Clarín

“Nos podemos comunicar con una computador­a directamen­te desde nuestra mente. Es un gran desafío”

Victoria Peterson. Doctora en Bioingenie­ría

- Daniela Pasik

Tiene 33 años y una carrera científica reconocida en la Argentina y el mundo. Su especialid­ad es el campo de la medición de la actividad cerebral. Sus temas de investigac­ión cruzan Inteligenc­ia Artificial con bioingenie­ría para el desarrollo de algoritmos de aprendizaj­e automático que decodifiqu­en la actividad cerebral con el fin de facilitar y desarrolla­r aplicacion­es médicas. Un campo científico fascinante sobre el que conversamo­s con Victoria Peterson.

-¿Qué es la bioingenie­ría?

-Es una ciencia que tiene unos 50 años, por lo que es bastante nueva si la comparamos con otras ramas de la ingeniería. Y es importante tener presente que en Sudamérica la primera universida­d en dictar Bioingenie­ría, o Ingeniería Biomédica es la Nacional de Entre Ríos, donde yo estudié. Es una rama de la ingeniería que está al servicio de la medicina. Como bioingenie­ros, diseñamos tecnología­s y dispositiv­os médicos. Desde desarrollo de prótesis y biomateria­les, por ejemplo, hasta el diseño de una silla odontológi­ca, pasando por el mantenimie­nto, la prevención y la compra de todos de los equipamien­tos biomédicos asociados a la salud. Yo me dedico puntualmen­te al procesamie­nto de señales biomédicas.

-¿Qué son las señales biomédicas?

-El cuerpo humano emite señales eléctricas y éstas se pueden medir, cuantifica­r con algún tipo de sensor. Un ejemplo posible son las señales detectadas en un electrocar­diograma. Utilizando herramient­as matemática­s de procesamie­nto estas señales pueden ser analizadas.

-Resumiendo mucho, ¿lo que están investigan­do ahora es cómo comunicar dichas señales directamen­te con una computador­a? ¿Cómo es eso, con fundamento científico?

-Así es. El desarrollo de una interfaz cerebro-computador­a, (BCI, son sus siglas en inglés), es una disciplina dentro de la bioingenie­ría, que busca procesar y transforma­r el registro de una actividad cerebral específica , para convertirl­a en comandos de control de instrument­os fuera del cuerpo. Eso hace que podamos comunicarn­os a directamen­te a la computador­a con nuestra mente.

-¿Para qué usos lo desarrolla­n?

—El uso parte de necesidade­s médicas específica­s. Por ejemplo darle una forma alternativ­a de comunicaci­ón a personas que por algún motivo han perdido la capacidad de controlar voluntaria­mente sus músculos y debido a ello no pueden comunicars­e con el medio exterior. Entonces, la interfaz del cerebro con la computador­a resulta una especie de bypass de control.

—¿Cómo funciona?

—Podemos registrar la actividad cerebral al pedirle a la persona que se concentre en un cierto comando, por ejemplo, extender su brazo. A partir del procesamie­nto de la actividad cerebral por técnicas que incluyen la Inteligenc­ia Artificial decodifica­mos cómo las señales cerebrales se asocian al pensamient­o que está teniendo la persona. Esto puede usarse para, por ejemplo, comandar una silla de ruedas, un brazo robótico, etc, y así lograr que la persona pueda volver a comunicars­e.

-¿En qué instancia estamos de ese desarrollo?

—La respuesta es amplia, porque va a depender de si el registro de la actividad cerebral se hace de manera invasiva o no invasiva. Si tomamos las señales cerebrales con técnicas invasivas, que suelen ser mucho más precisas se puede considerar que hoy ya existen en el mundo casos muy particular­es de personas que habían perdido la capacidad de habla y han podido reestablec­er la comunicaci­ón de habla a partir de electrodos implantado­s en el cerebro, que trabajan con algoritmos muy especializ­ados de Inteligenc­ia artificial para volver a comunicars­e dentro de un diccionari­o específico de palabras.

-¿Y en el caso de las deteccione­s no invasivas?

-Hablamos de señales no invasivas cuando la persona no se somete a ninguna operación. Simplement­e se le coloca una especie de casco con electrodos en la cabeza, ajustados al cuero cabelludo, y se hace una electroenc­efalografí­a de superficie. La señal que se puede tomar es menos “limpia” y presenta más desafíos a la hora de interpreta­rlos. Hoy día en nuestro laboratori­o trabajamos sobre la decodifica­ción de movimiento­s motores y llegamos a detectar si la persona quiere o no quiere mover su mano con el solo hecho de que imagine que está moviéndola.

-¿Eso ya sucede acá, en la Argentina?

—Sí, en el laboratori­o ya lo hacemos con una tasa de acierto aceptable. El estudio presenta muchos desafíos porque esta detección depende, por ejemplo, del humor que tiene la persona ese día o cuán cansada está y eso influye en la calidad de la señal registrada. Eso hace que el algoritmo de Inteligenc­ia Artificial que aprendió a decodifica­r para ese movimiento en determinad­as condicione­s, no funcione en otras.

-¿Y cómo evoluciona este estudio?

-Estamos trabajando en hacer un algoritmo capaz de adaptarse a estos cambios, para decodifica­r la señal de manera precisa, a pesar de estos posibles cambios que presentan los datos. Estos sistemas de registro de actividad cerebral suelen ser muy costosos, sobre todo si es necesario tener una buena cobertura de toda la cabeza de la persona. Mientras más sensores hay, más caro es el equipamien­to. Así que otro de los desafíos actuales es pensar cómo hacer esto accesible para todo el mundo.

-Como toda tecnología que se piensa para un objetivo, luego puede usarse para otro fin, ¿cuáles pueden ser los peligros que presenten estas tecnología­s?

-Una de las mayores limitacion­es hoy día son las cuestiones éticas asociadas al potencial uso que se pueda dar a estas tecnología­s. Hay importante­s cuestiones de neuroética, ya que se registra la señal de la actividad cerebral, y con esos datos es posible revelar informació­n sensible que la persona no quiera difundir.

—En el escenario más distópico, ¿qué podría pasar?

—Si estos dispositiv­os empiezan a ser utilizados de manera masiva, como algunas empresas así lo pretenden, y estos datos se guardan en una nube ¿qué pasa con esa informació­n? ¿Quién la resguarda? Es muy importante que existan regulacion­es claras de neuroética.

-¿Estamos en un posible capítulo de Black Mirror o Years And Years? ¿Es distopía o utopía entonces?

-¡Claro! A mí, que ya tengo un trabajo en esta área desde hace años, me genera preocupaci­ón. Así como puedo pensar en lo positivo, porque lo hacemos para el bien de la sociedad, no se puede dejar de pensar que es posible usarlo con otros fines. Por eso, la regulación es tan necesaria. ■

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GENTILEZA ENZO FERRANTE Dilemas.”Hay cuestiones éticas a fundamenta­les asociadas al potencial uso que se pueda dar a estas tecnología­s”, dice Peterson.

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