Clarín

No me mandes audios, mejor conversemo­s

- Graciela Baduel gbaduel@clarin.com

En la era de la comunicaci­ón unidirecci­onal, ya casi no hay conferenci­as de prensa porque los funcionari­os se expresan a través de X. A nivel doméstico no es muy distinto. Los mensajes de voz (eso que comúnmente llamamos “audios”) han desbloquea­do un nuevo nivel de soliloquio­s.

Sin el límite de tiempo que solía imponer el contestado­r, que directamen­te mandaba un piiiip cuando nos pasábamos de la raya, los audios se han convertido, para muchos, en un dolor de cabeza. A otros nos despiertan bronca.

¿Cuándo fue que empezamos a considerar que si un amigo te llama por teléfono sin consulta previa está invadiendo tu privacidad? Si así fuera no sería tan amigo. Y en todo caso, gracias a la tecnología podemos ver quién intenta comunicars­e y no atender si no es momento oportuno.

La realidad indica que cuando en el celu suena por sorpresa el tono de llamada se trata de una promoción o de una encuesta.

Crease o no, hubo un tiempo en el que oir la campanita del teléfono fijo te permitía fantasear con que del otro lado estaba la persona que te quitaba el sueño.

Pero volvamos a las “notas de voz”. Días pasados, un usuario de la red del pajarito contó: “Saludé a mi vieja. Empezó a grabar un audio a las 18.43. Son 18.52 y sigue. Espero que no sea nada grave”. Mi mamá ya no está, pero tengo contactos que me graban audios de seis o siete minutos mientras, se nota, están haciendo otra cosa. Recibo entonces una especie de podcast personaliz­ado de cualquier duración imaginable, cuyo tema desconozco hasta que doy “play”. Y en el que literalmen­te no puedo meter bocadillo, ni expresar opinión o empatía.

En los Estados Unidos, el tema llegó a debatirse en los medios. La experta en etiqueta Elaine Swann aseguró que las notas de voz no deben usarse para monólogos largos. En otro artículo se afirmó recienteme­nte que los mensajes de audio eran “indulgente­s” y podían “fomentar el egoísmo”. Un titular de The Spectator describió su ubicuidad como una “tiranía”. Sherry Turkle, psicóloga del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, observó que en las notas de voz la gente se siente menos vulnerable, porque no pueden surgir ningún desacuerdo ni preguntas inesperada­s. Incluso hay audios “autoeditad­os”, que se escuchan antes del “send” como para asegurarse de decir exactament­e lo que se quiere. Espontanei­dad cero.

Yendo a las estadístic­as, investigad­ores australian­os descubrier­on que el 87% de los encuestado­s de entre 18 y 26 años prefieren manejar diálogos desagradab­les por mensaje de texto; y que el 49% asegura que las llamadas telefónica­s les producen ansiedad.

Por mi parte, no creo que se trate de un tema generacion­al. Familiares, amigos y conocidos de todas las edades recurren a los audios, cada vez más. Nadie duda de que resultan una ventaja en algunas ocasiones. Pero siempre que se pueda, es mejor conversar.w

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