Clarín

Carteles de Buenos Aires, esa gran pintura del ánimo

- Escritor cubano Marcial Gala

Son aquellas pequeñas cosas que el viento arrastra dice una conocida canción. Así pasa en Buenos Aires: se llena de pequeñas cosas arrastrada­s cuando después de un tiempo el pegamento de los tantos carteles que llenan la ciudad se torna viejo. O la lluvia tumba esos carteles que con tanto entusiasmo y por cualquier cosa la gente cuelga en las plazas o barrios, carteles que van desde los que felicitan al recién graduado, los que tienen alguna demanda -ya sea política o religiosah­asta los que hacen algún reclamo amoroso. Estos últimos abundan y son muy llamativos.

Uno los lee y quisiera que aquel o aquella que lo escribió tenga la suerte de recibir al menos respuesta. Casi siempre son hechos de sabanas que cruzan de un lado a otro de la calle y que son el equivalent­e actual de tangos y milongas. Gabi te espero, volvé, te necesito, así decía uno que leí hace poco en Chacarita, firmado por tu atorrante por lo que no se le puede negar cierto grado de honestidad al abajo firmante. Este cartel formaba parte de los que debemos catalogar como directos, rendidos, en ese Gabi volvé te necesito hay un reconocimi­ento de errores.

Hay otros carteles que son agresivos o destinados a dejar perpleja a la persona para la cual se hicieron. Uno los lee y no sabe cómo interpreta­rlos.

Recuerdo uno que leí hace poco: Nahuel la mesa está servida y aunque sigo manija quiero darte otra oportunida­d vos no sos tan tan pero tenés otras cualidades. Manija, gran palabra del lunfardo con un significad­o claro y preciso. Sigo manija, con quién o con qué sigue manija ella o él. Supongo que ese Nahuel que no es tan tan quede tan perplejo como yo. Y si vuelve que lo haga poco a poco, un ratito hoy, otro mañana hasta que a su pareja se le quite la manijera.

En fin hay muchos carteles en Buenos Aires y los enigmático­s abundan, como unos muy raros adornados con dibujos casi infantiles de tan abstractos que llenaban las paradas de los colectivos y que proclamaba piense más, lea menos como si ambas actividade­s en vez de ser complement­arias fueran contrapues­tas.

Por suerte ese raro reclamo no duró, aunque tuvo cierto eco en las redes, se fue con el viento y fue sustituido por carteles de veganismo duro y militante del tipo comer carne es crimen. Este tipo de cartel que aboga por los animales lo hacen pensar a uno, por eso los agradezco, pero nada más conmovedor que aquellos carteles que buscan a una mascota perdida, ya sean gatos o perros: uno los lee y dan ganas de que aparezca moviendo la cola o maullando, alegre y tan pancho.

Parece un tango: carteles de Buenos Aires que entre otras cosas sirven para tomarle el pulso a la ciudad, hacer patente el desamor o la pasión absoluta, ofrecer servicios o ofertar algo, como aquel que dice: vendo mi ego. Ojalá que lo dé barato y encuentre quien se lo compre: andar con dos egos no debe ser tarea fácil.

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