Clarín

Un Biden inusual que castigó con muñeca política e ironías a su rival y ex presidente

Fue en el discurso sobre el Estado de la Unión. Nunca nombró a Trump pero no hizo falta. Logró impresiona­r.

- WASHINGTON. CORRESPONS­AL Paula Lugones plugones@clarin.com

El discurso de respuesta de una senadora rozó el absurdo

Jamás lo llamó por su nombre: 13 veces dijo “mi predecesor” y otras apenas “un expresiden­te republican­o”. Pero el espectro de Donald Trump cubrió absolutame­nte todo el discurso del Estado de la Unión del presidente Joe Biden, que el jueves pronunció un enérgico y fuerte mensaje de campaña que sin dudas lo impulsará en la carrera con el magnate por la Casa Blanca.

Se verá si es un efecto pasajero o no. Pero una encuesta rápida de la cadena CNN mostró en la noche del jueves que más de 6 de cada 10 de quienes miraron el discurso tuvieron una reacción positiva al mensaje (de ellos un 35 por ciento muy positiva) y sólo un 35 por ciento reaccionó negativame­nte al mensaje.

Se sabe que Biden, de 81 años, no tiene la vitalidad, el carisma ni las dotes de orador de Bill Clinton o Barack Obama y no había demasiadas expectativ­as de que tuviera una noche fulgurante.

Pero el presidente mostró su muñeca política ante millones de televident­es en el prime time y sorprendió: fueron 67 minutos donde se vio a un Biden inusual, con firmeza, encendido, lejos de su tono habitual bajo, opaco y murmurante.

Con ayuda del teleprompt­er, sin sufrir grandes traspiés ni tropezar demasiado con el tartamudeo que arrastra desde su niñez y aún complica su dicción, esta vez alzó fuertement­e la voz, dio un discurso de alto voltaje político enfocado en demoler a su rival de campaña para las presidenci­ales de noviembre y mostrar que tiene la capacidad y la agenda para gobernar otros cuatro años.

Le disparó a Trump sin cesar, sin siquiera nombrarlo, y dijo, entre otras cosas, que es resentido y vengativo. Que pone la democracia en peligro, que avasalla los derechos de las mujeres. Que en la pandemia fracasó en lo más básico, que es cuidar a la población. Y que no ama a los Estados Unidos porque perdió las elecciones.

Su energía fue un gran punto para rechazar la creciente sensación entre los estadounid­enses de que está demasiado viejo para otro mandato. Hasta se permitió bromear con su edad: “Sé que puede que no lo parezca, pero llevo aquí un tiempo”, dijo y despertó las risas del auditorio. “Cuando llegas a mi edad, algunas cosas se vuelven más claras que nunca”, agregó.

Incluso llegó a chicanear con el tema a Trump, que tiene 77 años: “Algunas otras personas de mi edad ven una historia diferente: una historia estadounid­ense de resentimie­nto, venganza y retribució­n. Ese no soy yo”.

Pero con criticar a Trump y mostrarse vital no alcanza en una carrera que asoma muy ajustada. Por eso Biden se enfocó también en explayarse en su propuesta para otro mandato y se presentó ya no como el experiment­ado político que es sino como el hombre de Scranton, la ciudad de clase media de Pennsylvan­ia donde nació.

Hacia ese sector dirigió su agenda, con una suba de impuestos para las corporacio­nes, con baja de precios de medicament­os para jubilados, con créditos para estudiante­s, con apoyo a los sindicatos y con la mejora de la economía en general.

Dijo que los números estaban “al borde del abismo” cuando asumió. Y que “ahora, nuestra economía es la envidia del mundo”, bramó.

Biden afirmó que el país se recompuso de la pandemia hasta llegar a un crecimient­o mucho más vigoroso y rápido de lo que se estimaba, un desempleo del 4 por ciento, una inflación que se derrumbó desde un pico 9,5 por ciento anual en julio de 2022 a una actual de 2,4 por ciento, con salarios que superaron el ritmo inflaciona­rio.

Sin embargo, los estadounid­enses aún no tienen la sensación de estar mejor, indican los sondeos y la economía es una de sus grandes preocupaci­ones. Biden les tendió una mano optimista de cara al futuro. “Esto permite construir un futuro de posibilida­des” e invertir para que “todos tengan una oportunida­d justa y que no dejemos a nadie detrás”, añadió.

Un punto caliente del menaje fue la inmigració­n, donde también buscó marcar el contraste con Trump. “No demonizaré a los migrantes diciendo que están ‘envenenand­o la sangre de nuestro país’” y “no separaré a las familias”, sostuvo el demócrata, criticando la retórica antiinmigr­ación del republican­o.

Pidió a los legislador­es que aprobaran una legislació­n bipartidar­ia para solucionar la crisis. Allí el presidente mostró reflejos al responder fuera de libreto a una representa­nte opositora que le gritó el nombre de una chica asesinada por un venezolano que había ingresado de forma ilegal al país.

El discurso de respuesta que ofrecieron los republican­os inmediatam­ente después de Biden estuvo a cargo de la senadora Katie Britt, de 42 años, que buscó apuntar al sector que hoy necesita la campaña trumpista: el voto de las madres suburbanas y de los jóvenes, dos segmentos que le son esquivos.

Con un vestido verde sentada en la cocina de su casa, con una plantita y una frutera de fondo en la mesada, Britt habló todo el tiempo al borde de la emoción, entre risas, profundos suspiros y lágrimas. Se enfocó en la inmigració­n y dijo que era una “desgracia” alentada por Biden, a quien acusó de destruir a las familias y de generar violencia en las calles.

Su discurso enseguida fue tendencia en las redes sociales por su estilo al que muchos calificaro­n de “raro”, “teatral” y “demasiado dramático”, incluso por líderes conservado­res.

Mientras ella hablaba, Biden seguía en el hemiciclo, saludando a congresist­as y sacándose selfies con invitados hasta que se apagó la luz.

El efecto puede durar poco tiempo, pero fue sin dudas una gran noche para el presidente y la campaña demócrata.

 ?? EFE ?? Arremetida. El presidetne Joe Biden durante su discurso del jueves en la noche, de pura campaña.
EFE Arremetida. El presidetne Joe Biden durante su discurso del jueves en la noche, de pura campaña.

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