Clarín

La pesadilla de Haití, rehén de pandillas que van por el poder

Las bandas de delincuent­es se unieron, impiden el regreso del presidente y uno de sus líderes, un sanguinaro ex policía, plantea derrocar al gobierno.

- The New York Times. Frances Robles

Haití, nación del Caribe con una larga historia de turbulenci­a, está atravesand­o uno de sus peores periodos de caos. Las pandillas cerraron el aeropuerto, saquearon puertos marítimos, edificios públicos y tiendas, y han atacado casi una decena de comisarías. Las rutas están bloqueadas, lo que corta el suministro de alimentos, y 4.600 reclusos escaparon tras el ataque a las prisiones.

El primer ministro, Ariel Henry, está varado en Puerto Rico mientras los pandillero­s causan estragos, exigen su dimisión y asaltan decenas de camiones llenos de provisione­s del Programa Mundial de Alimentos. El estado de emergencia en torno a Puerto Príncipe, la capital, se prorrogó un mes más.

Con el gobierno al borde del colapso, EE.UU. y países del Caribe buscan una solución, con un plan para un gobierno de transición que restablezc­a cierta apariencia de orden en la atribulada nación y permita que Henry pueda regresar al país.

Los expertos calculan que en Haití operan hasta 200 pandillas, unas 20 de ellas en Puerto Príncipe. Van desde pequeños grupos de unas pocas decenas de jóvenes que comparten pistolas hasta ejércitos de unos 1.500 hombres con sueldos semanales y armas automática­s que pertenecen a organizaci­ones jerarquiza­das con jefes.

Dos organizaci­ones principale­s, el G-Pèp y la Familia G-9, controlan muchos de los barrios más pobres de la capital. Los grupos delictivos y sus aliados a veces trabajan en colaboraci­ón, pero más a menudo se enfrentan. Los grupos han estado históricam­ente vinculados a partidos políticos: el G-9 está afiliado al partido gobernante Haitian Tèt Kale, mientras que el G-Pèp tiende a apoyar a la oposición.

El G-9 y sus aliados se han apoderado en gran medida de los puertos y de las rutas en torno al principal aeropuerto del país. Ha sido casi imposible conducir desde Puerto Príncipe a las ciudades del porque las pandillas dominan la autopista norte-sur.

Henry, días atrás viajó a Kenia, donde firmó un acuerdo que allana el camino para que una fuerza multinacio­nal dirigida por esa nación de África Oriental viaje a Haití y se enfrente a las bandas. Pero en su ausencia los pandillero­s se unieron en una alianza “Vivre Ensemble” (Vivir Juntos) y atacaron institucio­nes estatales con el objetivo de derrocar al gobierno e impedir el despliegue de esa fuerza internacio­nal.

En esa convulsión un mafioso llamado Jimmy Chérizier, a quien se conoce como Barbacoa, se ha convertido en la cara pública de Vivre

Ensemble. Exagente de policía conocido por su crueldad, ha sido acusado de dirigir masacres. Su alianza de bandas, el G-9, dirige el centro de Puerto Príncipe y ha sido acusado de saquear viviendas, violar a mujeres y matar a personas al azar. A eso lo llama “revolución armada”.

Esta semana trató de adoptar un tono más conciliado­r, pidiendo disculpas a las personas cuyos hogares habían sido saqueados por las bandas. “Nuestro primer paso en la batalla es derrocar al gobierno de Ariel Henry y luego nos asegurarem­os de que el país tenga un Estado fuerte con un sistema judicial fuerte para luchar contra los corruptos”, dijo en una rueda de prensa con clara pretension­es de hombre fuerte.

Haití lleva ocho años sin celebrar elecciones. Su presidente fue asesinado hace casi tres años. Henry, primer ministro designado, es considerad­o en general un gobernante ilegítimo. El Estado ha perdido credibilid­ad y poder, y las mafias llenan el vacío. El año pasado, casi 5.000 personas fueron asesinadas y otras 2.500 secuestrad­as, según la ONU, un nivel de violencia que duplicó el del año anterior. Solo este enero hubo 800 asesinatos.w

El año pasado 5.000 personas fueron asesinadas. Este enero, 800 más.

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AP Violencia sin límites. El cuerpo de un hombre en medio de un charco de sangre tras ser atacado en Delmas, vecindario de la capital de Haití.

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