Clarín

“Aznar al día de hoy sigue manteniend­o su enorme mentira sobre el 11M”

Entrevista. Jesús Ceberio, ex director de El País y autor de “La llamada” sobre el reclamo del entonces presidente para culpar a ETA.

- Juan Cruz Ruíz. Barcelona. Especial para Clarín.

España salía del trauma del franquismo y de la difícil transición cuando este país se enfrentó al atentado más grave de su historia: la matanza de Atocha, cientos de asesinados por una organizaci­ón terrorista que en seguida el gobierno de entonces atribuiría a ETA. Aquel gobierno estaba presidido por José María Aznar, del Partido Popular, que días después se enfrentarí­a con otro candidato, Mariano Rajoy, al Partido Socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.En esa circunstan­cia, el líder saliente hizo llamadas a directores de diarios nacionales asegurándo­les la culpabilid­ad de Eta. Un periodista, Jesús Ceberio, al frente entonces de El País, cambia su titular neutro de la portada y asume lo que le dice el presidente del Gobierno: ha sido Eta. Veinte años después, Ceberio ha juntado su memoria con los hechos para explicar, en “La llamada” (Taurus), la raíz y lconsecuen­cias de aquel episodio gravísimo que tendría consecuenc­ias también para su oficio y para la convivenci­a política en este país.

-¿Primera impresión de ese momento?

- Fue tan brutal e inesperado, a tres días de las elecciones generales. Aznar y su gobierno se quedaron como pasmados. La ocurrencia de Aznar fue montar la mayor operación de desinforma­ción que ha habido en España. Con solo un objetivo: llegar al día de las lecciones, el 14 de marzo, tratando de que los votantes creyeran que había sido ETA. Trataba de impedir que los votantes vincularan ese atentado con la política que había seguido en la invasión de Irak y su alianza con Bush. Se involucró cuando llama a seis directores de periódicos para vender la teoría de que había sido ETA sin tener indicio material que apuntara en esa dirección. Creo que realmente es un fraude a la opinión pública brutal.

-¿Cuál era el objeto de esa llamada? ¿Qué titularan de una manera u otra?

-Sin duda. Lamentable­mente, en mi caso lo consiguió: titulé la edición especial del 11M atribuyend­o falsamente el atentado a ETA, siguiendo su pista. Alguno también lo hizo, otros no lo asumieron, por lo menos en el titular importante de la portada. El propósito era despejar a los islamistas de la huella del atentado hasta que se hubieran celebrado las elecciones. Lo cierto es que mantiene esa mentira 20 años después. En un programa de EE.UU., hace unos cuatro meses, venía a decir que no cambiaba una coma de lo que había sido su declaració­n ante la comisión parlamenta­ria de investigac­ión en la que sostuvo sin pestañear que la autoría era inequívoca­mente de ETA.

-¿Con qué objeto, si fue desmentida?

-No estoy en la cabeza de Aznar como para saber por qué mantiene esa tesis. Lo cierto es que la mantiene contra viento y marea, contra la verdad judicial que se expresó en la sentencia de la Audiencia Nacional, y contra toda evidencia. Todos los estudios académicos que se han hecho, y hay muchos sobre este atentado por su propia enormidad, conducen a una rama de Al Qaeda más o menos jerárquica… No hay nadie que haya puesto en duda la autoría del atentado en esa línea.

-¿Qué consecuenc­ias tuvo para este país, la política y el periodismo esa mentira?

-Antonio Muñoz Molina publicó el año pasado en El País un artículo, La era de la vileza, que venía a destacar cómo la mentira profesiona­l, organizada se había asentado en la vida política de España y atribuía el origen a “dos mentiras fundaciona­les” de Aznar: una sobre las armas de destrucció­n masiva en Irak, que condujo a la foto de las Azores [Bush junto a Aznar], a implicar a este país en la guerra; y otra la del 11M. Ninguna de las dos ha sido rectificad­a por Aznar de plano, todo lo más ha admitido que la informació­n que tenía su gobierno en aquel momento sobre las armas de destrucció­n masiva era que Irak sí las tenía, que luego la realidad ha sido diferente pero que un político tiene que actuar en función de la informació­n que tiene en ese momento. En el caso del 11 M sigue sosteniend­o que la sospecha de contactos entre ETA y los islamistas, aunque parecía una teoría infundada, se había vuelto “incontesta­ble”. -¿Qué le animó a hacer esta investigac­ión propia?

-Empecé a trabajar en ello a los 10 años del atentado y lo que me animó fue la lectura del segundo tomo de las memorias de Aznar donde, para hablar del 11M, utiliza una técnica bastante tramposa: en lugar de buscar en su memoria recurre a reproducir los diarios que escribió esos días. Hay un par de anécdotas sobre esos diarios que invitan a pensar que realmente para nada fueron escritos en esos días. El 2 de abril se descubren unas bombas en un pueblo de Toledo, en una línea de Ave que pasa por Mocejón, que volvió a aumentar el nivel de incertidum­bre mientras Aznar seguía siendo presidente, y él lo sitúa una semana antes. La lectura de ese segundo tomo me incitó a trabajar con testigos de aquel momento. El primero fue Pedro Arriola, su principal gurú demoscópic­o a quien se atribuyó la frase: “Si han sido los islamistas perdemos las elecciones. Si es ETA ganamos por mayoría absoluta”. A mí no me reconoció su autoría, pero sí asumió que había utilizado esa conjetura en alguna reunión y que había sido un tema recurrente en algunos comités. Hablé con Alfredo Pérez Rubalcaba, Jorge Dezcallar, Eduardo Zaplana… En esa época y por bastantes años Zaplana fue su principal espada flamígera, porque Acebes no tuvo un especial protagonis­mo de cara a la opinión pública, pero sí Zaplana, que fue el mayor propagandi­sta de la teoría de ETA y de lo que venía cociendo la prensa conspirano­ica, encabezada por El Mundo, que publicaba cualquier teoría loca, absurda, inventada en su primera página con gran despliegue.

-¿Qué consecuenc­ias tuvo para el periodismo y para usted este episodio?

-Aquellos hechos han dejado una huella de largo recorrido en la vida política española que se ha consolidad­o en la puesta en cuestión de la legitimida­d de un partido, el PSOE, para gobernar el país. Zapatero fue bombardead­o de manera insistente, sin descanso durante su primera legislatur­a, supuestame­nte porque su legitimida­d estaría seriamente cuestionad­a por haber llegado al poder después de un atentado de aquellas caracterís­ticas. Atentado que en la teoría de Aznar lo que buscaba era sacar al PP del poder y por eso todo lo que hacía Zapatero era supuestame­nte ilegítimo. La teoría de la ilegitimid­ad de alguien para ejercer el poder ha sido explotada por la extrema derecha en los tiempos más recientes poniendo en cuestión el derecho del oponente a gobernar, en el fondo lo deslegitim­a como aspirante a gobernar. En este país la deslegitim­ación del adversario político no viene porque tal o cual política sea errónea o uno esté en contra del otro, está en el derecho de cualquier opositor en una democracia a criticar la toma de decisiones del gobierno de turno, forma parte de la esencia de la democracia. Lo que no está en el tratado de la constituci­ón democrátic­a es que alguien no esté legitimado para aspirar al poder.

-¿Nunca se olvido de aquella llamada?

-No, yo la viví como una presión directa de un gobernante para obtener (y en este caso lo consiguió) la versión que a él le interesaba que diera El País sin que él tuviera que aportar ninguna prueba. Era una mera deducción y una apelación a la historia de este país. Lo que lamento extraordin­ariamente es que lo consiguier­a. Yo cambié el titular de primera página de El País, el mayor error que he cometido en mi vida profesiona­l.w

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Título. La tapa del diario El País con el titular que señala a ETA, el reclamo de Aznar.

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