John Carter, París, 1892.

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