La historia de Ara, la chica que a los 18 años logró abrir un café en Belgrano
“Nos piden experiencia a esta edad, ¿cómo se hace?”, dice la joven que decidió trabajar junto a sus amigas.
Cuando el 21 de enero abrió las puertas de Lately Café, Ara Meniño tenía 18 años (cumplió 19 en febrero). Acodada en la barra de su flamante local de la calle Montañeses, en Belgrano, a la jovencita se le pasan un sinfín de sensaciones por su cabeza, “todas positivas”, aclara. “Es que por un lado no lo puedo creer tener esto, por otro estoy muy orgullosa de haberlo intentado y logrado”, enfatiza.
Dice que cada día llega temprano, una hora antes de abrir, “para aclimatarse y respirar mi espacio”, sonríe. Ara cuenta que siempre sintió una precoz autonomía, “una necesidad de independizarse”, a pesar de vivir con sus padres. “Esto es el primer paso para irme de mi casa, donde estoy muy bien, pero desde hace un tiempo me mueve la posibilidad de tener mi lugar. Lately es el bautismo y supongo que luego llegará la chance de alquilar algún departamento el día de mañana”. Se la escucha y se la observa y por su manera de expresarse, parece más grande.
Empezó a ganar su plata a los 14 años, gracias a su habilidad y facilidad para el dibujo. “Soy mandada y me ofrecía a hacer diseños para tapas de libros, logos de empresas y pedidos particulares, y me fueron llegando laburos, inclusive del exterior, que me permitieron tener mis primeros ingresos económicos hasta poder ahorrar unos dos mil dólares”. Cursando quinto año en el Cristóforo Colombo, también hizo pasantías en el barrio Mugica enseñando inglés, su segunda lengua.
Esa incipiente responsabilidad laboral empezó a forjar su personalidad. “Cuando terminé el secundario (2022) sentía la necesidad de tener mi plata, quería evitar pedirle a mis padres y así empecé a buscar trabajos y, lo curioso, es que en todos me pedían experiencia. ¿Qué experiencia podés tener con 18 años? A principios de 2023 empecé a moverme y me enteré de que en Ushuaia estaban buscando a una persona con buen inglés para ser guía turística. Mandé mis datos, tuve la entrevista por zoom y me preguntaron si estaba dispuesta a viajar cuatro meses. No lo dudé”.
Acostumbrados a sus iniciativas, los padres la dejaron volar. “Mi trabajo consistía en guiar a los turistas por las excursiones que se hacían, siempre en inglés, y recibía propinas en dólares. Volví a Buenos Aires 4 meses después, embalada, y empecé a repartir currículums en hoteles y bares. Al toque me convocaron de una cadena hotelera y también de un café. Acepté los dos trabajos”.
Agotada por la intensa actividad, además de cursar el CBC de noche para seguir Medicina, empezó a cranear su proyecto. “¿Por qué estoy trabajando tanto? ¿Qué sentido tiene estar corriendo de aquí para allá?”, se preguntaba. “Lo hago para irme a vivir sola”, se respondía. “Pero no voy a poder sostener este ritmo ni tampoco quería hacerlo sólo para pagar un alquiler que, sabemos, es misión imposible. Entonces, dentro de la misma ruta, cambié los objetivos”.
El emprendimiento empezó a tenerlo claro a partir de su temprana cultura por el café. “Empecé a tomarlo solo a los 12 años. Me encanta el café y con el tiempo me puse exigente al buscar el mejor sabor. Hice un curso de barista y ahí fue cuando lo tuve claro: ‘Una cafetería, sí, es lo que quiero’, me convencí. Pero quería un café distinto, de especialidad, con un grano refinado, que no se endulza y se prepara a determinada temperatura. Con la idea fija, me puse a buscar un local y encontré éste, que era una lavandería”.
Acompañada de sus padres, firmó contrato. “Yo tenía ahorrados 6.000 dólares, que me alcanzaron para hacer las reformas, que no eran tantas. El resto, como ves, es austero. Sin correr, la puesta a punto me llevó unos cuatro meses porque yo seguía trabajando en el hotel para tener recursos”.
Pasa gente por la vereda. “¿Está abierto?”. Mezcla de nervios, emoción y felicidad Ara le da la bienvenida a dos mujeres mayores. “Cuando entra alguien me agarra escalofríos, me moviliza, pienso: ‘guau, está entrando a mi lugar, algo le llamó la atención. Y cuando ya ves caras conocidas, que vuelven, se me llena el alma”.
Ara no habla de mujeres empoderadas, sino de jóvenes emprendedoras “que no nos hallamos en el mercado laboral. Salís del secundario, vas a buscar laburo y te piden tener 18 o 19 años pero con dos de experiencia. ¿A quién se le ocurre? Yo me laburé todo, junté 6.000 dólares y puse este local. Creo que las oportunidades no se esperan, hay que buscarlas. Fijate esa barra, ¿ves? La armamos con maderas de rezago que encontramos en un volquete”.w
Invirtió 6 mil dólares que había ahorrado en trabajos anteriores.