Populismo y desconcierto en el EE.UU. que corona a Donald Trump
El escenario electoral en EE.UU. produce desconcierto. Crece con fuerza el ex presidente Donald Trump pese a que no puede exhibir una gestión previa sabia, confronta casi un centenar de graves causas judiciales y derrapó gravemente con la gerencia de la pandemia. Del otro lado, se derrumba la figura de Joe Biden
que está cerrando su gobierno con una serie de logros importantes en el manejo de la economía, el crecimiento del país y un liderazgo internacional que EE.UU. había perdido. Desconcertante. Una explicación es que Biden es el que está perdiendo, no Trump quien va ganando. El magnate mantiene su misma fuerza política, la de su adversario se disuelve.
Una motivación es la frustración, la gente no quiere a ninguno de ambos y entre los dos elige al que exhibe mayor carisma, y un discurso populista engreído y salvífico que a Biden le cuesta formular. El actual presidente derrotó a Trump en las pasadas elecciones con la combinación de dos factores: un cierto desgaste del magnate y una enorme ayuda de las corporaciones económicas que temían, hoy temen, que un nuevo mandato del republicano derribe el crédito y la reputación de EE.UU.
La insularidad que revolea Trump no entusiasma al establishment. Esa visión es la que refleja el editorial de The New York Times, un icono de la estirpe tradicional norteamericana, publicado tras la amplia victoria trumpista en el supermartes. “Una tragedia para el partido republicano y para el país”, definió. Añadió que se está eligiendo a una persona “a expensas de cualquier cosa incluida la integridad, los principios, la política y el patriotismo. Como individuo, Trump ha demostrado un desprecio por la Constitución y el Estado de derecho que lo hace incapaz de ocupar el cargo”. También alude a la necesidad de respaldar a Ucrania y no inclinarse hacia Rusia como profirió el ex presidente.
Una clave que explica esta consecuencia sigue siendo la economía, como lo sostenía en el pasado el equipo de Bill Clinton con el énfasis agregado de estúpidos para aclararles a los republicanos por qué la gente los rechazaba entonces tras la reagonomics. Pero eso era antes. Hoy hay una percepción generalizada de que las cosas están peor y no mejor, pese a que los números se amontonan en sentido contrario. “Una combinación de fuerte crecimiento, desempleo cercano al nivel más bajo en 50 años y una inflación en picada”, enumera el Nobel Paul Krugman. Esa no es, sin embargo, la visión de muchos norteamericanos de a pie.
Si se consulta a la gente de clase media del común que prefiere a Trump, remarcan una contradicción entre las cifras macro y lo que se vive a nivel cotidiano, un parecer que se suma al derrumbe de la fe pública en las instituciones, problema que se extiende por el mundo. En ese sentido, como veremos más adelante, Trump es un emergente de una tendencia antisistema y nacionalista camino a multiplicarse a nivel global, alimentada en un dato básico: la concentración del ingreso que amontona a las viejas clases media en la banquina fuera del reparto.
Un economista argentino graduado en la UBA, Rafael Ch. , residente desde hace tres décadas en EE.UU. donde no pudo ejercer y debió trabajar de camionero, es un simpatizante republicano, muy duro con el sistema. Logró sacar adelante su familia “rompiéndose el lomo”, describe, un hijo es ingeniero, el otro contador. En su opinión lo que sucede es que “más de la mitad de los ciudadanos ven a Trump como alguien fuera de la mafia política que no necesita de la corrupción para hacer dinero. Un reivindicador del honor y orgullo norteamericanos, defensor de la clase media, un loco que se hace respetar por los otros locos que hoy rigen al mundo”. Las causas en contra del ex presidente no lo dañan porque “el ciudadano siente que se está usando a la Justicia, a los medios y a las instituciones para sacarlo del medio, para que tanto demócratas como republicanos puedan seguir haciendo sus negocios”.
Qué sucede con la economía en el llano: “Es cierto que el desempleo es bajo. Pero el índice no incluye a quienes están fuera del sistema dice-. Como sabrás aquel trabajador que se queda sin empleo puede ingresar a cobrar el seguro de desempleo por un período limitado, después del cual si no regresó a la fuerza laboral desaparece del sistema y ya no cuenta como desempleado. Además, los 14 millones de empleos creados son de baja remuneración, que no requieren preparación media o profesional. Empleos al fin”.
La inflación bajó, reconoce, pero “se produjo por la tremenda alza en los intereses aplicados
“Mido la inflación cuando voy al súper con mi mujer y no lleno el carrito”. Argentino, trmpista, de clase media, con 30 años en EE.UU.
por la Reserva Federal para secar la plaza de efectivo. Hoy ese interés es del 4,25/5,50. En la era Trump eran 0%”.
“Así y todo no se llegó a los niveles esperados de desaceleración de la inflación. Los intereses hipotecarios están al 6 o 7% (en la era Trump 2.5%) lo que congeló las ventas en el mercado inmobiliario con la paralización de la construcción”, afirma. “Yo mido la inflación cada domingo cuando voy con mi esposa al supermercado. Productos que han aumentado 15 y hasta 20%. Los compradores, que llenábamos los carritos, ahora miramos, comparamos y volvemos a dejarlos en la estantería. Las compras se redujeron a lo estrictamente necesario, y ni hablar de los medicamentos, que cada gobierno desde que yo vivo aquí hace más de 30 años se comprometió a hacerlos accesibles, nunca pasó”.
Esa visión agrega el alejamiento entre los republicanos del respeto a la prensa, a la que visualizan como un ejército dañino de activistas políticos, y la Justicia, descripta como parte de una corrupción generalizada. Esa enorme frustración con el sistema, ciertamente exagerada y que golpea en particular a las clases media, es el cimiento de aquel fenómeno mundial de concentración y exclusión social.
La consecuencia política es un retroceso de la modernidad con dirigentes que construyen liderazgos mesiánicos, repudian la globalización por su desprecio radical contra la multilateralidad; se aferran a formas religiosas fanáticas y al autoritarismo y xenofobia y admiran modelos autoritarios. Por una casualidad la victoria interna de Trump coincide con las elecciones en las que Vladimir Putin, tras fulminar a toda la oposición en el sentido literal del término, buscará la semana próxima un quinto mandato.
Este proceso de “nacional conservadurismo” en expansión será aún más visible en las elecciones en el bloque europeo en junio, donde el ultramontano ex asesor de Trump, Steve Bannon afirma que “al igual que en junio de 2016, cuando la votación del Brexit anticipó la victoria de Trump, las elecciones parlamentarias europeas de junio de este año presagian una gran victoria arrolladora para el movimiento populista en EE.UU.” No resiente del término.
Esta tribu no son liberales, como no lo es el magnate. Más bien desprecian esos artefactos republicanos llegados de la Revolución Francesa y la Independencia norteamericana. En esa línea se asemejan a los populistas de la otra vereda. Recordemos a Cristina Kirchner devaluando la división de poderes como un legado caduco de “cuando no existía la luz eléctrica”. O a Trump, con una admiración cercana a la envidia cuando supo que su colega chino, Xi Jinping, se perpetuaba en el poder. El republicano también había hablado de terceros mandatos a despecho de los límites constitucionales.
Biden está convencido, y lo afirma, de que esos espectros son los que los norteamericanos acabarán exorcisando en noviembre. Quizás con el apoyo de los republicanos moderados que bendijeron a la peleadora Nikki Haley. Veremos. Nada está escrito más allá del desconcierto.